El Quijote como pretexto
De alg¨²n piso del Liceo surgi¨® un escatol¨®gico grito de protesta, mientras ca¨ªa el tel¨®n del Quijote de La Fura. No s¨¦ si era el desahogo de un miembro del sector carcundia del local, siempre dispuesto a encontrar motivos para escandalizarse, o el retorno a la vida de alg¨²n espectador al que el final de la obra sacaba del soponcio y la somnolencia. Puede que La Fura tenga la tentaci¨®n de cargar sobre el conservadurismo del local la fr¨ªa acogida que tuvo un espect¨¢culo que se vend¨ªa como rupturista. Pero ser¨ªa una manera de enga?arse y pasar la maroma. El Quijote de La Fura brinda muchos elementos para reflexionar sobre el futuro del arte y los espejismos de la sociedad de la informaci¨®n. Y yo me querr¨ªa fijar especialmente en uno: el papel de la escritura. Por m¨¢s que se diga que hoy todo es imagen, todav¨ªa nos comunicamos por la palabra y sigue siendo la palabra el instrumento principal -e imprescindible- para construir historias o para armar espect¨¢culos. Cuando falla la idea fuerza, cuando falla la sinton¨ªa entre el texto -el libreto no es feliz- y la textura del espect¨¢culo -una m¨²sica plana que suena a ejercicio tecnicista sin alma-, falla la qu¨ªmica del espect¨¢culo y no hay escenograf¨ªa por buena que sea -y la de Miralles lo es- ni direcci¨®n de escena -en este caso, sin ritmo ni pasi¨®n- que puedan evitar el estropicio. Convencidos de que las nuevas tecnolog¨ªas permiten realizar casi todas sus fantas¨ªas, algunos creadores desprecian el valor nuclear del texto -de lo que se quiere decir-. Una vana pretensi¨®n que conduce f¨¢cilmente a la precipitaci¨®n y al vac¨ªo.Se habla mucho de la hegemon¨ªa de los mass media electr¨®nicos. A ellos se atribuye el fin del sistema nacional-colonial (que la gran literatura brit¨¢nica habr¨ªa ayudado a construir) y la entrada en la globalidad posnacional (Arjun Appadurai); o el fin del humanismo (construido a hombros de los libros) para dejar v¨ªa libre a la biot¨¦cnica en el parque humano (Peter Sloterdijk); o el salario del miedo (Paul Virilio) de la sustituci¨®n del arte por la tecnociencia; o la promesa de un mundo mejor, habitado por seres interconectados electr¨®nicamente, que proclaman con entusiasmo los propagandistas del globalismo. Crece la idea de que la imagen acabar¨¢ con la literatura y sus g¨¦neros, pero aun en el caso de que el libro estuviera destinado a desaparecer (cosa que est¨¢ completamente por demostrar), la palabra seguir¨¢ siendo imprescindible. Puede que la din¨¢mica de los mass media electr¨®nicos conduzca a la simplificaci¨®n: al eslogan que marca el camino que se debe seguir y seduce o al eufemismo que difumina las aristas y lo convierte todo en asumible. Uso de un vocabulario limitado, mensajes breves y una sola idea por discurso parece ser el horizonte literario de nuestro tiempo, conforme a las ense?anzas que expanden todos los asesores de imagen y otros profesionales de la limitaci¨®n de los significados. Pero con medios electr¨®nicos o con medios primitivos el mensaje del poder siempre ha sido el mismo: reducir el espacio de lo que se puede decir. Y precisamente contra esta castraci¨®n est¨¢ el arte, que desaf¨ªa incluso la l¨®gica de la raz¨®n empe?ado en construir singularidades, objetos en su plenitud expresiva.
El Quijote de La Fura tiene un valor de apertura -una t¨ªmida salida de contexto- por el hecho de presentarse en el Liceo y lo que significa. Y apunta a que puede haber un lugar para la ¨®pera en el siglo XXI m¨¢s all¨¢ del gusto por lo arcaico. Hay un espacio de encuentro entre la ¨®pera y el espect¨¢culo multimedia que es interesante explorar y que es positivo que haya motivado a algunos de nuestros mejores creadores -como era Miralles y como es la propia Fura-, aunque esta vez se hayan perdido en el laberinto de un edificio sin cimentaci¨®n suficiente. La historia, el texto y la m¨²sica no han catalizado. Y entonces cualquier emoci¨®n est¨¦tica es imposible, cualquier idea est¨¦tica se pierde en estricto gesto ornamental.
Por eso creo que el Quijote de La Fura da una pista: si realmente se quiere que la cultura crezca, volvamos a apostar por lo fundamental: escribir y narrar. Y esto no tiene por qu¨¦ estar contraindicado con el futuro de los mass media. Los medios electr¨®nicos tambi¨¦n necesitan historias que contar, y la palabra es la primera v¨ªa para contar historias: escritas o habladas. Para que algunos puedan ejercer "la maravillosa facultad de poder dar aquello que uno no posee", seg¨²n la definici¨®n de int¨¦rprete -actor- de Jean-Jacques Schuhl en la novela Ingrid Caven, para que algunos puedan dar lo que su pensamiento e imaginaci¨®n poseen, es ineludible pasar por la escritura. De momento, por la red circula mucho m¨¢s texto que imagen. Incluso en el tiempo de los mass media electr¨®nicos se necesita un buen gui¨®n, un buen relato para construir un espect¨¢culo, aunque sea multimedia. Sin duda, es imprescindible conocer y adquirir familiaridad con el lenguaje audiovisual en una sociedad en la que el papel de la imagen crece y crece, pero la p¨¦rdida del leer y del escribir se traduce en el orden mental y en la fuerza creativa. Aunque de ello no se hable cuando se debate sobre pol¨ªticas culturales.
El gran triunfador del Quijote de La Fura es el escenario del Liceo, que confirm¨® sus enormes posibilidades, pero da pena que un instrumento tan potente est¨¦ encerrado en una jaula. La apuesta por el espect¨¢culo multimedia, que no es m¨¢s que una forma secularizada del viejo mito de la obra de arte total y que merece sin duda otras tentativas, hace m¨¢s patente algo manifiesto desde que el Liceo se quem¨®: la decisi¨®n de reconstruirlo en el mismo estilo y en el mismo lugar puede que fuera un gran acierto pol¨ªtico, de otro modo probablemente estar¨ªa todav¨ªa por empezar, pero es un gran fracaso cultural. Viendo el Quijote pensaba lo que pod¨ªa ser un espacio en el que la escenograf¨ªa y la acci¨®n hubiesen podido desparramarse por toda la sala. Una ciudad que se precia de cultura, urbanidad y civismo, deb¨ªa haber sido capaz de afrontar el desaf¨ªo de construir un Liceo de vanguardia. Pero este miedo a dar el salto que tantos proyectos ha frenado tambi¨¦n tiene que ver con el estado de esp¨ªritu de una cultura que piensa que puede prescindir alegremente de la palabra y la escritura porque todo es escenograf¨ªa.
Josep Ramoneda es periodista y fil¨®sofo.
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