Banquillo para Suharto
Malos tiempos para los viejos d¨¦spotas, tambi¨¦n en Asia. Uno de los m¨¢s conspicuos, el general Suharto, que durante d¨¦cadas hizo de Indonesia escenario de su represi¨®n y finca particular de la que se lucraron sin l¨ªmite el presidente y toda su parentela, va a ser llevado al banquillo, acusado de corrupci¨®n. El juicio contra el enfermo dictador, de 79 a?os, en arresto domiciliario, podr¨ªa comenzar este mismo mes, y la acusaci¨®n formal tiene que ver con el destino de unos cien mil millones de pesetas de fundaciones ben¨¦ficas que controlaba. Una minucia si se considera que a Suharto y su familia se les atribuye haber amasado ilegalmente una cifra pr¨®xima a los ocho billones. En los muchos a?os transcurridos desde que llegara al poder tras el golpe contra Sukarno hasta su destronamiento por la insurrecci¨®n popular que sigui¨® a la devastadora crisis econ¨®mica de 1997, Suharto llev¨® una cierta unidad y estabilidad a la fraccionada y multi¨¦tnica Indonesia. Pero la era del caudillo, apoyado en unos militares omnipotentes, es ya m¨¢s recordada por la corrupci¨®n masiva y el desprecio sistem¨¢tico de los derechos humanos en el archipi¨¦lago musulm¨¢n de 200 millones.
El juicio a Suharto es un imprescindible ajuste de cuentas con la historia; pero es poco probable que el presidente Abdurraman Wahid consiga con ¨¦l distraer la atenci¨®n de la grav¨ªsima situaci¨®n de su pa¨ªs, donde todav¨ªa colea la debacle de Timor oriental. Las dificultades de Wahid, primer l¨ªder indonesio elegido democr¨¢ticamente en cuarenta a?os, aumentan de d¨ªa en d¨ªa y parece condenado a repetir errores pasados. Este mes afronta una cita crucial, en forma de voto de confianza, con el Parlamento indonesio, al que viene desafiando regularmente con un exc¨¦ntrico estilo de gobierno que casa poco con un hombre de muchos a?os y f¨ªsicamente muy disminuido.
La econom¨ªa indonesia no levanta cabeza, las luchas separatistas o religiosas se multiplican, desde Aceh y Pap¨²a occidental a las Molucas, donde la situaci¨®n, que se ha cobrado miles de vidas en el ¨²ltimo a?o, parece incontrolable por el Gobierno de Yakarta. Suharto, con sus procedimientos, no tuvo mayores problemas para someter al vasto y fragmentado pa¨ªs. No es el caso de Wahid. En un a?o de r¨¦gimen democr¨¢tico, Indonesia no ha tenido tiempo para dotarse de la fortaleza institucional necesaria, y los viejos h¨¢bitos -corrupci¨®n, soborno, nepotismo- son de muerte lenta. Pero su estabilidad de gigante es crucial en s¨ª misma y para toda la cuenca del Pac¨ªfico.
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