EL EVENTUAL ATAQUE DEL ASTEROIDE ASESINO
A la larga, es pr¨¢cticamente seguro que un asteroide asesino chocar¨¢ contra la Tierra. Pero no tenemos por qu¨¦ aceptarlo sin m¨¢s. Los astr¨®nomos ya est¨¢n oteando los cielos y prepar¨¢ndose para defender el planeta.Cuando se habla de un desastre en la Tierra provocado por un asteroide, la verdadera cuesti¨®n no es saber si, sino cu¨¢ndo. Alrededor de 200 cr¨¢teres y unos registros geol¨®gicos que se extienden a lo largo de miles de millones de a?os proporcionan numerosas pruebas de que, varias veces, impactos explosivos de asteroides o cometas han devastado amplias zonas del planeta, exterminando especies y amenazando la propia existencia de vida terrestre.
Los astr¨®nomos son plenamente conscientes de que hay moles a¨²n mayores que cruzan el espacio a toda velocidad, algunas de ellas destinadas a acabar chocando con la Tierra.
Por muy terror¨ªfico que parezca, el desastre no es inevitable. Durante los cerca de 4.000 millones de a?os de vida sobre la Tierra, ha evolucionado una especie que puede prevenir el pr¨®ximo encuentro catastr¨®fico, si ¨¦ste tuviera lugar. Esa especie somos nosotros.
?Por qu¨¦ preocuparse? Despu¨¦s de todo, el impacto m¨¢s importante de todos, el que provoc¨® la extinci¨®n de los dinosaurios, ocurri¨® hace 65 millones de a?os. Una historia realmente muy antigua.
Pero si nos mantenemos dentro de una ¨®ptica contempor¨¢nea -a escala geol¨®gica, por supuesto- hace tan s¨®lo 49.000 a?os un asteroide de hierro perfor¨® en Arizona un cr¨¢ter de 1.250 metros que, casi con toda seguridad, mat¨® a toda criatura viviente en un radio de varios cientos de kil¨®metros. Y en 1908, un peque?o asteroide rocoso o un trozo de un cometa hizo explosi¨®n ocho kil¨®metros por encima de la regi¨®n siberiana de Tunguska, derribando ¨¢rboles, provocando incendios y aniquilando la fauna y la flora en un ¨¢rea de m¨¢s de 2.500 kil¨®metros cuadrados.
Si el choque, que ahora se calcula en decenas de megatones, se hubiera producido sobre Nueva York o Londres, habr¨ªan muerto cientos de miles de personas.
?Y qu¨¦ decir de los impactos que fallaron por poco? En 1996, un asteroide de alrededor de 500 metros pas¨® a 450.000 kil¨®metros de la Tierra, una u?a a escala astron¨®mica. Fue el mayor objeto jam¨¢s observado que pas¨® tan cerca y, de haber chocado, habr¨ªa provocado una explosi¨®n de entre 5.000 y 12.000 megatones. Lo que fue especialmente desconcertante en esta demostraci¨®n a¨¦rea es que el asteroide fue descubierto s¨®lo cuatro d¨ªas antes de que pasara como un rayo delante de la Tierra. Resulta evidente, por tanto, la necesidad de que exista un sistema de detecci¨®n que descubra antes los asteroides, determine su recorrido y prediga, con muchos a?os de antelaci¨®n, si al final supondr¨¢n una amenaza para la Tierra.
Lo bueno es que, tras un lento comienzo, un sistema de detecci¨®n as¨ª se est¨¢ poniendo en marcha muy r¨¢pidamente. En Arizona y California, cuatro peque?os grupos de astr¨®nomos especializados que, en total, son menos que el n¨²mero de empleados de un restaurante normal de comida r¨¢pida y que utilizan en su mayor¨ªa equipo est¨¢ndar en sus telescopios, han trazado el mapa de los cielos y ampliado peri¨®dicamente el N¨²mero de Objetos conocidos Cercanos a la Tierra (NEO, siglas en ingl¨¦s).
