En verano tambi¨¦n se lee ANTONI GUTI?RREZ D?AZ
El autor reflexiona, con motivo de la lectura de cuatro novelas, sobre la mayor capacidad que tiene la ficci¨®n de ofrecernos una visi¨®n hist¨®rica frente a los estudios acad¨¦micos
La profusi¨®n de ofertas tur¨ªsticas, servidas con im¨¢genes id¨ªlicas en las que aparecen esbeltas palmeras o acogedores valles, bebidas refrescantes y c¨®modas hamacas, sin el sugerente complemento de un libro al alcance de la mano, produce la impresi¨®n de que los mensajes consumistas quieren hacernos olvidar no s¨®lo la falta de respuestas a cuestiones pol¨ªtico-sociales tan acuciantes como la inmigraci¨®n o la irracionalidad terrorista, sino tambi¨¦n que el verano nos invita a la grata tarea de disminuir el n¨²mero de libros acumulados en la mesilla de noche, como una forma eficaz de estimular el bosque neuronal.Cuatro lecturas han ocupado mi atenci¨®n, en esta voluntad de no confundir la disminuci¨®n del ritmo de trabajo habitual con el agarrotamiento cerebral. Se trata de La vida exagerada de Mart¨ªn Roma?a, de Alfredo Bryce Echenique; Rabos de lagartija, de Juan Mars¨¦; Tantos a?os, de Erik Orsenna, y El perro de terracota, de Andrea Camilleri. Cuatro libros que tiene en com¨²n el hecho de ofrecernos una visi¨®n hist¨®rica a partir de sumergirnos en el espacio atmosf¨¦rico temporal en que se desarrollan las relaciones humanas, a veces tiernas, a veces dram¨¢ticas y a menudo ir¨®nicas o sarc¨¢sticas. Excelente lecci¨®n para tanto historiador que est¨¢ pontificando sobre objetividades desde el entumecimiento gl¨²teo que producen determinados sillones acad¨¦micos.
La vida exagerada de Mart¨ªn Roma?a era una asignatura que yo ten¨ªa pendiente, suspendida en las sugerentes citas de Iris Murdoch y sor Juana In¨¦s de la Cruz, que preceden a las confesiones escritas desde un sill¨®n Voltaire, y que he aprobado en junio, justo al despuntar el lila del jacarand¨¢. Resulta interesante contemplar despu¨¦s de m¨¢s de 20 a?os, con una mirada desmitificadora, la exaltaci¨®n revolucionaria de Mayo del 68, ahora que Dani el Rojo, en lugar de invitarnos a quemar la Bolsa, se pasea indiferente ante las puertas de cristal de las oficinas que el KBC Bank tiene instaladas en el Parlamento Europeo. Todo es exagerado para Mart¨ªn, la gesticulaci¨®n revolucionaria y la descripci¨®n escatol¨®gica, pero entre la exageraci¨®n y la mordacidad discurre un amor que da sentido a las palabras de Iris Murdoch: "Is the source of our greatest errors".
Rabos de lagartija es una de las descripciones m¨¢s rigurosas de la atm¨®sfera asfixiante de la Barcelona de la posguerra, contemplada por unos ojos encajados en "la pelvis de la historia". Es tambi¨¦n un homenaje al castellano escrito por catalanes convictos y confesos que saben lo que es ser un amante biling¨¹e. Quienes haya vivido las horas grises de aquella amarga ¨¦poca incluso podr¨¢n reconocer su olor; quienes, por fortuna, no la hayan vivido podr¨¢n comprenderla. Todo discurre como en una pel¨ªcula en blanco y negro vista en una matinal del cine Delicias, en la que al final no faltar¨¢ la palabra FIN escrita con may¨²sculas, como corresponde al ¨²ltimo fotograma. Pero pese al blanco y negro, el color no est¨¢ ausente y siempre podr¨¢ surgir una mariposa amarilla con una gota de sangre en las alas que preste su color a la sordidez del torrente. Hay que agradecer a Juan Mars¨¦ este magnifico regalo que dif¨ªcilmente ning¨²n historiador podr¨ªa superar.
Tantos a?os se sit¨²a en una de las grandes cuestiones de nuestros h¨¢bitos culturales judeo-cristianos, el valor de compromiso que comporta el contrato matrimonial y su relaci¨®n con el amor mantenido con voluntarismo y creatividad en el precario espacio clandestino que nuestra sociedad confiere a las relaciones jur¨ªdicamente ilegales. Erik, desde el observatorio ajardinado que le depara su presidencia de la ?cole Nationale Superieure du Paisage, despu¨¦s de recordarnos al padre de Gabriel, protagonista de la Exposici¨®n colonial y maestro en fidelidad al menage ¨¤ trois, refuerza nuestra confianza en la duraci¨®n del amor hasta el infinito, m¨¢s all¨¢ de los ocho a?os que hasta ahora nos hab¨ªan concedido los soci¨®logos m¨¢s generosos, pero con la condici¨®n de que las plenitudes ef¨ªmeras que permite la transgresi¨®n culminen con la legalizaci¨®n matrimonial, aunque para ello el autor nos imponga la condici¨®n de morir primero. En definitiva: una bella historia de amor contada con ingenio de bot¨¢nico y envuelta en una iron¨ªa entreverada de sarcasmo, utilizada con envidiable habilidad.
Y por ¨²ltimo una breve referencia a El perro de terracota, un regalo de Andrea Camilleri, un escritor tard¨ªamente reconocido y que con maestr¨ªa nos demuestra que uno no es provinciano por el hecho de escribir sobre su tierra, sino porque, en todo caso, lo hace provincianamente. Camilleri hace historia universal sobre Sicilia, y por mucho que admire y ame a Carvalho no puede esconder, sin necesidad de analizar su ADN, que su padre es Simenon.
Estas cuatro lecturas que me han acompa?ado desde el inicio de esta primavera me han planteado una pregunta: ?no ser¨¢ que el conocimiento de la historia como aventura colectiva a menudo nos llega m¨¢s de la mano de las buenas obras de ficci¨®n que de las malas investigaciones pretendidamente objetivas?ntoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es miembro de IC-V
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