Dictador estafador
El que fuera durante 32 a?os implacable presidente de Indonesia, Suharto, deber¨¢ comparecer el pr¨®ximo 31 de agosto ante un tribunal de Yakarta para defenderse de acusaciones de corrupci¨®n por valor de unos 570 millones de d¨®lares. Hay pocos observadores que dudan de que malvers¨® mucho m¨¢s en beneficio propio durante m¨¢s de tres d¨¦cadas de poder absoluto. Pero la acusaci¨®n considera que para evitar resquicios legales es mejor limitar la acusaci¨®n contra este viejo dinosaurio de la generaci¨®n de dictaduras asi¨¢ticas que cay¨® bajo la presi¨®n violenta popular hace dos a?os. Estafar 570 millones a siete organizaciones caritativas no parece la peor acusaci¨®n imaginable contra un hombre que tiene responsabilidad directa o indirecta sobre la muerte de miles de vidas desde 1966.Suharto ser¨¢ juzgado, y eso es una buena noticia para sus v¨ªctimas y tambi¨¦n para los vacilantes intentos de establecer un Estado de Derecho que se desarrollan en Indonesia como en otros rincones de Asia. Pero no lo son algunas de las disonancias que surgen en torno al juicio. Cierto es que una acusaci¨®n masiva contra el ex presidente por todo lo que presuntamente ha robado podr¨ªa llevar al juicio a la extenuaci¨®n y posteriormente a la invalidez. Pero tambi¨¦n es cierto que produce desasosiego el hecho de que Suharto sea juzgado exclusivamente por unos hechos que con algo de sarcasmo podr¨ªamos considerar "menores"en relaci¨®n con lo sucedido bajo su r¨¦gimen.
Y es a¨²n m¨¢s inquietante que el presidente actual, Abdurraman Wahid, diga que Suharto quedar¨ªa libre si devolviera el dinero de cuya malversaci¨®n se le acusa. Suharto puede devolver, quiz¨¢, alg¨²n dinero, pero nunca las vidas que arrebat¨® a quienes se opon¨ªan a ¨¦l, ni podr¨¢ compensar los sufrimientos que ha infligido a la sociedad indonesia. Suharto, dicen sus abogados, est¨¢ excesivamente enfermo para ser juzgado y, sobre todo, para ser encarcelado. Puede ser cierto. Pero, como ha demostrado el caso de Pinochet en el ¨²ltimo a?o, hay veces en que la compasi¨®n por ancianos que esgrimen su edad como argumento para hacer olvidar sus repugnantes biograf¨ªas constituye un agravio adicional para sus v¨ªctimas.
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