Gabriel Yared rechaza el papel de manipulador sentimental del m¨²sico de cine
La Mostra se acerca a su ecuador a buen ritmo. Por un lado, musical, con la presencia del compositor Gabriel Yared, quien rechaz¨® el papel de manipulador sentimental del m¨²sico de cine al explicar su obra y que ofrecer¨¢ un concierto con sus composiciones m¨¢s celebradas el s¨¢bado. Por otro, el cinematogr¨¢fico, en el que la secci¨®n oficial est¨¢ deparando un nivel de calidad algo m¨¢s alto del acostumbrado. La pel¨ªcula portuguesa No quarto da Vanda, de Pedro Costa, un filme atractivo y desconcertante, confirm¨® que el jurado tendr¨¢ dif¨ªcil escoger un ganador.
Yared, que lleva cuatro meses preparando su concierto del pr¨®ximo s¨¢bado, reconoce que la inspiraci¨®n es su m¨¦todo de trabajo: "La m¨²sica me viene de arriba, despu¨¦s hay que trabajarla". Un m¨¦todo que tiene el jazz y la m¨²sica cl¨¢sica como uno de sus fundamentos principales. Sobre el jazz, se confes¨® admirador de ese tipo de m¨²sica que es "como una terapia para toda la gente de mi generaci¨®n". Sobre la m¨²sica cl¨¢sica, Gabriel Yared admira a Mozart y Bach, a los que utiliz¨® para poner m¨²sica a la pel¨ªcula La puta del rey.El compositor de la banda sonora de El paciente ingl¨¦s lament¨® el papel que se ha asignado al m¨²sico de cine como manipulador de sentimientos al se?alar que, en ese caso, ¨¦l ser¨ªa "el primer manipulado; el m¨²sico debe desencadenar sentimientos en el espectador".
En lo que se refiere al cine, la secci¨®n oficial ofreci¨® ayer una de esas pel¨ªculas que suscitan amor y odio a partes iguales. No quarto da Vanda es un ejercicio de estilo, con factura primitiva, que se acerca m¨¢s al documental que al cine comercial. Costa coloca la c¨¢mara (y no la mueve en 159 minutos de pel¨ªcula) en las depauperadas viviendas de un barrio marginal de Lisboa para mostrarnos, desnuda, la realidad. Sin subrayados ni a?adidos t¨¦cnicos (la pel¨ªcula no tiene musica y la c¨¢mara nunca presta atenci¨®n a los di¨¢logos que se producen fuera de campo), Costa nos brinda una mirada demoledora de la marginaci¨®n. El resultado es brillante por el m¨¦todo de narraci¨®n elegido, pero ah¨ª reside precisamente su trampa. Al carecer de acci¨®n dram¨¢tica, el espectador tiene la sensaci¨®n, a la hora y media de pel¨ªcula, de que lo que va a ver en la hora restante es m¨¢s de lo mismo: paisajes con figuras y s¨®lo un crudo retrato de una forma de vida desesperada. Y no se equivoca.
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