L¨¢mina y estampa
La l¨¢mina, la estampa... Hay muy diversas maneras de referirse a la belleza del toro bravo y muchas de ellas se oyeron en Arganda del Rey ponderando la preciosa novillada de La Quinta que se lidi¨® en su plaza de talanqueras.Novillos de l¨¢mina y estampa... Diciendo trap¨ªo bastar¨ªa, aunque no es muy seguro porque el trap¨ªo describe la complexi¨®n f¨ªsica del toro debidamente presentado, la armon¨ªa de sus formas. En tanto los novillos de La Quinta a?ad¨ªan al trap¨ªo el luminoso pelaje de sus capas c¨¢rdenas, con variadas gamas que iban desde la oscura o acaso pr¨®xima al salpicao, a la clara o inequ¨ªvocamente arromerada.
La belleza no es todo en el toro, desde luego, ni siquiera lo principal. Toros guapos mejor est¨¢n en la finca, aguardando turno con destino al matadero, si carecen de casta y se sienten borregos.
Quinta / Vilches, ?lvarez, Montes
Novillos de La Quinta, de excelente presencia, bien armados, preciosos de capa con mayor¨ªa c¨¢rdenos; cumplieron en varas, dieron juego; varios con poder, 6? derrib¨®.Luis Vilches: tres pinchazos y estocada trasera (silencio); media trasera, rueda de peones y descabello (silencio). Alberto ?lvarez: pinchazo y media delantera perdiendo la muleta, y estocada delantera ca¨ªda (silencio); pinchazo hondo -aviso- y estocada (silencio). Jos¨¦ Montes: pinchazo y estocada trasera ca¨ªda (escasa petici¨®n y vuelta); tres pinchazos, estocada -aviso- y dobla el novillo (vuelta). Plaza de Arganda del Rey, 8 de septiembre. 5? corrida de feria. Cerca del lleno.
No fueron de tal cariz los de La Quinta, por supuesto, sino que dieron juego, embistieron codiciosos los enga?os de salida, cumplieron con las plazas montadas, tomaron nobles las muletas que los espadas les presentaban con aleatoria oportunidad y acierto.
El sexto derrib¨® con casta agresiva que se traduc¨ªa en poder¨ªo. Arroll¨® al caballo picadero llev¨¢ndolo por medio ruedo (medio cuadril¨¢tero queremos decir) ora en vilo ora a tortazo limpio, lo estrell¨® contra las talanqueras y lo tir¨® al suelo con el individuo del castore?o y todo.
No es que el novillo fuera bravo, pese al alarde. Y se puede asegurar pues, perpetrado el percance, huy¨® al galope de la quema, en vergonzante manifestaci¨®n de bravuconer¨ªa, t¨ªpica de la mansedumbre. Este toro no sali¨® c¨¢rdeno sino negro. Y no luc¨ªa la belleza de sus compa?eros porque de cara era chato, mucho m¨¢s acusadamente si se le miraba de perfil. Un espectador coment¨® que se parec¨ªa al director de su banco. Podr¨ªa ser...
A este novillo, y al tercero, Jos¨¦ Montes los recibi¨® de rodillas a porta gayola, y se embraguet¨® con ellos en las ver¨®nicas. Los compa?eros de Montes, en cambio, pasaban de percal.
Los compa?eros de Montes s¨®lo se empleaban a fondo en los turnos de muleta y las faenas tampoco les sal¨ªan brillantes. Con cierto oficio y reuni¨®n Luis Vilches, en tanto Alberto ?lvarez, tremendamente voluntarioso, emple¨® una t¨¦cnica insuficiente para dominar las encastadas embestidas, que le desbordaban.
Jos¨¦ Montes, por el contrario, consigui¨® mejores resultados en sus vibrantes empe?os muleteriles y dio sendas vueltas al ruedo. No es que el p¨²blico las pidiese con entusiasmo, pero dio la cara con toros de casta brava y ese es un m¨¦rito que cuenta con las bendiciones de la afici¨®n, siempre vigilante de los valores de la fiesta.
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