La vida, fr¨ªamente ARCADI ESPADA / JAUME BOIX
No dejaremos que Bibis Salisachs sea enterrada con honores de dama postulante. Con morir una vez ya basta. El d¨ªa en que se casaba, el 1 de diciembre de 1955, Manuel del Arco publicaba en La Vanguardia una entrevista con ella en la que brillaban estos p¨¢rrafos:-?Te ha chillado ya?
-Todav¨ªa no.
-?Y t¨² le has chillado?
-Yo no chillo nunca.
-?Ser¨¢s una esposa sumisa?
-No, ni habr¨¢ motivo.
-?Sabes lo que dice la ep¨ªstola de San Pablo?
-Que la mujer debe sumisi¨®n al marido, pero fue escrita hace tanto tiempo...
Aquel d¨ªa iba a casarla Modrego. Pero el legendario arzobispo de la Barcelona franquista se neg¨®, visto lo que tra¨ªa el peri¨®dico: San Pablo no le habr¨ªa perdonado.
Quince a?os despu¨¦s, en el Madrid de 1970, el ministro secretario general del Movimiento, Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda, acab¨® con la carrera pol¨ªtica de Juan Antonio Samaranch, destituy¨¦ndole al frente de la Delegaci¨®n Nacional de Deportes. Las dictaduras siempre nombran y destituyen de manera muy opaca, pero entre las razones por las que fue apartado del deporte espa?ol el genio del Contamos contigo estuvo su mujer. Su mujer, tan bella, haciendo esqu¨ª na¨²tico en las aguas de S'Agar¨® con un traje de ba?o muy ce?ido, generosamente fotografiada en la prensa movimental. Su mujer, musa de la droite divine catalana, aquel mundo decorado por Manolo Munta?ola, financiado por Jaume Castell, protegido por Carmen Franco, traducido -luego- al catal¨¢n por Arturo Suqu¨¦ y apurado hasta el alba en los veranos de Cala Gog¨®; un mundo que nunca experiment¨® ante el placer los graves complejos de culpa -que tanto les han rendido literariamente- de sus hom¨®nimos gauchistas y bocaccianos; un mundo presidido por el alt¨ªsimo lema que mam¨¢ Rowe dict¨® a la Bibis adolescente: "If you can't be good, be careful", "Si no puedes ser buena, ve con cuidado".
Muri¨® el s¨¢bado, tendida en su hogar barroco, sin un mil¨ªmetro concedido al vac¨ªo y a su horror. Una casa con vistas al Tur¨® Park y a su lago con nen¨²fares, el centro f¨ªsico y moral de su vida. Cerca del parque, en la Diagonal, encima de un bar de mucha y larga moda que llamaban Bagatela -hoy Jos¨¦ Luis- naci¨® el d¨ªa de San Esteban de 1932. Cerca, muy cerca del parque, en el desaparecido Skating, su marido aprendi¨® a esquivar la vida, montado sobre sus primeros patines. La familia cuenta que sus ¨²ltimas fuerzas se le fueron, precisamente, en la defensa del parque, amenazado por un proyecto de reforma. Estaba defendiendo su memoria, como otros la defienden en el Raval reformado sin que les llamen se?oritos.
Muri¨® sin su esposo al lado. Es decir, de una manera natural. Su esposo siempre ha estado en tr¨¢nsito: de ah¨ª su perfecta adaptaci¨®n al medio. Al pie del avi¨®n que lo trajo desde Australia, su esposo dijo: "M¨¢s que quererla, la admiraba". Y al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de enterrarla: "Todo tiene un final en la vida". Alguien juzgar¨¢ que estas palabras son sentimentalmente intolerables y que refuerzan la fr¨ªa leyenda de Samaranch. Quiz¨¢. Pero, observadas despacio, se advierte que est¨¢n hechas del mismo material insurgente con que la muchacha respondi¨® al periodista Del Arco. La muerte no merece m¨¢s que una cierta imperturbabilidad desde?osa. Tambi¨¦n en su propia hora, es muy probable que Juan Antonio Samaranch eligiese para s¨ª mismo frases parecidas. Y no hay duda de que Bibis Salisachs se sentir¨ªa conforme con ellas. Despach¨® su vida de manera sobria y profesional y es imposible que una anfitriona de su categor¨ªa no supiera qu¨¦ protocolo reservar a la muerte.
Por lo dem¨¢s, en el mundo de espejos en el que anduvo se comport¨® siempre con una distinci¨®n extrema. Nunca olvid¨® que entre las obligaciones ineludibles del cargo figuraba la de vender su propia vida y as¨ª acept¨® ser mil veces la m¨¢s elegante y mil veces mil ser fotografiada bajo el ¨¢rbol de Navidad. Pero a diferencia de las obscenas raterillas que pueblan ese mundo nunca vendi¨® sus sue?os. Si los tuvo.
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