XXV aniversario del Acta Final de Helsinki
Ma?ana se cumple el 25? aniversario de la firma solemne del Acta Final de Helsinki por los 35 jefes de Estado y de Gobierno de las naciones participantes en la Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE), todos los europeos, menos Albania, m¨¢s Estados Unidos y Canad¨¢. En este cuarto de siglo, el Pacto de Varsovia ha desaparecido, Alemania se ha reunificado y la Uni¨®n Sovi¨¦tica se ha disuelto, transformando el panorama pol¨ªtico y de seguridad de nuestro continente en forma entonces dif¨ªcilmente imaginable. En ese cambio espectacular, el proceso nacido en Helsinki hace 25 a?os ha desempe?ado un papel decisivo.Cuando en 1975 se firm¨® el Acta Final -tambi¨¦n llamada Carta de la Distensi¨®n-, la inclusi¨®n en el Acta Final de las disposiciones relativas al respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales actuar¨ªan como el fermento que acab¨® precipitando el derrumbamiento de los reg¨ªmenes totalitarios de la Europa del Este.
Se suele decir que los resultados de una negociaci¨®n son buenos cuando ninguna de las partes en ella envueltas -en este caso, los pa¨ªses de la OTAN, del Pacto de Varsovia y los No Alineados, a los que Espa?a pertenec¨ªa en 1975- queda completamente satisfecha. Ello le fue aplicable al Acta Final, de la que arranc¨® el proceso de Helsinki, en la medida en que posibilit¨® un foro de di¨¢logo entre el Este y el Oeste que permiti¨® que la distensi¨®n fuera echando ra¨ªces por mucho que esa tendencia tuviera retrocesos. El Acta Final tiene, asimismo, el valor hist¨®rico de haber aportado la primera generaci¨®n de medidas de fomento de la confianza, orientadas a reducir los peligros de conflicto armado y de errores de interpretaci¨®n o c¨¢lculo sobre actividades militares.
He mencionado ya la palabra "proceso". En ella radica uno de los grandes m¨¦ritos de la CSCE: la continuidad de la Conferencia por medio de reuniones peri¨®dicas que pasan revista al grado de cumplimiento por los Estados de los compromisos asumidos y permiten contraer otros nuevos. La CSCE ha tenido otros dos rasgos definitorios: basarse en compromisos pol¨ªticos y la regla del consenso.
A Espa?a, la continuidad del proceso iniciado en Helsinki le brind¨® la oportunidad de desempe?ar un papel destacado al convertirse Madrid, cinco a?os m¨¢s tarde, en sede de una de las conferencias de seguimiento. La reuni¨®n de Madrid se inici¨® en un momento en que el proceso de distensi¨®n pasaba sus horas m¨¢s bajas. Estas circunstancias negativas en el clima internacional complicaron la marcha de las negociaciones. Hubo que esperar hasta septiembre de 1983 para concluir "el documento de Madrid". La diplomacia espa?ola se emple¨® a fondo para lograr el ¨¦xito de la reuni¨®n y, a pesar de los malos augurios, se consigui¨® alcanzar unos resultados positivos. En Madrid se adopt¨® el mandato para convocar una Conferencia sobre medidas destinadas a fomentar la confianza y la seguridad y sobre el desarme en Europa, cuya primera fase tendr¨ªa lugar en Estocolmo poco m¨¢s tarde. Fruto de aquella decisi¨®n fue la firma en Par¨ªs, en 1991, del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (FACE, en sus siglas e ingl¨¦s), que condujo a una reducci¨®n dr¨¢stica de armamento en nuestro continente.
En la Cumbre de Par¨ªs de 1991, los jefes de Estado y de Gobierno de la CSCE iniciaron igualmente una paulatina institucionalizaci¨®n que dar¨ªa lugar a la conversi¨®n de la Conferencia en la actual OSCE y, por tanto, en una organizaci¨®n con estructura permanente y sede en Viena.
