En defensa del libro
Hay una forma de hacer pol¨ªtica que busca el aplauso f¨¢cil, la rentabilidad inmediata, el halago hip¨®crita al votante. Los gestores del corto plazo tienen una confianza desmedida en la suerte y en la acci¨®n del tiempo sobre la memoria, que acaba borrando las huellas de cualquier decisi¨®n temeraria. Calculan, adem¨¢s, que si la fortuna no les acompa?a y los efectos perniciosos de su acci¨®n se manifiestan antes de lo deseable, siempre podr¨¢n sembrar confusi¨®n dirigiendo las culpas al antagonista pol¨ªtico, adem¨¢s de invocar la coyuntura internacional o la escasa conciencia c¨ªvica del ciudadano. Tal es el modelo que desde hace a?os rige las actuaciones del Partido Popular y que, punto por punto, aplica ahora al decretar el fin del precio fijo de los libros de texto. Aparentemente, se trata de una medida irreprochable: respeta escrupulosamente los principios del libre mercado, beneficia al bolsillo de los menos pudientes, contribuye al control de la inflaci¨®n y ha de estimular la modernizaci¨®n del sector. Por el contrario, se nos dice, s¨®lo perjudica a un peque?o grupo de editores ansiosos de conservar sus privilegios y de libreros aquejados de una visi¨®n obsoleta de su oficio.Ante semejante enga?o, los socialistas queremos reiterar nuestro total apoyo a la campa?a a favor del precio fijo del libro que mantienen diversos colectivos del sector y que recientemente se ha concretado en la publicaci¨®n de una obra de obligada lectura. En ella se demuestra que la medida que el Gobierno ha iniciado con los libros de texto no s¨®lo es una decisi¨®n costosa, sino, a medio plazo, absolutamente ineficaz. Costosa porque lleva a la ruina a un alto porcentaje de peque?os libreros que no pueden competir en precios con las cadenas de hipermercados. La previsible muerte de estas librer¨ªas ir¨¢ pareja con la desaparici¨®n de editores independientes que no publican los best-sellers demandados por estas grandes superficies comerciales. Y, dado que la cultura del superventas siente pavor por la innovaci¨®n y el riesgo, los autores noveles tendr¨¢n vedado el acceso a la publicaci¨®n de su primera obra. ?Es preciso recordar que la mayor parte de los libros que han conformado nuestra visi¨®n del mundo no merecieron en su d¨ªa el favor del p¨²blico, y que incluso los autores de ¨¦xito comenzaron con obras que pasaron inadvertidas?
Pero, adem¨¢s, la decisi¨®n de acabar con el modelo de precio del libro es, desde el punto de vista estrictamente econ¨®mico, del todo in¨²til. La experiencia de pa¨ªses que, como Gran Breta?a, ya han recorrido este camino, demuestra que, tras unos primeros a?os de bajada, el precio de los libros sufre un fuerte aumento, debido a que los editores acaban compensando en sus precios de origen los fuertes descuentos que les imponen las grandes superficies. La consecuencia de ello es que, durante el ¨²ltimo lustro, el precio de los libros en el Reino Unido ha subido cerca del doble que la inflaci¨®n, mientras que en Espa?a, en el mismo periodo, ha bajado en t¨¦rminos relativos.
Cabr¨ªa preguntarse por qu¨¦, frente a estas evidencias, el Gobierno de Aznar se empecina en defender una medida que no apoya ninguno de los pa¨ªses europeos avanzados. A corto plazo, su decisi¨®n de acabar con el precio fijo de los libros de texto pone en riesgo la supervivencia de gran n¨²mero de librer¨ªas de barrio, que pueden sobrevivir durante el a?o gracias a los ingresos del comienzo de curso. Acusar a estos comercios peque?os y pr¨®ximos de ineficaces o anacr¨®nicos, como ha hecho alg¨²n ap¨®stol del neoliberalismo, supone ignorar que el libro es un bien necesario, pero delicado, y que ha de estar lo m¨¢s cerca posible del lector, bajo pena de no encontrar jam¨¢s su p¨²blico. Aspecto ¨¦ste especialmente importante en Espa?a, un pa¨ªs de alfabetizaci¨®n tard¨ªa, en el que el porcentaje de los ciudadanos que declaran no leer nunca un libro supera el 50% y en los ¨²ltimos a?os ha ido en aumento. Situaci¨®n que se agrava en las comunidades con cooficialidad ling¨¹¨ªstica, donde los peque?os libreros realizan una importante labor en apoyo del catal¨¢n, el vasco y el gallego. Por otra parte, sin una base cultural m¨ªnima, que los libros proporcionan de manera privilegiada, las inmensas posibilidades que ofrecen nuevas tecnolog¨ªas como Internet se convierten en un pasatiempo vac¨ªo.
