Pu?alada
En aquel valle de almendros primero construyeron una colonia de chal¨¦s adosados, luego se levant¨® una urbanizaci¨®n con muchas farolas, y ahora hay un conglomerado de hormig¨®n que cubre todo el horizonte. Durante esa transformaci¨®n hubo un momento en que a ese paisaje de tu ni?ez se le rompi¨® el alma, y aunque ya viv¨ªas muy lejos, los especuladores tambi¨¦n a ti te la rompieron. Sucedi¨® lo mismo con la peque?a ciudad donde creciste. La sombra de los pl¨¢tanos, los sonidos familiares, el vaho de los portales y las tiendas que fueron sustento de unos sue?os de juventud han sido barridos por las excavadoras y las gr¨²as. Estabas un d¨ªa en Nueva York y sentiste un terrible impacto ambiental que ven¨ªa del fondo de la memoria. De pronto supiste que algo dentro de ti hab¨ªa muerto. Cualquier paisaje, cualquier ciudad, cualquier barrio o plaza tiene un alma, que es la tuya si la desarrollaste en ese lugar. Los antiguos aplicaban a cada uno de estos espacios un dios protector. A los ingenieros se les llamaba pont¨ªfices. Los arquitectos ten¨ªan un car¨¢cter sagrado. Todav¨ªa hoy en la cabecera de los puentes se erige una escultura moderna que es un vestigio del peque?o templo que levantaban los romanos para encomendar esa construcci¨®n a una deidad, y a¨²n se sigue llamando sacrilegio a un edificio que rompe la armon¨ªa de un paisaje. La arquitectura tambi¨¦n es naturaleza, y no debe diferenciarse del sentimiento de las personas. Una ciudad puede ser un proyecto de convivencia o s¨®lo una gran constructora con unos ediles doblegados. En este caso el urbanismo se convierte en una profanaci¨®n. Todos los lugares son santos para mucha gente. Un d¨ªa volviste a aquel valle o a la peque?a ciudad de tu infancia. Todav¨ªa quedaban algunos almendros y tambi¨¦n se ve¨ªa la ermita. En otro viaje ya hab¨ªan desaparecido los pl¨¢tanos de la plazoleta pero a¨²n estaban la mercer¨ªa y la tienda de salazones con su aroma intacto. De pronto una noche en un calle de Nueva York sentiste una pu?alada por la espalda. Te volviste y no era nadie, pero no se trataba de una alucinaci¨®n, porque en el tercer viaje de regreso al lugar de tu pasado ya no reconociste nada. Hab¨ªan destruido por completo su alma que era la tuya y por all¨ª deambulaba tambi¨¦n una multitud de almas muertas. A eso se deb¨ªa la pu?alada.
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