Tossa de Mar, Dora Maar y Bataille VICTORIA COMBAL?A
He vuelto a Tossa de Mar, 23 a?os despu¨¦s de mi ¨²ltimo verano all¨ª. Mi abuelo, el ginec¨®logo Santiago Dexeus Font, encarg¨® a un arquitecto alem¨¢n llamado Krebs la reforma, en los a?os treinta, de una antigua f¨¢brica de corcho. Xavier Sust, cuya mirada es cr¨ªtica y afinada, me dijo en una ocasi¨®n que el jard¨ªn de la finca era el jard¨ªn noucentista m¨¢s bonito que ¨¦l hab¨ªa visto jam¨¢s. Pero en los a?os setenta, casa y jard¨ªn sucumbieron a los efectos de la piqueta y fueron reemplazados por unas galer¨ªas comerciales cuya fealdad es tan insultante como extendida est¨¢ por toda nuestra querida Costa Brava.Este 7 de julio del 2000 yo no s¨®lo volv¨ª al escenario de mi infancia, sino tambi¨¦n al de la infancia de mi madre, que fue el mismo que el de Marc Chagall, Jean Metzinger, Georges Bataille y Andr¨¦ Masson. Porque en los a?os treinta, Tossa no s¨®lo estaba considerada una de las playas m¨¢s atractivas del Mediterr¨¢neo, sino que, como Rafael Benet escribi¨® en un famoso art¨ªculo titulado Tossa, Babel de les arts (Art, octubre de 1934), el pueblo se convirti¨® en una importante colonia de artistas y escritores extranjeros. Algunos de aquellos intelectuales escapaban ya, en su refugio mediterr¨¢neo, de las amenazas del nazismo; otros llegaron a Tossa atra¨ªdos por la imagen de una belleza incontaminada y de una pureza est¨¦tica y moral dif¨ªcil de hallar en sus lugares de origen; otros, en fin -como Andr¨¦ Masson-, ser¨ªan incluso testigos de las revueltas de octubre de 1934 y de la guerra civil.
Pero Tossa de Mar es tambi¨¦n el tel¨®n de fondo de una historia sentimental apenas conocida, la que existi¨® entre Dora Maar, m¨¢s tarde compa?era de Picasso y fot¨®grafa del Guernica, y el fil¨®sofo y revolucionario Georges Bataille. Daremos a conocer en breve (en la revista Art Press, Par¨ªs, septiembre del 2000) otros detalles de esta relaci¨®n, pero hoy nos interesa hablar de Tossa por la sencilla raz¨®n de que, tras la muerte de Dora, han aparecido unas cartas de Bataille escritas desde este peque?o pueblo costero, as¨ª como unas fotograf¨ªas tomadas por Dora en Tossa, que su propia autora daba por desaparecidas.
Dora Maar viaj¨®, en 1934, primero a Barcelona y luego a la Costa Brava. Algunas de sus mejores "fotograf¨ªas de calle" est¨¢n hechas en Barcelona, y representan a ciegos, a ni?os o los alrededores del mercado de la Boqueria. En este g¨¦nero, que comparti¨® con sus colegas y amigos Cartier Bresson y Brassa?, su mirada es muy humana y provista, en ocasiones, de un fin¨ªsimo sentido del humor. Pero de las fotograf¨ªas hechas en Tossa, la propia Dora Maar me dijo, en 1994, que se le hab¨ªan velado. ?Cu¨¢l no fue mi sorpresa al verlas aparecer en la venta p¨²blica de sus bienes! La Tossa de 1934 era entonces un para¨ªso no muy distinto al de mi infancia, bastante distinto al de hoy en d¨ªa. Como documento de ¨¦poca poseen un gran inter¨¦s: descubrimos, por ejemplo, que todo el promontorio de la Villa Vella carec¨ªa entonces de vegetaci¨®n; si bien resultaba menos amable que en la actualidad, la ruina g¨®tica destacaba entonces de forma n¨ªtida, totalmente rom¨¢ntica. Las barcas ocupaban casi la mitad de la llamada Mar Gran, y el pueblo terminaba ah¨ª, fundi¨¦ndose en un suave paisaje de huertos y pinos. Hoy, a pesar de que es palpable una cierta consciencia por preservar el entorno, unos indignos apartamentos unen la Mar Gran con la Mar Menuda y el pueblo prolifera en monumentos de dudos¨ªsimo gusto. Dora fotografi¨® la Villa Vella, el Codolar, un pescador a la puerta de su humilde casa, una mujer junto a unas barcas y varias vistas generales del pueblo.
