Los term¨®metros de Delibes
Esta semana cumpli¨® ochenta a?os, su novela El hereje va a tener una mano maestra en el cine (Jos¨¦ Luis Cuerda, el director de La lengua de las mariposas) y ahora hemos sabido que los lectores alemanes le sonr¨ªen. Miguel Delibes.Cuando concurs¨® al Nadal y ten¨ªa poco m¨¢s de veinte a?os se inquiet¨® un poco por su suerte y se fue a buscar los teletipos a ver si le daban la sorpresa; pero casi desde entonces se acostumbr¨® tanto a no esperar nada que ni siquiera esperaba cumplir ochenta a?os. Dijo hace una semana: "Me puse el 2000 como l¨ªmite de mi vida". A?os atr¨¢s dijo: "Ya no voy a escribir m¨¢s", y despu¨¦s apareci¨® en el sal¨®n de la casa con el manuscrito de El hereje. De modo que ahora exhibe, con la tranquilidad con que siempre abord¨® las cosas, la edad y la p¨¦rdida, un desd¨¦n por lo que ocurre que es tambi¨¦n melancol¨ªa. Pero nadie descarta que, en el silencio que ¨¦l preserva, se est¨¦ fraguando otra novela que tambi¨¦n sea una sorpresa.
La fama, le dijo una vez a Manu Leguineche, le parece "una cabronada", no viaja a Madrid desde hace a?os porque la ciudad de la Academia, a la que pertenece, le resulta un insoportable mercado de coches y aparcamientos, firm¨® libros en las ferias hasta que un hombre le pidi¨® que le firmara a su perro, y sus viajes se reducen ahora a los que hace por su ciudad o los que le trasladan de su casa a Sedano, donde desde siempre ha sido parte del paisaje tranquilo de la Castilla a la que ha sido fiel. No acude a inauguraciones ni presenta libros ni va a los institutos; un d¨ªa le dijeron que abriera una bodega y dijo: "Eso no lo tengo en la lista". Sigue cazando, claro, aunque ya menos. Habr¨ªa que verlo contar esa an¨¦cdota del Rey, que le invita a cazar, le espera en el coto y cuando le ve llegar, con su coche nuevo, le dice, abri¨¦ndole la puerta: "?Qu¨¦, Miguel, te has comprado un volvito?".
Jam¨¢s ha renunciado a las cosas a las que fue fiel: fue fiel a una mujer, a un peri¨®dico, a unos amigos, y esa fidelidad com¨²n e invariable se ha convertido, tambi¨¦n, en un estilo. Ha tenido, en la historia de su vida, algunas oportunidades para el rencor, y un d¨ªa le pregunt¨¦ si era rencoroso. "No", respondi¨®, "es que resulta muy aburrido".
Este que est¨¢ delante, ahora con ochenta a?os, es Miguel Delibes, como siempre. Y ese Miguel Delibes de cuerpo entero, una especie de gal¨¢n de cine con el cuerpo de Sean Connery y la sonrisa huidiza de James Dean, es el hombre que ahora, descre¨ªdo y cansado, sabio quiz¨¢ por todo eso, cumple ochenta a?os. Hace una temporada, adem¨¢s, que anda siempre convaleciente de distintas enfermedades de las que habla con la llaneza de sus personajes, y adem¨¢s habla de la vida como si fuera una lata que hay que seguir abriendo.
Miguel Delibes, ochenta a?os. Le habr¨¢n regalado term¨®metros. La obsesi¨®n de su vida son los term¨®metros: tiene uno en cada habitaci¨®n de la casa, tanto en Sedano como en Valladolid, y los vigila como si fueran la materia m¨¢s delicada que se halla bajo su control. Un d¨ªa le preguntaron por qu¨¦ vigilaba tanto la temperatura, y respondi¨®: "Porque las temperaturas son el alma del hombre. Una temperatura que pase de 23 grados en casa es una barbaridad para un vallisoletano; no se puede estar con esa temperatura. Pero en cada habitaci¨®n hay una temperatura distinta. Y hay que tener term¨®metros en todas las habitaciones para saber a qu¨¦ carta quedarte".
No vigila las temperaturas a ver si suben, sino para controlar que siguen en su sitio: odia el calor y es feliz paseando bajo el sol fresco de Valladolid, con su hijo Germ¨¢n, lentamente, como caminan los protagonistas de sus obras, reflexivo y melanc¨®lico; y en esa melancol¨ªa est¨¢n toda su pasi¨®n y toda su historia; escribe porque no le queda otro remedio que contar historias, pero su pasi¨®n estar¨ªa ah¨ª, en esa mirada detenida en un punto perdido del horizonte, hablando con los amigos como si la vida se pudiera vivir s¨®lo mirando.
Miguel Delibes. Un d¨ªa le ped¨ª su autorretrato, y dibuj¨® este: "Pues, hombre, yo siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente".
Mirando al term¨®metro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.