Hora de siesta
Primer movimiento. Escucho el Quinteto para clarinete de Brahms. Tengo una incurable debilidad por el m¨²sico hamburgu¨¦s, al que algunos califican de pesado y hasta de zafio en su vida personal. El gordo Brahms, con su bella nariz curva de p¨¢jaro y que fue un adolescente m¨¢s que guapo. Fuera, el aire es c¨¢lido y tiene irisaciones doradas. Puede invadirme la nostalgia en esta tarde extranjera, pero no me voy a dejar. Esta m¨²sica siempre apunta hacia un vac¨ªo que s¨®lo lo puede llenar ella como vac¨ªo. ?Se le llama melancol¨ªa a eso?, ?a esa plenitud de la carencia, a esa falta de im¨¢genes? Dec¨ªa Wittgenstein, quien lo conoci¨® personalmente, que la m¨²sica de Brahms carec¨ªa de color, que era una m¨²sica en blanco y negro. Y dice tambi¨¦n, pensando en el buen desarrollo corporal de la gente de Trinity College: "Y c¨®mo, por otra parte, un tema de Brahms est¨¢ lleno de fuerza, gracia e ¨ªmpetu y, sin embargo, ¨¦l mismo ten¨ªa barriga. Por el contrario, el esp¨ªritu de los de hoy no tiene ning¨²n resorte bajo los pies".Segundo movimiento. Una dulzura perdida que quiero olvidar. El aire tranquilo comienza a moverse y empiezan a surgir las figuras. Dice Ryszard Kapuscinski, autor de ese libro imprescindible que es El Imperio, que la novela nunca le ha interesado: la novela es una huida. Me pregunto si no tendr¨¢ raz¨®n despu¨¦s de haber le¨ªdo tantas novelas insulsas, tanta bonita narraci¨®n bien acabada. Aventuras, cuernos con misterio, buenos sentimientos. Y vuelvo a Viena, de la que no me hallo muy lejos por cierto. Robert Musil habla de una comprensi¨®n del mundo propia del escritor como contrapuesta a la que tiene el hombre racional en territorio racioide (de ratio). El territorio de lo racioide incluir¨ªa todo lo sistematizable de forma cient¨ªfica, todo lo que puede resumirse en leyes y reglas, incluida la psicolog¨ªa. El hombre racioide cuenta siempre con un punto fijo, A. El escritor, en tanto que hombre no racioide, carecer¨ªa de ese punto fijo, de ese suelo firme, y se mover¨ªa en lo desconocido, en lo inacabado, descubriendo siempre nuevas soluciones, modelos seductores de c¨®mo puede ser el hombre, inventando el hombre interior. El prototipo racioide encuentra los hechos fuera de s¨ª, el escritor en su interior; "uno se encuentra con series cerradas de hechos, y el otro no". ?Un escritor actual de la estirpe de Musil? : W. G. Sebald. En ¨¦l la novela no es una huida. El ¨²ltimo Mar¨ªas.
Tercer movimiento. Tambi¨¦n Musil: "La fantas¨ªa s¨®lo trabaja en la penumbra". En definitiva, se escribe sobre aquello que se conoce poco. No se trata de la audacia del ignorante, sino del m¨®vil mismo de la escritura, del impulso del escritor de raza, que ausculta su propia movilidad y trata de tejer y destejer con ella vidas posibles. Y el resultado tampoco carecer¨¢ de movilidad. Pues una obra literaria no vive en un tiempo definido y jam¨¢s puede escapar a su condici¨®n de p¨®stuma, como nos lo recuerda Giulio Ferroni en su muy recomendable Dopo la fine. Al menos si vive; y ¨¦sa es su condici¨®n parad¨®jica, que su vida incontrolada se da fuera de su tiempo. La fantas¨ªa, por lo tanto, nunca deja de trabajar en la penumbra. El mismo Musil era consciente de esa naturaleza p¨®stuma de la obra literaria y as¨ª titul¨® Nachlass zu Lebzeiten, o sea, Obra p¨®stuma en vida, una colecci¨®n de ensayos publicada en 1936. Escuchemos a Leopardi: "Los escritores grandes tienen como destino llevar una vida semejante a la muerte, y vivir, en caso de que lo consigan, tras haber sido sepultados".
Cuarto movimiento. En caso de que lo consigan. Y bien, ?merece la pena ese esfuerzo? Quienes aprecien a Pessoa, a Kafka, a Schultz, al propio Musil, responder¨¢n que s¨ª. Pero sospecho que la pregunta es superflua. Ellos no pudieron hac¨¦rsela. Pues, ?qu¨¦ clase de apuesta realiza un escritor? Apuesta su propia vanidad, responder¨¢ m¨¢s de uno. Pero hay formas m¨¢s ventajosas de apostar la vanidad propia que ese juego permanente al filo del fracaso. Porque, ?c¨®mo se puede disfrutar de una vida p¨®stuma que s¨®lo ser¨¢ inventada y disfrutada por otros? Ellos sab¨ªan, se me responder¨¢. S¨ª, ?hubo tantos que lo sab¨ªan y que s¨®lo son ceniza! Pero se acaba ya esta m¨²sica del vac¨ªo ahora que hablamos de una plenitud post mortem. Y yo he de ponerme guapo, pues me espera una tarde muy ajetreada. Al menos he conseguido evitar la nostalgia. De ustedes, por supuesto.
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