Al tener la certeza de que Dora viaj¨® a Tossa en 1934, por un momento pensamos si no habr¨ªa ido con Georges Bataille. Pero no fue as¨ª: la cronolog¨ªa del fil¨®sofo, de primavera a septiembre de este a?o, est¨¢ ocupada por otros acontecimientos: en abril viaj¨® a Italia, volvi¨® a Par¨ªs en mayo e inici¨® su relaci¨®n sentimental con Colette Peignot (alias Laure) en julio. Hasta que estas cartas salieron a la luz, en octubre de 1998, se pod¨ªa creer que Colette sucedi¨® a Dora Maar en la vida amorosa de Bataille. Esto se revela no s¨®lo falso, sino tambi¨¦n excesivamente simple dado que el fil¨®sofo simultaneaba numerosas relaciones y llevaba un vida sexual m¨²ltiple y promiscua. Esta multiplicidad nunca se revel¨® incompatible con unas arrebatadas declaraciones de amor incondicional, de entrega total.
Las cartas escritas a Dora, reclam¨¢ndola con una urgencia ciertamente muy bataillana, pueden ser interpretadas como las armas de un fin¨ªsimo seductor tanto como la expresi¨®n de quien cree que la experiencia amorosa es un imperativo tan alto como el de la experiencia religiosa o la pol¨ªtica. Creemos que estas cartas fueron escritas en alg¨²n momento de mayo de 1935, cuando Bataille fue a visitar a Andr¨¦ Masson. "Quer¨ªa escribirte para que vinieras. Estoy seguro de que ser¨ªas feliz aqu¨ª. Te escribo desde la habitaci¨®n m¨¢s locamente hermosa que tu hayas habitado jam¨¢s, que yo haya habitado jam¨¢s... (...). Quisiera que tuvieras confianza en lo que nos une, una confianza de ni?o, como la m¨ªa".
Y al recibir una negativa -seguramente Dora ya hab¨ªa iniciado su relaci¨®n con el guionista de cine Louis Chavance, genial montador de L'Atalante, de Jean Vigo- el fil¨®sofo contesta, entre otras cosas, lo siguiente: "Sab¨ªas que tu carta me iba a hacer da?o (...), creo que te equivocas si te alejas de m¨ª (...), te pertenezco enteramente".
Estas cartas tambi¨¦n pod¨ªan haber sido escritas en abril de 1936, cuando Bataille volvi¨® a Tossa, siempre a casa de Andr¨¦ Masson, en donde termin¨® el primer gran texto para la revista Ac¨¦phale. Pues aunque seguramente para Dora la historia sentimental se hab¨ªa roto, la amistad y complicidad pol¨ªtica entre ambos parec¨ªa seguir intacta. En noviembre de 1935 Dora Maar es la persona de contacto -a quien puede telefonearse- del grupo Contrattaque, liderado por Bataille, con Andr¨¦ Breton y el grueso de los surrealistas. Y Michel Leiris recuerda en su diario el 7 de enero de 1936: "Vi ayer a Bataille con Dora Maar, que es simp¨¢tica y bonita".
La vida sentimental de Dora iba a cambiar radicalmente entre 1935 y 1936. Paul Eluard le hab¨ªa presentado a Picasso a finales de 1935 y Dora se convertir¨ªa, con el pintor malague?o, en la protagonista de un destino a la vez fracasado y autoinmolado. Ciertamente, fue la musa del mejor pintor del siglo. Pero su carrera como fot¨®grafa tambi¨¦n sufri¨® por el peso del mito picassiano. Hoy ha llegado el momento de hablar no s¨®lo de aquella bella esfinge inmortalizada en los lienzos, sino de una mujer de carne y hueso antes y despu¨¦s de Picasso. En este sentido, puede afirmarse que Dora era ya, a principios de los a?os treinta, una notable fot¨®grafa, una activista pol¨ªtica y una mujer liberada. Y amante y amiga, durante unos a?os, del fil¨®sofo y revolucionario Georges Bataille.
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