'Lehendakari'
Me inquieta lo que el lehendakari no sabe de m¨ª y lo que yo s¨¦ del lehendakari. Cuando baraja las cartas pol¨ªticas de la violencia, distribuye el juego en una partida imaginaria entre el nacionalismo vasco y el nacionalismo espa?ol. Y a m¨ª, como problema patri¨®tico, la situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco no me interesa absolutamente nada. Por una vez, no creo ser un caso raro, porque a Espa?a le interesa poco la independencia del Pa¨ªs Vasco como asunto patri¨®tico. Es verdad que una parte de la ciudadan¨ªa reafirma su espa?olismo despu¨¦s de cada atentado, fen¨®meno que el PP gestiona bien en beneficio de sus votos. Pero se trata de un espa?olismo que ya no intenta apropiarse del Pa¨ªs Vasco, que lo deja fuera por desprecio moral en una reacci¨®n l¨®gica de cansancio. "A ver si les dan ya la independencia y nos dejan tranquilos", es la frase que repiten con m¨¢s convencimiento los espa?olistas de hoy. Otra parte de la ciudadan¨ªa ha dejado de creer en las patrias por diversos motivos. Algunos nos acordamos todav¨ªa del nacionalismo mediocre, s¨®rdido y sangriento de la Espa?a de Franco, que fij¨® el orden moral de la dictadura bajo el lema "todo por la patria". Y la mayor¨ªa pertenece ya a un mundo en el que las fronteras nacionales han dejado de coincidir con los intereses econ¨®micos y culturales. El lema "Espa?a va bien" no nos une simb¨®licamente a Espa?a, sino a una "ciencia" que diluye cualquier devoci¨®n patri¨®tica: la econom¨ªa. No hay, pues, un debate entre el nacionalismo espa?ol y el vasco. En mi caso (y me pongo de ejemplo porque soy lo que tengo m¨¢s a mano, como dir¨ªa Unamuno, viejo espa?ol de Bilbao), la conmoci¨®n que siento se debe al compromiso pol¨ªtico con la gente que quiere hablar, discutir o subirse en el autob¨²s sin sufrir el acoso de un terror fascista. No puedo olvidarme de la gente no nacionalista del Pa¨ªs Vasco, como no podr¨ªa olvidarme de los jud¨ªos en una Alemania nazi. El lehendakari no podr¨¢ preocuparse de la libertad democr¨¢tica de sus propios ciudadanos hasta que no comprenda que fuera del Pa¨ªs Vasco no hay un nacionalismo espa?ol que quiera apropiarse de sus territorios.Tambi¨¦n me inquieta otra cosa que yo s¨¦ del lehendakari: representa a un estado de derecho. Suele plantearse el problema vasco como un enfrentamiento entre el estado de derecho y el terrorismo, cuando en realidad se trata de la reacci¨®n qu¨ªmica de dos estados de derecho mezclados. Para decidirse a matar por razones pol¨ªticas hay que tener las cosas muy claras, mucho m¨¢s que para no matar a nadie. El lehendakari representa a un estado de derecho con sus votos, sus colegios y sus televisiones. Los j¨®venes que se creen en el deber de quemar autobuses y de matar est¨¢n educados por los aparatos ideol¨®gicos de un estado, forman parte de una historia artificial, fomentada con especial c¨¢lculo en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Esto me hace pensar en todas las historias y en todos los estados de derecho. Pero ahora mi inquietud se centra sobre todo en el traje institucional de un lehendakari con muertos: necesita rechazar la violencia, pero sabe que su proyecto pol¨ªtico final s¨®lo es realizable a trav¨¦s de la violencia. Una violencia no encauzada contra Espa?a, sino contra aquellos de sus ciudadanos que no admiten el modelo nacional que les propone.
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