El regreso del jefe del espionaje hace retroceder la crisis institucional a su punto de partida
El ex asesor permanec¨ªa anoche en paradero desconocido tras aterrizar en un aeropuerto militar
Per¨² no consigue despertar de la pesadilla. El causante de la mayor crisis pol¨ªtica del mandato del presidente Alberto Fujimori ha vuelto de nuevo al primer plano. Por sorpresa y en la oscuridad de la noche, el tenebroso jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Vladimiro Montesinos, abandon¨® su refugio en Panam¨¢, donde esperaba desde hac¨ªa un mes la concesi¨®n de asilo pol¨ªtico, y se present¨® en territorio peruano. Un avi¨®n privado aterrizaba a las 5.30 de ayer en el aeropuerto militar en la ciudad de Pisco (242 kil¨®metros de Lima), tras una breve escala nocturna en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil.
La crisis peruana vuelve a su punto de partida desde que se difundiera un v¨ªdeo sustra¨ªdo del cuartel general del SIN en el que se ve¨ªa a Montesinos entregando un fajo de 15.000 d¨®lares (casi tres millones de pesetas) a un congresista tr¨¢nsfuga, que se pas¨® a las filas del oficialismo. El esc¨¢ndalo dej¨® sin habla al fujimorismo. Lo que era un secreto a voces se confirmaba nada menos que con la imagen del todopoderoso pillado in fraganti en una de sus sucias operaciones: los diputados que cambiaron de chaqueta y se pasaron a las filas del Gobierno lo hicieron a cambio de suculentos sobornos.Pero Montesinos hab¨ªa ido demasiado lejos y Fujimori decidi¨® subir la apuesta. Por primera vez decidi¨® dar un paso sin consultar a su lugarteniente. Grab¨® en secreto un mensaje a la naci¨®n en el que anunciaba la decisi¨®n de convocar elecciones anticipadas, a las que no concurrir¨ªa, y entregar el poder no m¨¢s all¨¢ del 28 de julio de 2001.
Durante ocho d¨ªas, Lima fue un hervidero de rumores que situaban a Montesinos detenido por los militares o preparando un golpe de Estado con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Ni lo uno ni lo otro. El jefe del contraespionaje comprob¨® que se hab¨ªa convertido en un estorbo para el presidente y que los militares, sus mejores aliados, no estaban dispuestos a acompa?arle en una aventura suicida. EE UU, la Organizaci¨®n de Estados Americanos y los principales l¨ªderes del continente trabajaron duro para encontrarle refugio. No fue f¨¢cil. Nadie quer¨ªa un visitante tan comprometedor. El Gobierno paname?o fue convencido a rega?adientes por Washington de la necesidad de recibirlo "por el bien de la democracia peruana".
Desde el pa¨ªs centroamericano, donde tiene a buen recaudo parte de la fortuna amasada en diez a?os, Montesinos ha tratado de seguir manejando los hilos del SIN, oficialmente desactivado, con frecuentes contactos telef¨®nicos con jefes pol¨ªticos y militares que han incluido al propio presidente. Pero Panam¨¢ est¨¢ muy lejos de Per¨² para las tareas conspirativas y la presidenta, Mireya Moscoso, se ha resistido a concederle asilo.
Todav¨ªa es pronto para despejar los abundantes interrogantes que rodean su decisi¨®n de volver a Per¨². Pero no es casualidad que su aterrizaje nocturno haya coincidido con una ofensiva gubernamental para aprobar un paquete de leyes de impunidad que dejar¨¢n sin castigo los desmanes del aparato policiaco-militar en la lucha contra la subversi¨®n y el narcotr¨¢fico.
Montesinos no se resigna a pasar a ser historia. Quiere seguir siendo presente, y para ello no ha dudado en dar un paso no por sorprendente menos esperado, con el evidente prop¨®sito de pilotar la transici¨®n peruana, desde la sombra como siempre. Si puede ser con Fujimori, tanto mejor, pero si el presidente no est¨¢ dispuesto a ser un t¨ªtere, Montesinos ya tiene una carta en la manga: Carlos Bolo?a, ministro de Econom¨ªa.
La estrategia de Montesinos es de alto riesgo. Vuelve el desencadenante de la crisis, el hombre m¨¢s odiado de Per¨². Se dir¨ªa que, haciendo honor a la m¨¢xima cu¨¢nto peor, mejor, el antiguo asesor de Fujimori pretende colocar al pa¨ªs en el disparadero para crear una situaci¨®n de caos que justificara una intervenci¨®n militar.
Puede que entre los uniformados todav¨ªa quede cierto raciocinio. As¨ª se explicar¨ªan las intensas gestiones que se llevaban a cabo ayer en la base a¨¦rea de Pisco para buscarle un nuevo destino. Anoche, Montesinos permanec¨ªa a bordo del avi¨®n, lo que indica que no todas las autoridades de su pa¨ªs est¨¢n dispuestas a darle la bienvenida. Si acaba poniendo los pies en suelo peruano, la democracia habr¨¢ recibido un golpe mortal y el pa¨ªs andino se encaminar¨¢ hacia un futuro cargado de turbulencias.
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