Justicia, opini¨®n y sentido com¨²n JOSEP RAMONEDA
Al juez Adolfo Fern¨¢ndez Oubi?a le gusta ¨¦pater. Su historia profesional es rica en alardes y sorpresas. Por eso, en el mundillo judicial, la decisi¨®n de dejar en libertad bajo fianza a los diez inculpados por el llamado crimen de la Villa Ol¨ªmpica ha sido inventariada como un nuevo "oubi?azo". Al juez le gusta ser noticia. Fue precisamente por llamar "golfos que salen a matar" a los mismos inculpados que ahora ha puesto en libertad que el Consejo General del Poder Judicial le abri¨® expediente. Ni entonces correspond¨ªa a su funci¨®n tanta pirotecnia calificadora ni ahora tanta magnanimidad. Aquellos personajes de "naranja mec¨¢nica", seg¨²n expresi¨®n del propio juez, salen a la calle. El juez Oubi?a ha optado por contribuir al clima de alarma social generado por este grupo de matones. S¨®lo cuatro meses han pasado desde que fueron detenidos por el asesinato a patadas del joven Carlos Javier Robledo, el pasado primero de abril. Cuentan las cr¨®nicas period¨ªsticas que ni los mismos abogados defensores de los inculpados se lo esperaban. Es f¨¢cil imaginar la reacci¨®n de los familiares de la v¨ªctima.La relaci¨®n entre justicia y opini¨®n p¨²blica es siempre muy complicada. Las razones de la justicia no siempre son las del sentido com¨²n. Ni tienen por qu¨¦ serlo. Tampoco son las de los sentimientos mayoritarios que, en la sociedad medi¨¢tica, se propagan a gran velocidad. La opini¨®n p¨²blica es a menudo reflejo de estados de ¨¢nimo cegados por el fulgor de un acontecimiento. Con suma facilidad la escalada de la indignaci¨®n salta de un eslab¨®n a otro hasta estallar en los medios de comunicaci¨®n, porque clamar justicia siempre es agradecido. Y porque hay algunos delitos cuyo horror parecen quitar cualquier derecho al culpable. La obligaci¨®n de la justicia es aplicar la ley con serenidad y sentido de la equidad. Y ser rigurosos en algo que a la ciudadan¨ªa le cuesta entender y que responde al feo nombre de garantismo: asegurar que nadie est¨¦ en la c¨¢rcel sin ser culpable. Ante cualquier delito la opini¨®n quiere culpables con urgencia, porque es una forma primitiva pero muy enraizada de compensar el malestar -y el temor- que genera el desequilibrio originado por el crimen. Para garantizar que s¨®lo sea acusado como culpable el verdadero autor del delito es fundamental que los jueces se mantengan al margen de la presi¨®n social, pero con el expreso compromiso de no contribuir un ¨¢pice a alimentarla gratuitamente.
En el caso de la Villa Ol¨ªmpica no consta que haya concurrido ning¨²n dato nuevo que modifique las conclusiones a las que el juez lleg¨® cuando encerr¨® a los inculpados. Es verdad que la prisi¨®n preventiva debe ser excepcional. Y que, a menudo, se abusa de ella por miedo a la incomprensi¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Pero los inculpados llevaban s¨®lo cuatro meses en esta situaci¨®n y no hay datos que hagan pensar en que se entrara en una dilaci¨®n excesiva del procedimiento. S¨®lo el peculiar sentido de la justicia con ruido y aparato que tiene Oubi?a parece explicar una decisi¨®n que s¨ª contribuye, sin duda, a avivar el fantasma de la alarma social sin necesidad alguna. Porque lo m¨¢s chocante del asunto es que Oubi?a se contradice descaradamente a s¨ª mismo: las razones de hace cuatro meses y las de ahora no concuerdan. Si entonces los imputados eran un peligro ?por qu¨¦ no lo son ahora?
En general, hay mucha confusi¨®n sobre el papel de la justicia. Una confusi¨®n a la que han contribuido poderosamente los responsables pol¨ªticos cuando piden a los jueces que act¨²en con dureza y ejemplaridad en determinados casos, cuando dan a entender que la soluci¨®n de determinados problemas depende de c¨®mo la justicia act¨²e. Las sentencias no han de ser duras ni ejemplares, han de ser justas, conforme a lo que dice la ley. Y la justicia no resuelve problemas. Entre otras cosas porque llega siempre tarde: cuando el delito ya se ha cometido. Confiar en que los problemas de seguridad y de convivencia los resuelva la justicia es una dejaci¨®n de responsabilidades por parte de los pol¨ªticos y por parte de la propia sociedad. La justicia s¨®lo sanciona las conductas consideradas delictivas. Puede que el temor de la justicia evite algunas de estas conductas, pero en ning¨²n caso resolver¨¢ los problemas que llevan a estas situaciones y a sus causas. Una sociedad en la que as¨ª ocurriera ser¨ªa una sociedad totalitaria. Pero decisiones como la de Oubi?a no hacen si no aumentar la confusi¨®n. No hay relaci¨®n entre la gravedad de los hechos relatados en su d¨ªa por el propio juez y la levedad de criterio a la hora de dejar a los inculpados en libertad bajo fianza. Ante actuaciones como la de Oubi?a no hay que defender a la justicia de ciertas reacciones del sentido com¨²n, sino que hay que pedir simplemente un poco de sentido com¨²n a la justicia. Y, sobre todo, recordar que si con algo es incompatible la justicia es con la frivolidad.
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