Que el Ejecutivo haya presentado semejante tropel¨ªa como una medida de hondo calado social resulta indignante. Como lo es que se tache de demag¨®gica la propuesta de los socialistas para que el Estado garantice la gratuidad de este material escolar. Especialmente cuando los mismos que acaban de regalar miles de millones de pesetas a las compa?¨ªas telef¨®nicas oponen razones econ¨®micas para calificar de poco realista esta iniciativa.
En su campa?a de desinformaci¨®n en torno al precio fijo de los libros, el Gobierno se ha servido de un coro de aguerridos analistas que han alabado la coherencia liberal de la medida pero han ocultado que los mayores beneficiados de ella, a la larga los ¨²nicos, forman parte de un reducido grupo de grandes empresas que, actuando en r¨¦gimen de oligopolio, manipulan la fijaci¨®n natural de los precios e imponen restricciones a la calidad de los productos. Tan selectos te¨®ricos olvidan que el propio Adam Smith -consciente acaso de que la c¨¦lebre mano invisible que garantiza el inter¨¦s general es totalmente iletrada- reconoci¨® la existencia de ¨¢mbitos, como el de la cultura, en los que no se cumplen las condiciones de un mercado libre. Condiciones que, desde luego, no respetan las cadenas de hipermercados cuando, en un flagrante caso de dumping, venden libros por debajo del precio al que los compran.
Y, en pleno furor medi¨¢tico, no ha faltado quien, acogi¨¦ndose al prestigio de lo nuevo, ha denunciado un sesgo nost¨¢lgico en la campa?a contra el precio fijo de los libros presentando a sus impulsores como anacr¨®nicos defensores de una tradici¨®n a?eja. A quienes as¨ª piensan habr¨ªa que recordarles que el libro, pues a fin de cuentas de su supervivencia se trata, constituye una refinada invenci¨®n de la inteligencia humana: es barato, de f¨¢cil transporte, no precisa mantenimiento, resiste estoicamente golpes y apreturas, y el paso del tiempo casi siempre lo ennoblece; adem¨¢s, no requiere instrucciones de uso y su funcionamiento es tan sencillo que cualquier beb¨¦ lo domina en poco tiempo. Por todo ello, frente a la marea de uniformizaci¨®n empobrecedora, contra los intentos de reducir al ciudadano al mero papel de consumidor, los socialistas defendemos la diversidad y los matices, la pluralidad de opciones y el respeto a la singularidad. Un concepto de la cultura en el que las nuevas v¨ªas abiertas por la revoluci¨®n inform¨¢tica no pueden cerrar otras que, como el libro, han demostrado su enorme poder civilizador.
No albergo grandes esperanzas respecto a las preocupaciones en materia cultural del se?or Aznar, pero cabr¨ªa exigirle a su secretario de Estado de Cultura -espl¨¦ndido poeta y ex director de la Biblioteca Nacional- una posici¨®n m¨¢s cr¨ªtica en este asunto. Aunque s¨®lo fuera por ego¨ªsmo, pues, como bien sabe Luis Alberto de Cuenca, sus exquisitos libros nunca han visitado las estanter¨ªas de un centro comercial y deber¨ªa prever que, con medidas como la de la quiebra del precio fijo de los libros, pronto se ver¨¢n recluidos, a¨²n m¨¢s, a minoritarios espacios, frecuentados s¨®lo por una ¨¦lite. Borges, a quien De Cuenca evocaba con frecuencia en su anterior cargo, imagin¨® el universo bajo la especie de una biblioteca infinita. Dir¨ªase que la idea del para¨ªso que tiene el Partido Popular es un interminable hipermercado.s
Carme Chac¨®n Piqueras es secretaria de Educaci¨®n, Universidad, Cultura e Investigaci¨®n del PSOE y diputada por Barcelona. e-mail: cchacon@psoe.e
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