Desde entonces, y particularmente en los ¨²ltimos a?os, Europa ha dado pasos decisivos en la construcci¨®n gradual de una arquitectura de seguridad. El inicio de las negociaciones para la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, la ampliaci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica a tres nuevos miembros, las actas fundacionales con Rusia y con Ucrania y los primeros pasos de la Pol¨ªtica Europea de Seguridad y Defensa son ejemplos en esa direcci¨®n. La OSCE ocupa un lugar especialmente importante en esa construcci¨®n.
La Carta sobre la Seguridad Europea, aprobada en la Cumbre de Estambul en noviembre del pasado a?o da la medida de las ambiciones y del papel de la OSCE en la nueva seguridad europea, proporcionando los instrumentos necesarios con los que hacer frente con mayor eficacia a los nuevos retos. En primer lugar, confirma la prevenci¨®n de conflictos como uno de los rasgos m¨¢s sobresalientes de la OSCE, reafirmando el acervo de normas, principios y compromisos tanto del ¨¢mbito pol¨ªtico-militar como de la esfera de los derechos humanos, la democracia y el respeto al Estado de derecho. En segundo lugar, permite constatar que el incumplimiento de los compromisos aceptados por los Estados es asunto de preocupaci¨®n leg¨ªtima de los dem¨¢s y que esta ¨²ltima no debe considerarse como una injerencia en los asuntos internos. En tercer lugar, cabe se?alar que la OSCE ha centrado gran parte de su actividad en torno a conflictos de car¨¢cter intraestatal originados en gran parte por el af¨¢n de crear sociedades ¨¦tnicas homog¨¦neas, o por la ausencia del respeto a la pluralidad y a las minor¨ªas nacionales. La reafirmaci¨®n del principio de integridad territorial de los Estados, respetando los derechos individuales y potenciando la riqueza que supone la pluralidad, es la v¨ªa m¨¢s adecuada para preservar la paz y la estabilidad en nuestro continente. Tambi¨¦n la Carta sobre la Seguridad Europea afirma -es de inter¨¦s subrayarlo- que el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, y sean cuales fueren sus motivos, es inaceptable.
La crisis de Kosovo, donde la OSCE tiene desplegada su misi¨®n m¨¢s importante, ha puesto en evidencia las carencias de la comunidad internacional no s¨®lo para prevenir los conflictos, sino tambi¨¦n para gestionarlos. La Cumbre de Estambul dio los primeros pasos para mejorar la capacidad de la OSCE para actuar y desplegar r¨¢pidamente expertos civiles o polic¨ªas. Estos esfuerzos, a los que Espa?a presta su concurso, coinciden con otros similares que est¨¢ llevando a cabo la UE para la gesti¨®n no militar de las crisis.
Espa?a ha incrementado en los ¨²ltimos a?os su presencia en las misiones de la OSCE y tiene personal en Croacia, Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Georgia. Es voluntad del Gobierno espa?ol seguir apoyando los esfuerzos para fortalecer la OSCE, de la que somos los s¨¦ptimos contribuyentes, y reforzar nuestra presencia en sus misiones e instituciones. Entre otras razones, por ser Europa, y en este caso "la gran Europa" es una prioridad esencial de la pol¨ªtica exterior de Espa?a. Como han puesto de manifiesto los conflictos en los Balcanes, la inestabilidad en cualquier zona de nuestro continente afecta a nuestros intereses o bien a los de nuestros socios o aliados. Al mismo tiempo, y como dije ante la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores del Congreso el pasado junio, la promoci¨®n del respeto y garant¨ªa de los derechos humanos es uno de los ejes fundamentales de la pol¨ªtica exterior del Gobierno. La OSCE ha sido el instrumento para articular un amplio consenso pol¨ªtico y moral sobre una serie de valores de convivencia democr¨¢tica que hoy s¨®lo unos pocos rechazan. Nos congratulamos de que, veinticinco a?os despu¨¦s de su adopci¨®n, el Acta Final haya contribuido decisivamente a superar la divisi¨®n de Europa y al florecimiento de la libertad y la democracia, permitiendo caminar hacia el futuro con esperanza.
Josep Piqu¨¦ es ministro de Asuntos Exteriores de Espa?a.
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