'Souvenirs'
?Qu¨¦ demonios tiene que ver con Barcelona un sombrero mexicano, una espada toledana, una figurita de Lladr¨® o una postal hortera en la que se ve a una chica con los pechos al aire? La respuesta es obvia: nada. Y, sin embargo, ¨¦stos son los souvenirs que los turistas suelen llevarse de nuestra ciudad. Basta con darse una vuelta por La Rambla para comprobarlo: nueve de cada diez turistas son as¨ª. Vale, de acuerdo, tambi¨¦n los hay que optan por llevarse como recuerdo la camiseta del Bar?a, lo cual en el fondo es un triste indicador de que lo ¨²nico que marca las diferencias en la Europa unida y uniforme son los colores de los clubes de f¨²tbol. Ese gran profeta que es el ex presidente N¨²?ez ya lo anunci¨® hace unos a?os, cuando, nada menos que en el Ayuntamiento y en presencia del alcalde (eso s¨ª que es valor), dijo que Barcelona es "esa ciudad que lleva el nombre de nuestro club". Chapeau, pezident.Tras un detallado examen en vivo y en directo, he podido comprobar que algunos turistas pican en La Rambla con las postales de Gaud¨ª y de Copito de Nieve, pero no nos enga?emos: son los menos. La mayor¨ªa sigue votando por el souvenir-souvenir. Es decir, por ese recuerdo que, m¨¢s all¨¢ de lo que representa, tiene una entidad en s¨ª mismo como lo que es: un souvenir. O sea: un objeto completamente kitsch y prescindible sin la compra del cual uno nunca ser¨ªa homologado por la Uni¨®n Europea como turista comme il faut. Est¨¢ muy bien eso de volver de los viajes con muchas fotos con las que castigar a los vecinos, pero una espada toledana colgada de la pared tendr¨¢ siempre un efecto mucho m¨¢s contundente.
En las tiendas de souvenirs de La Rambla, es un hecho que las camisetas de f¨²tbol y los sombreros de mexicano siguen llev¨¢ndose la palma. Tambi¨¦n tienen buena salida los toros con banderillas, las mu?ecas vestidas de sevillanas y esos carteles taurinos en los que uno puede estampar su nombre como si fuera un torero. El que pretenda llevarse algo distinto tiene pocas alternativas, como no sea las miniaturas de la Sagrada Familia, algunas bolas de nieve o un triste cenicero que encontr¨¦ arrinconado en una de las tiendas con la siguiente leyenda: "Estuve en Barcelona y me acord¨¦ de ti". Sencillo y directo, sin pretensiones. Pero, claro, el turista no suele conformarse con algo tan discreto. Necesita algo m¨¢s grande. Un sombrero mexicano, por ejemplo, que viste m¨¢s y, en caso de lluvia, puede cubrir hasta a tres o cuatro guiris. ?Que tiene poco que ver con Barcelona? ?Y qu¨¦ m¨¢s da! Un souvenir es un souvenir, ?no?
Esta entidad del souvenir m¨¢s all¨¢ de toda l¨®gica me recuerda algo que me sucedi¨® en Australia el pasado a?o. Era de noche y ten¨ªa que recorrer en autob¨²s los m¨¢s de 1.000 kil¨®metros que separan Melbourne de Broken Hill, una poblaci¨®n minera perdida en el desierto. El panorama era mon¨®tono,con mucha tierra vac¨ªa de por medio y la soledad caracter¨ªstica del Outback. Deb¨ªan de ser las tres de la madrugada cuando al ch¨®fer le dio por hacer una pausa en lo que sospecho que era el ¨²nico caf¨¦ abierto en 1.000 millas a la redonda. Baj¨¦ con resignaci¨®n, me fij¨¦ en los rostros cansados de mis compa?eros de viaje y ech¨¦ una ojeada a la peque?a tienda del caf¨¦: hab¨ªa unos cuantos bol¨ªgrafos con forma de bumer¨¢n, unos koalas de peluche, una trampa para mosquitos gigantes, calaveras con la inscripci¨®n "me gusta el desierto" y unas postales de canguro. Los t¨®picos australianos estaban bien representados. Al lado, sin embargo, hab¨ªa algo que me llam¨® la atenci¨®n: unas cuantas torres de Pisa y una docena de autobuses de Londres. Cuando le pregunt¨¦ al muchacho que atend¨ªa en el bar qu¨¦ era aquello, se encogi¨® de hombros y me respondi¨®: "Son souvenirs". S¨ª, lo eran, pero de otros pa¨ªses, de un mundo que no ten¨ªa nada que ver con la dureza del Outback australiano. "Pero son souvenirs, ?no?", replic¨® el joven un tanto airado. Era como si el souvenir hubiera adquirido de pronto una entidad propia, m¨¢s all¨¢ de cualquier relaci¨®n con la realidad.
Me temo que con los souvenirs de La Rambla ocurre desde hace a?os algo parecido. Ni los sombreros mexicanos, ni las espadas toledanas, ni las postales horteras tienen nada que ver con Barcelona, pero "son souvenirs, ?no?". Dios m¨ªo, no quiero ni pensar la idea que tendr¨¢n de Barcelona los pobres amigos y vecinos de los turistas que nos visitan.
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