Sobre horarios comerciales
Pocos d¨ªas despu¨¦s de que el PP rayase la mayor¨ªa absoluta en los comicios generales, Aznar invit¨® en la Moncloa a sus m¨¢s allegadas amistades para celebrar con todo lujo de detalles su ¨¦xito electoral. Me contaron entonces algunos avispados observadores que visto lo sucedido all¨ª y el ilustre pelaje de ciertos comensales no se har¨ªa esperar un paquete de medidas liberalizadoras con el objetivo de favorecer, sin que lo pareciese, a las grandes superficies comerciales. Y as¨ª fue. A los pocos d¨ªas, Aznar decret¨® sin consenso alguno y con la altaner¨ªa que ha caracterizado su segunda legislatura una liberalizaci¨®n de horarios comerciales que ha desatado la ira comprensible de los peque?os comerciantes y que ha puesto en pie de guerra a un sector, sin duda estrat¨¦gico, que por citar solamente unos someros datos mantiene ocupada al 14% de la poblaci¨®n activa del Pa¨ªs Valenciano y genera no menos del 16% de su PIB.En efecto, el cambio de h¨¢bitos de consumo es una muestra inequ¨ªvoca del proceso de modernizaci¨®n social que nuestro pa¨ªs ha experimentado en el ¨²ltimo cuarto de siglo. La progresiva y afortunada incorporaci¨®n de la mujer al mercado de trabajo, junto con la imperiosa necesidad de acometer largas jornadas laborales para satisfacer el exigente ritmo de consumo actual, han provocado un cambio profundo en las rutinas de compra, desplaz¨¢ndose ¨¦stas a los fines de semana por ser el per¨ªodo h¨¢bil de descanso familiar.
Esta raz¨®n ha sido aducida por el gobierno del PP para justificar la apertura de comercios en domingos, pero no explica en verdad el fondo de la cuesti¨®n porque las encuestas del CIS indican bien a las claras que los ciudadanos est¨¢n satisfechos con los horarios comerciales vigentes, adem¨¢s de que no les suponen un problema pol¨ªtico de primera magnitud, como s¨ª lo pueden ser el terrorismo, el encarecimiento del crudo o la seguridad ciudadana.
En la misma l¨ªnea, los gestores del PP tambi¨¦n han intentado convencer a la opini¨®n p¨²blica que con esta medida se introducir¨¢n mecanismos alentadores de la competitividad en el mercado, con el objetivo de minorar la inflaci¨®n. Futurible que cuenta con poca base si observamos el caso de Suecia, donde la liberalizaci¨®n de horarios comerciales supuso el aumento de precios y la destrucci¨®n de empleo, como reacci¨®n del cierre de peque?as tiendas que sin capacidad suficiente ni estructura sucumbieron ante el incremento de los costes. Es m¨¢s, en aquellas comunidades aut¨®nomas en las que se aplic¨® el decreto Boyer de libertad de horarios comerciales, como Madrid, han desaparecido m¨¢s de 20.000 comercios y m¨¢s de 40.000 puestos de trabajo en el sector, cifras demoledores que contrastan con la creaci¨®n sostenida de puestos de trabajo en el Pa¨ªs Valenciano mientras se ha hecho respetar el esp¨ªritu de la ley valenciana de comercio de 1986 que limitaba los horarios comerciales.
No me cabe duda alguna de que los peque?os comerciantes son partidarios de la liberalizaci¨®n de la econom¨ªa para garantizar la competencia en un marco de igualdad de oportunidades. Pero estoy igualmente convencido de que no desean que esta liberalizaci¨®n se haga a base de decretar medidas que no contribuyen a generar este marco econ¨®mico y que dejan el sector bajo el control de las grandes superficies -m¨¢ximas beneficiarias al fin y al cabo de las medidas- con el consiguiente peligro de mayor concentraci¨®n, reducci¨®n de oferta, menor margen para el fabricante e incremento de precios.
Adem¨¢s, los peque?os comerciantes han demostrado que, con un marco legislativo id¨®neo como la ley de comercio que aprobaron las Cortes Generales en 1996 y que pon¨ªa coto a la plena libertad de horarios comerciales, saben competir y pueden introducir procesos de modernizaci¨®n en sus establecimientos, sin olvidar iniciativas como los centros comerciales abiertos, las cadenas de compra o la revitalizaci¨®n de los centros hist¨®ricos de las ciudades. Medidas que en estos cuatro a?os han permitido una gran expansi¨®n del sector y que lejos de los vaticinios de los agoreros no han supuesto un incremento de la inflaci¨®n.
Refutados as¨ª los argumentos de cambio de h¨¢bitos de consumo y de apuesta por la competitividad, s¨®lo cabe se?alar como raz¨®n de peso para justificar este decretazo una pol¨ªtica clara y descarada del PP de ayuda a las grandes superficies con lo que supone de castigo al comercio tradicional y de ciudad.
Ante esta cruda realidad, es comprensible que la gran mayor¨ªa de los m¨¢s de 65.000 comercios actuales del Pa¨ªs Valenciano s¨®lo alcance a ver en su particular predicci¨®n de futuro negros nubarrones. Porque, por poner un ejemplo, no ser¨¢n los peque?os comerciantes quienes podr¨¢n hacer el esfuerzo de mantener abierto el negocio durante toda la semana, sino otros de mayor envergadura que s¨ª estuvieron presentes en aquella cena en la Moncloa.
Pero m¨¢s all¨¢ de este trato de favor, el decreto de liberalizaci¨®n apuesta a las claras por un modelo de sociedad anglosaj¨®n, con matices afrancesados, donde la periferia pasa a ser el centro de la ciudad y el centro hist¨®rico, una mera retah¨ªla de viejos edificios sin vida ni trama urbana que los defina. El modelo de ciudad mediterr¨¢nea, abierta, con tramas urbanas y entramados c¨ªvicos s¨®lidos y con centros hist¨®ricos comerciales no es el modelo de sociedad del Partido Popular.
Y es que Zaplana y sus afectos prefieren una Valencia con fachada de Atlanta, antes de que ejerza de capital cultural y econ¨®mica del Mediterr¨¢neo, con todo lo que conlleva. Y no s¨®lo eso. Puedo afirmar que Zaplana se siente c¨®modo con este modelo de sociedad anglosaj¨®n, con ese trato de favor a las grandes superficies y el ataque permanente al peque?o comercio. Y lo quiere porque no ha utilizado instrumento alguno para impedir que el decreto se aplique en el Pa¨ªs Valenciano, ni ha planteado un conflicto de competencias, ni mucho menos un recurso de inconstitucionalidad por invadir competencias propias de la Generalitat, como la de comercio interior recogida en el Estatut.
Se?or Zaplana, puestos a defender esta supuesta liberalizaci¨®n desde el punto de vista del consumidor de productos, ?por qu¨¦ no lo hace desde la perspectiva del consumidor de servicios, como bancos, administraciones p¨²blicas, juzgados, hospitales? H¨¢gasela extensible esta duda tambi¨¦n al presidente Aznar y tengan presente que los costes sociales de esta liberalizaci¨®n pueden ser irreversibles..
Pere Mayor es el presidente del Bloc Nacionalista Valenci¨¤
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