Los NEO son asteroides o cometas ocasionales que peri¨®dicamente cruzan o pasan cerca de la ¨®rbita terrestre. Si un NEO atravesara nuestro recorrido orbital al mismo tiempo que la Tierra, supondr¨ªa la sentencia de muerte para un ¨¢rea metropolitana, una regi¨®n o incluso toda una civilizaci¨®n, dependiendo del tama?o del intruso.
En 1997, a los pioneros en la caza de los asteroides se les uni¨® un precoz advenedizo, el grupo producto de la colaboraci¨®n entre las Fuerzas A¨¦reas y el laboratorio Lincoln del MIT (Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts) que cuenta con el apoyo de una generosa subvenci¨®n del Pent¨¢gono. Utilizando un telescopio por sat¨¦lite de las Fuerzas A¨¦reas en Nuevo M¨¦xico y una c¨¢mara equipada con un avanzado instrumento de carga acoplada dise?ado por el MIT, la operaci¨®n, totalmente automatizada e informatizada, r¨¢pidamente empez¨® a descubrir m¨¢s asteroides y cometas, grandes y peque?os, que todos los restantes grupos juntos. Y, meti¨¦ndose m¨¢s a¨²n en el juego, las Fuerzas A¨¦reas han desplegado un segundo telescopio caza asteroides, han prestado otro a unos astr¨®nomos y se plantean la posibilidad de lanzar una flota de microsat¨¦lites para detectar todav¨ªa mejor a los asteroides.
?Qu¨¦ hacer si se descubre un cometa o un asteroide que se dirige hacia la Tierra? Una temprana detecci¨®n, preferentemente con muchos a?os de antelaci¨®n, nos permitir¨¢ enviar una nave espacial de exploraci¨®n para determinar la naturaleza del intruso, algo similar a la actual investigaci¨®n del asteroide Eros a cargo de la nave NEAR. Los cient¨ªficos de los laboratorios nacionales de Los ?lamos y Lawrence Livermore ya est¨¢n ideando una variedad de ingeniosas defensas contra un asteroide que se dirija hacia nosotros. Dependiendo de su masa y de su composici¨®n, utilizar¨ªan explosiones nucleares a medida para pulverizar un peque?o asteroide o desviar uno grande. Con tiempo suficiente y bajo las circunstancias adecuadas, ser¨ªan necesarias medidas menos dr¨¢sticas. Algunos proyectos requieren s¨®lo explosivos convencionales o enganchar un motor de cohete o una vela solar a un asteroide para alterar su ¨®rbita lo suficiente y permitir que evite la Tierra con total seguridad.
A comienzos de 2000, se calcula que s¨®lo alrededor de la mitad de los entre 500 y 1.000 asteroides cercanos a la Tierra del tama?o de un kil¨®metro o m¨¢s -lo suficientemente grandes como para provocar una cat¨¢strofe mundial- han sido detectados. Uno de los que se desconocen podr¨ªa tener incluso un rumbo de colisi¨®n con la Tierra.
La repentina aparici¨®n de cometas de larga existencia, habitualmente mayores y con una velocidad de impacto dos veces mayor que la de los asteroides, supone una amenaza incluso superior. Dichos objetos (el cometa Hale-Bopp fue uno de ellos) habitualmente no son detectados hasta que comienzan a resplandecer cerca de la ¨®rbita de J¨²piter o m¨¢s cerca, tan s¨®lo unos 18 meses antes de que atraviesen la ¨®rbita terrestre. Lo que no deja mucho tiempo para las medidas defensivas. As¨ª pues, s¨®lo se conoce una min¨²scula parte de los m¨¢s numerosos y peque?os NEO, algunos de ellos potenciales destructores de ciudades y que pueden provocar tsunamis (olas gigantes).
Alg¨²n d¨ªa, en un futuro cercano, puede que lo primero que vean unos paseantes en su caminata vespertina ser¨¢ un repentino resplandor en el horizonte. Luego, al poco tiempo, sentir¨¢n temblar el suelo, oir¨¢n un rugido enorme y ser¨¢n incinerados por una explosi¨®n de aire supercaliente. Raz¨®n de m¨¢s para identificar y buscar todo objeto cercano a la Tierra y evitar tener una sorpresa desagradable.
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