Percusi¨®n de agua ARCADI ESPADA
Hoy saldr¨¦ de Barcelona, si la suerte al fin me acompa?a y puedo embarcarme. Una semana perdida, querida Yvette, en la ciudad m¨¢s antip¨¢tica del Mediterr¨¢neo. El calor no es fuerte, pero s¨ª espantoso. Y se debe, sin duda, a la humedad que lo impregna todo. Fen¨®meno curioso: caminaba por las calles y ol¨ªa mal. Al principio me inquiet¨¦ por si era yo y mir¨¦ alrededor, entre mis acompa?antes, pero ninguno dio se?ales de especial turbaci¨®n. Luego pens¨¦ que era la ciudad toda la que hed¨ªa a perros muertos. No: ser¨ªa una exageraci¨®n. Si ol¨ªa todo mal era porque todo pasaba a trav¨¦s del charco que tengo formado entre la nariz y los labios desde que llegu¨¦ a Barcelona. Agua estancada. Y no hay remedio. Yvette: es mejor que olvides tus planes. Ayer atraves¨¦ las Ramblas, y debe ser la vez n¨²mero cien, porque m¨¢s cosa no puede hacerse aqu¨ª. Un d¨ªa me aventur¨¦ por los barrios que quedan al norte: debieron acoger a los hombres, pero ahora todos los hombres han huido. Se ven tiendas y lugares que quiz¨¢ encontrases chic... si pudieras abrir los cerrojos. He dejado la gu¨ªa: cualquier bar o restaurante que me gustar¨ªa, eso pienso, cierra en verano. Adem¨¢s, ha debido suceder alguna gran desgracia que no descubro, debido sin duda a que no conozco el idioma. La otra tarde cog¨ª un coche y mand¨¦ al ch¨®fer que recorriera la ciudad: por todas partes aparec¨ªan zanjas y hombres trabajando en ellos y el ruido y el polvo crispaba al conductor: tal vez est¨¦n sigui¨¦ndole la pista a una veta de agua envenenada o est¨¦n preparando una guerra. Te dec¨ªa que para entretenerme y para vencer el cafard me dio por contar, ayer, en las Ramblas, los hombres que andaban sin camisa: cont¨¦ exactamente 22. Y algunos de nuestra nacionalidad, lo que no dej¨® de darme verg¨¹enza, y seguramente se me habr¨ªa encendido la cara si no hubiera estado a solas. Veo en sus caras, en los que van medio desnudos y tambi¨¦n en algunos vestidos, la huella del alcoholismo y la del trabajo muy duro en invierno, la de la palabra soez y la huella infamante del que come con las manos. Hay algo en este paseo que figura ser el principal de la ciudad, algo que no quiero dejar de decirte, porque da cuenta de que a pesar de todo los barceloneses son gentes con ingenio -que habr¨ªan dado seguramente mucho m¨¢s con otra geograf¨ªa y con otros gobernantes, que son las condiciones que elevan o hunden a una patria. Y es este algo las estatuas humanas que festonean la avenida a modo de sugestivo reclamo. Faltados como est¨¢n de monumentos se?alados como tales, decidieron al parecer darles a los m¨¢s pobres y marginales una ocupaci¨®n y un orgullo y los vistieron de senador romano, de ¨¢ngel ca¨ªdo, de monstruo pagano o de cualquier otra forma que tu imaginaci¨®n alcance, y los colocaron all¨ª como jalones de una humanidad en la que, ay, pocas veces los pobres barceloneses han participado. El parche es bonito.Como no quiero que te entristezcas demasiado por mi suerte te acabar¨¦ contando que fui feliz un rato, cuando ya agotaba mis ¨²ltimas horas en Barcelona. Temeroso de que surgiera cualquier ¨²ltimo contratiempo con los billetes de vuelta, y como el calor y el ruido eran insoportables en el hotel -sobre los ruidos ya te escrib¨ª y con aquella carta y lo que llevo encima voy a dar un libro a la imprenta-, me aventur¨¦ en el crep¨²sculo a llegarme al embarcadero para corroborar que todo estuviera en el orden que lo dej¨¦. Fuese por torpeza m¨ªa o por imposibilidad de que las se?ales lleven a alguna parte en Barcelona, lo cierto es que di en verme en el patio de uno de los nuevos edificios que ha construido aqu¨ª la fiebre del oro, y que llaman con pompa inglesa World Trade Center. El lugar no me result¨® completamente desconocido y al punto record¨¦ que la noche de mi arribada a Barcelona los P¨¦rez de la Moreneta, tan amables, me trajeron a cenar por aqu¨ª mismo con la promesa de que estar¨ªa como en Am¨¦rica, y en Am¨¦rica estuve si no fuera porque la vocalista que nos ameniz¨® parec¨ªa una desequilibrada reanudando su terapia y porque la comida era bazofia, pero no ten¨ªa tal apariencia, bien al contrario de lo que ocurre en Am¨¦rica. Pero en esto, metido en tales relembros, se escuch¨® como un seco soplido y empezaron a brotar del suelo rayos de agua, centellas de espuma tales que me obligaron a guarecerme bajo las porches. Y bajo ellos, pude formarme idea de lo que estaba viendo: una ins¨®lita percusi¨®n de agua. La idea es buena, Yvette, porque recoge del agua lo que ha compuesto miles de versos y ha nombrado civilizaciones: el sonido del agua cayendo. A m¨ª me gustan las cosas finas y ¨¦sta lo era, y se vino la noche y a¨²n estaba escuchando el agua, tambi¨¦n he de decirte porque nada me esperaba.
Esta tarde embarco. Que sepas que en la ¨¢rida Barcelona gotea una fuente.
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