Belgrado
La insurrecci¨®n en Belgrado expone entre su j¨²bilo el aroma de otras revoluciones iguales hace casi treinta a?os y la consoladora sensaci¨®n de que acaso no pasan del todo los tiempos. Los setenta y el final de los a?os sesenta, especialmente, han regresado a menudo en la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX, tal como si la centuria hubiera pretendido rejuvenecerse o como si se resistiera definitivamente a morir.La nueva visita del petr¨®leo, una cuesti¨®n vieja y olvidada, resucita hoy con el extra?o revival de la OPEP, el sangriento conflicto en Oriente Pr¨®ximo, la subversi¨®n col¨¦rica de los pa¨ªses productores de materias primas y pobres. En realidad, el Tercer Mundo, esa fastidiosa entidad que fue apartada de la vista hace algunos a?os, vuelve hoy en forma de deudas, guerras, hambrunas o cat¨¢strofes televisadas y recobra la altura de su vieja sombra sobre el sospechoso confort de Occidente. Los j¨®venes airados de los a?os sesenta, los automarginados, los contraculturales o contestatarios, se disiparon con la barnizada explosi¨®n yuppy de los esmaltados a?os ochenta y s¨®lo se esperaban ya, desde entonces, nuevas promociones de diplomados con m¨¢sters. Sin embargo, sin preverlo, en la actualidad brotan tambi¨¦n camaradas en forma de ONG y de gentes de izquierdas contra la globalidad explotadora en las avenidas de Seattle, Bangkok, Washington o Praga.
Apenas hay hippies extravagantes, pero la New Age re¨²ne, de cerca o de lejos, a casi toda la blanda espiritualidad del tiempo. Tampoco hay aquella revoluci¨®n sexual dura, pero se pugna con el sexo en una nueva frontera de la homosexualidad, la cultura homosexual y las parejas de hecho. El petr¨®leo, lo porno, el gore, lo fun, lo post, la opresi¨®n de ahora se corresponden con el petr¨®leo, el sexo libre, el org¨®n, lo psico, lo anti o la opresi¨®n de aquellos a?os. La diferencia entre una y otra consiste en que, perdido el fulgor de lo nuevo, cada fen¨®meno sobreviene con el car¨¢cter de una edici¨®n usada. Como una reposici¨®n hist¨®rica en la que, sobre el arenoso rostro de Milosevic, por ejemplo, se descubre el polvo de los dictadores ya vistos y abatidos, y entre las alegr¨ªas de los vencedores el relente de un fracaso que, inexorablemente, regresar¨¢ otra vez.
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