Ef¨ªmeros juegos
A la misma hora que se clausuraban los Juegos Ol¨ªmpicos de Sydney, el artista alicantino Carles Bl¨¢zquez realizaba un dreaming australiano en el estadio Ol¨ªmpico de Barcelona. Un dreaming es arte ef¨ªmero, como esos mandalas de arena que hacen los lamas del Himalaya. En el caso australiano, sin embargo, en vez de realizar c¨ªrculos conc¨¦ntricos repletos de dibujos y de historias, se reconstruye una pintura de los abor¨ªgenes australianos mediante arena, hojas de eucaliptos y pigmentos de colores. Todo muy ef¨ªmero, evanescente, como han sido los Juegos de Sydney."Lo que pretend¨ªa con la realizaci¨®n de este dreaming", confiesa Carles Bl¨¢zquez, "es realizar una especie de uni¨®n simb¨®lica entre Sydney 2000 y Barcelona 92. Por eso eleg¨ª el escenario del estadio Ol¨ªmpico". A pocos metros de donde Bl¨¢zquez realizaba su particular dreaming, en el interior del estadio, se alzaba la silueta de la antorcha ol¨ªmpica, apagada por supuesto. Unos metros m¨¢s abajo estaban el c¨¦sped del estadio, las pistas de atletismo y las gradas y tribunas donde hace ocho a?os sudaban los atletas y gritaba un p¨²blico enfervorecido. Ayer, sin embargo, reinaba el silencio en el estadio Ol¨ªmpico de Barcelona -el griter¨ªo estaba muy lejos, en las Ant¨ªpodas- y los ¨²nicos que se deten¨ªan a contemplar la obra en marcha de Bl¨¢zquez eran los curiosos o los turistas que rend¨ªan una nost¨¢lgica visita al lugar que fue escenario de ef¨ªmeras glorias.
Carles Bl¨¢zquez, no hace falta decirlo, es un enamorado de Australia. Estuvo viviendo en este pa¨ªs entre noviembre de 1995 y mayo de 1996 y qued¨® tan entusiasmado con el arte aborigen que, desde entonces, su obra bebe claramente de las influencias australianas y se agrupa en una serie que ¨¦l ha llamado C¨®dex Austral. "Creo que en estas pinturas primitivas hay una fuerza interior, un respeto por la Tierra y por la naturaleza, que vale la pena recuperar", declara.
La pintura simboliza una uni¨®n entre Barcelona 92 y Sydney 2000
Para poder realizar su dreaming con la m¨¢xima fidelidad, Bl¨¢zquez lanz¨® un SOS a trav¨¦s de Internet en el que entre otras cosas dec¨ªa: "Mi nombre es Carles Bl¨¢zquez y en los ¨²ltimos cinco a?os mis cuadros han estado inspirados por el arte aborigen. Pienso hacer un dreaming con arena mediterr¨¢nea como una uni¨®n simb¨®lica entre Barcelona 92 y Sydney 2000. Me gustar¨ªa que un artista aborigen me enviara un dibujo original y sencillo que me sirva de base para realizar un dreaming que representar¨¢ la amistad entre los pueblos catal¨¢n y aborigen. ?Pod¨¦is ayudarme? Gracias".La respuesta le lleg¨® a trav¨¦s de un grupo aborigen del pueblo Anmantyere, una comunidad situada en la region Ti Tree, 100 kil¨®metros al norte de Alice Springs, al otro lado del mundo y en medio de un paisaje des¨¦rtico. El director del South Arrente Aboriginal Tribal Grop, Paul Ah Chee Ngala, envi¨® a Bl¨¢zquez una pintura an¨®nima en la que se ve¨ªan los caracter¨ªsticos puntos del arte aborigen y los rastros de animales como canguros, serpientes y emus. El t¨ªtulo, Bush Tucker hac¨ªa referencia a la comida que encuentran los abor¨ªgenes en esa parte del pa¨ªs, tanto en lo referente a frutos como a la caza de animales.
Ese arte aborigen, por cierto, se cotiza cada vez m¨¢s internacionalmente, aunque como ya apuntara Bruce Chatwin en Los trazos de la canci¨®n, son sobre todo los galeristas los que se enriquecen, ya que los artistas abor¨ªgenes reciben un dinero m¨ªnimo. La historia de los abor¨ªgenes -unos 300.000 en la actualidad- es una historia de marginaci¨®n que empieza en 1788, con la llegada a Australia de la primera flota de colonos-convictos desde el Reino Unido. La Constituci¨®n Australiana del 1900 no los consideraba ciudadanos del pa¨ªs y no fue hasta 1967 cuando fueron incluidos en el censo. Alcoholizados, con una esperanza de vida inferior en 25 a?os a los de sus compatriotas blancos, n¨®madas por naturaleza, los abor¨ªgenes no contemplan en su cultura la propiedad privada, pero s¨ª un gran respeto a la tierra. La llegada del "hombre blanco" fue tr¨¢gica para ellos, ya que su modo de vida y su cultura sufrieron un fuerte golpe del que a¨²n no se han recuperado. Los Juegos de Sydney parecen haberles tendido una mano para la reconciliaci¨®n.
Carles Bl¨¢zquez empez¨® a realizar su dreaming ol¨ªmpico a las diez de la ma?ana del domingo. Vino provisto de arena de la playa de Matar¨® y de pigmentos de colores llamativos. "Lo he hecho como lo hacen los aborigenes de Australia", explica. "He ido tirando la arena sobre el suelo, como si mi mano fuera una prolongaci¨®n de la sangre que mana por mis venas. Luego he a?adido los colores y he ido silueteando las formas". El resultado: una obra llamativa, con formas esquem¨¢ticas, senderos con animales y muchos colores.
Mientras, en la ceremonia de clausura en Sydney desfilaban Elle Macpherson, Cocodrilo Dundee, los surfistas de Bondi Beach y los travestis de Priscilla, la Reina del Desierto, en el estadio Ol¨ªmpico de Barcelona iba naciendo algo m¨¢s discreto y silencioso: un dreaming aborigen realizado por un artista alicantino.
A las dos de la tarde, Carles Bl¨¢zquez puso el punto final a su obra de arena. "Ma?ana, vendr¨¦ a barrer el dreaming, recoger¨¦ la arena en una bolsa y la tirar¨¦ al mar en el Puerto Ol¨ªmpico". Ser¨¢ el punto final de un arte ef¨ªmero que viene a recordar lo ef¨ªmero de los Juegos, lo ef¨ªmero que es todo. "Qui¨¦n sabe", sue?a Bl¨¢zquez. "A lo mejor, las corrientes marinas har¨¢n que esa misma arena viaje hasta los ant¨ªpodas y se deposite en la playa de Bondi, en el coraz¨®n de Sydney".
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