Gu¨¦diguian y Daldry traen pel¨ªculas maravillosas
Dos pel¨ªculas muy distintas entre s¨ª, casi opuestas en trama argumental y estilo, enriquecieron ayer con exquisita variedad la la pantalla del teatro Calder¨®n. El pueblo est¨¢ tranquilo es un paso m¨¢s hacia arriba en la escalada en busca de la maestr¨ªa del cineasta marsell¨¦s Robert Gu¨¦diguian, que aqu¨ª aborda un radical y vigoroso cruce de tragedias cotidianas de la vida en su ciudad, pero con ambici¨®n de met¨¢fora de este tiempo. Contrast¨® este amargo pu?etazo de pesimismo con el suave optimismo y la enso?adora elegancia de Quiero bailar, un precioso relato dirigido por el brit¨¢nico Stephen Daldry.
Vuelve Gu¨¦diguian, como ya hizo en Marius y Jeannette y De todo coraz¨®n, a sumergirnos en la encerrona, unas veces cordial y otras inh¨®spita, de Marsella, en el hervidero de acentos y de fisonom¨ªas de su barrio natal de L'Estaque, especie de resumen de idiomas, de rostros y de culturas mediterr¨¢neas que revienta de vida. Pero aqu¨ª el universo multicolor de ese fraternal paisaje urbano se ha uniformizado, ha perdido choque y contraste, se ha ennegrecido de pronto, inesperadamente y con intensidad perturbadora.El estallido de color de la c¨¢mara de Gu¨¦diguian se acopla ahora a la condici¨®n oscura del relato que enfoca. O, m¨¢s exactamente, de los relatos, porque El pueblo est¨¢ tranquilo nos enreda en un intrincado juego de vidas cruzadas que poco a poco nos va atrapando el alma, y en la zona de desenlace, acaba cort¨¢ndonos literalmente el aliento con la s¨²bita conversi¨®n de esos negros hilos en hilos rojos, con la brutal transformaci¨®n del escenario de la vida cotidiana de la clase obrera marsellesa en una met¨¢fora de vasto alcance, la imagen de la Europa como pudridero humano y como estafa hist¨®rica. Hay amargura, dolor y riesgo en esta honda aventura imaginaria.
Dijo ayer aqu¨ª Gu¨¦diguian: "El pueblo est¨¢ tranquilo es una pel¨ªcula indisociablemente ligada a otra, Al ataque, que fue concebida, construida y rodada casi paralelamente a ella. Esta ¨²ltima pel¨ªcula, Al ataque, est¨¢ hecha de realidad tal como podr¨ªa ser, y aqu¨¦lla, El pueblo est¨¢ tranquilo, con la realidad tal como es. Aqu¨¦lla se hizo con la voluntad y ¨¦sta se ha hecho con la inteligencia. Al ataque es una comedia, un sue?o convertido en ficci¨®n; El pueblo est¨¢ tranquilo es, en cambio, una constataci¨®n, un hecho convertido en ficci¨®n".
Ahora nos trae el cineasta marsell¨¦s un mazazo de inteligencia y constataci¨®n, que son los componentes formales de la tragedia cotidiana que arrastra el brutal resurgimiento del fascismo en Europa, visto a trav¨¦s de la espeluznante agon¨ªa de una muchacha heroin¨®mana y de los negros, rojos, cruzados y los del horror que se mueven alrededor de su pasi¨®n y de su muerte. Esta estremecedora obra mayor, de enorme ambici¨®n y dificultad, contrast¨® con una preciosa y magistral obra menor, Quiero bailar, una delicia tan primorosamente realizada que se convierte tambi¨¦n, en su peque?ez, en cine mayor, de gran ambici¨®n y alcance. La dirige el brit¨¢nico Stephen Daldry, reci¨¦n llegado al cine desde una prolongada -y, por lo que se entrev¨¦, muy rica- experiencia en los teatros de su pa¨ªs y del Broadway neoyorquino. Cuenta la conmovedora historia y el proceso de formaci¨®n ¨ªntima, sentimental y profesional de un ni?o que lleva dentro un genial bailar¨ªn, hijo de un tosco y m¨ªsero minero sublevado del condado de Durham, durante los d¨ªas de la salvaje represi¨®n de 1984, en que la maquinaria policial de Margaret Thatcher tritur¨® al movimiento sindical, social y resistencial de la miner¨ªa brit¨¢nica. El relato, en bell¨ªsimo crescendo l¨ªrico, del despegue del talento del ni?o, desde el polvo negro de una remota mina inglesa al polvo blanco de un gran escenario de Londres, cautiva y emociona. Es un magistral, un adorable caramelo, que se devora. Ya no se hace apenas cine tan puro como el que ayer trajeron Daldry y Gu¨¦diguian. Pero reconforta comprobar que, aunque con cuentagotas, existe.
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