Viejos amigos
?A qui¨¦n no le apetece un reencuentro con los viejos amigos? Sobre todo, a la vuelta del verano, cuando se abre ante nosotros un largo camino para retornar al punto del que acabamos de salir. De uvas a peras, se suele decir. Pues bien, es en este momento cuando la figura entra?able de viejos amigos que nos han hecho disfrutar en otros periodos de nuestra vida resulta particularmente confortante. De dos de ellos quer¨ªa hablarles; me los he encontrado en una librer¨ªa hace unos d¨ªas y son de los de toda la vida: Sherlock Holmes y el padre Brown.Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, uno de los hombres m¨¢s encantados de conocerse a s¨ª mismos que ha dado la literatura, siempre sinti¨® un cierto desd¨¦n por su criatura. No se trata de que la criase a disgusto, porque hay que hacer un verdadero derroche de ingenio para convertirlo en escritura. Lo que le molestaba era ser s¨®lo el autor de Sherlock Holmes. Conan ten¨ªa en mucho m¨¢s otra parte de su producci¨®n literaria, lo cual, aparte de ser un claro error, es un error com¨²n a muchos autores a la hora de enjuiciar su obra.
Pero es que, adem¨¢s, el culto que se ha creado en torno a Sherlock Holmes -el detective que operaba, ante todo, por la satisfacci¨®n que le produc¨ªa resolver casos que le distrajeran del ennui, del tedio, del mal del siglo, como acertadamente se?ala Juan Antonio Molina Foix en su pr¨®logo- es uno de los casos m¨¢s extraordinarios de realidad empe?ada en imitar al arte que se recuerdan. ?Qu¨¦ mayor logro puede exigirse un autor tradicional, como lo era Conan, que haber creado un personaje al que sus lectores, entregados y convencidos, obligaron a convertirse en un pedazo de realidad tangible y cuyo museo imaginario se hizo real en el mismo Londres?
El padre Brown es un cura discreto, sencillo, modesto, poquita cosa; f¨ªsicamente, de aspecto un tanto r¨²stico, incluso; cree en el Dios cat¨®lico, al que sirve; se dedica a la cura de almas y se enfrenta a hechos misteriosos que tienen una explicaci¨®n que su sagacidad es capaz de encontrar siempre, pero sobre los que planea, casi siempre tambi¨¦n, algo que escapa a la l¨®gica de los hombres para responder a algo m¨¢s extraordinario.
El ingenio que derrocha el gran Chesterton en la creaci¨®n de su personaje no le va a la zaga a Conan, pero, en cambio, a un cura cat¨®lico en Inglaterra no le van a levantar un altar como a Holmes. A la l¨®gica impecable e implacable de Holmes, que no carece de intuici¨®n, opone el padre Brown una intuici¨®n que no carece de l¨®gica. Cada uno a su manera pueden hacer la felicidad de cualquier lector, y m¨¢s a¨²n ahora que entramos en el oto?o y vislumbramos el invierno.
La editorial Valdemar acaba de sacar a la calle el primer t¨ªtulo de dos proyectos que les recomiendo como cosa especial: una edici¨®n can¨®nica y anotada de todo Holmes en nueve vol¨²menes, al cuidado, que ser¨¢ excelente, de Juan Antonio Molina Foix, y un padre Brown completo, en cinco vol¨²menes, bajo la vigilancia, no menos exigente, de Jos¨¦ Rafael Hern¨¢ndez Arias. La edici¨®n es una belleza -esto es para los amantes de los libros bien hechos- hecha para durar, bien impresa, bien dise?ada y traducida...; en fin, un lujo para la biblioteca. Hoy en d¨ªa poca gente se ocupa de rescatar libros pudiendo publicar textos nuevos, aunque sean de quinta. Y la verdad es que cuando alguien reedita as¨ª lo hace con amor al libro, y no solamente nos da la oportunidad de recuperar en su mejor esplendor a los viejos amigos, que siempre es una alegr¨ªa, sino que, adem¨¢s, nos permite recordar c¨®mo para entretener era decisivo escribir bien, con talento, ingenio e imaginaci¨®n. Porque entretener de verdad no es un arte menor, aunque lo crean hoy en d¨ªa tantos caraduras disfrazados de escritores de ocasi¨®n y como saben muy bien los que de verdad entretienen a sus lectores. Pruebe y compare.
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