LA VISI?N DE LOS VALENCIANOS EN CATALU?A Nosotros, los ind¨ªgenas
TONI MOLL?Con la edad, uno se hace m¨¢s tolerante y comprensivo. Entiende, por ejemplo, que los simpatizantes del cas valenci¨¤ nos expliquen a los ind¨ªgenas nuestras caracter¨ªsticas y alternativas, a la manera de centauros entre L¨¦vi-Strauss y Malinowski. Pero, a veces, primitivo y desagradecido que es uno, todav¨ªa me rebelo ante opiniones que tras el celof¨¢n intelectual esconden una constelaci¨®n de prejuicios de manual de psicolog¨ªa social. Es el caso del art¨ªculo publicado por el se?or Xavier Bru de Sala en La Vanguardia con el t¨ªtulo El modelo valenciano (15-X-2000).Personalmente no me siento identificado con el valenciano est¨¢ndar caracterizado por "la jovialidad permanente y el sentido de la fiesta combinados con la eficiencia econ¨®mica" que describe el se?or Bru. Algunos valencianos no estamos permanentemente divertidos quiz¨¢ porque nuestra econom¨ªa no es tan eficiente como supondr¨ªa nuestra condici¨®n "nacional". Puede que por ello, uno, que ha crecido en una familia republicana y laica, que se form¨® entre el grupo catalanista de Joan Fuster y otras lecturas de gente de orden como Bakunin, Chomsky o C. W. Mills, se altera cuando alguien describe nuestro pa¨ªs en los t¨¦rminos primitivistas, clientelistas y mafiosos que emplea el intelectual de referencia. Y siente su maltrecho orgullo reverdecer ante el complejo de superioridad que exhiben ciertos opinadores cuando comparan Catalu?a y el Pa¨ªs Valenciano. Una comparaci¨®n que recuerda la idealizaci¨®n del buen salvaje de Rousseau a trav¨¦s del viejo binomio civilizaci¨®n (Catalu?a) versus naturaleza (Pa¨ªs Valenciano). Un dualismo jer¨¢rquico, por otra parte, que idealiza las situaciones te¨®ricamente inferiores desde un insano paternalismo.
El Pa¨ªs Valenciano imaginado por Bru de Sala es el mejor de los mundos posibles gracias a que los valencianos "siguen los pasos de la zorra que se acercaba (...) a lamer la mano del abad, con la seguridad que (...) recibir¨ªa un cuenco de arroz". No s¨¦ cu¨¢les son los datos emp¨ªricos que le llevan a remarcar, asimismo, que "el valenciano se caracteriza (...) por el convencimiento de que Valencia es el mejor lugar del mundo, (...) en segundo lugar por hacer la rosca a Madrid, (...) y en tercero por la consolidaci¨®n de sistemas propios y m¨¢s bien opacos de relaciones sociales, incluidas las econ¨®micas, al margen del flujo general, combinados con sistemas discretos de obtenci¨®n de favores (...)". Ni s¨¦, finalmente, qu¨¦ sabia inteligencia le permite afirmar que "la econom¨ªa sumergida y el fraude fiscal tolerado" est¨¢n "en Valencia muy desarrollados" y que los valencianos nos hemos beneficiado especialmente de las aportaciones del Estado en virtud de nuestra "permanente identificaci¨®n entre el poder local y el central" y nuestro "infalible mecanismo de previsi¨®n pol¨ªtica basado en el olfato".
Respecto a la idealizaci¨®n del Levante feliz que parece recuperar el se?or Bru, me permito remitirle al an¨¢lisis de este tipo de pensamiento -rancio, franquista y m¨¢s espa?ol que Babieca- realizado, en su d¨ªa, por los ind¨ªgenas Joan Fuster, Josep-Vicent Marqu¨¦s o Rafael-Llu¨ªs Ninyoles. De la "rosca a Madrid", qu¨¦ quiere que le diga: como suele repetir Ninyoles, las armas no las escoge uno, sino el enemigo. Y en cuanto a la denuncia -o reivindicaci¨®n, que no lo s¨¦- de las relaciones basadas en las leyes sicilianas y el fraude fiscal, pues vaya usted al juzgado de guardia o cree una familia propia que le permita valencianizarse.
Se?or Bru: a m¨ª, no me preocupan sus altibajos personales -sus ondulaciones, como dir¨ªan Stendhal o Pla-. Le suelo leer y escuchar con atenci¨®n. Por sus dotes literarias y por su refrescante actitud d'enfant terrible. Me he tomado la licencia de contestarle porque ha verbalizado un clich¨¦, un paradigma interpretativo, instalado entre cierta intelectualidad catalana -y supuestamente catalanista- para sus reflexiones sobre la valencianidad. Un paradigma que responde a una ideolog¨ªa claramente colonial: una copia de la idea de la hispanidad que tanto exhiben los espa?oles profesionales. Seg¨²n este punto de vista, el Pa¨ªs Valenciano es un ap¨¦ndice singular -y, por lo tanto, inferior y subordinado- que se suele reivindicar los d¨ªas de festa major o ante auditorios propensos a la exaltaci¨®n sentimental. La prueba m¨¢s evidente es que nuestra comunicaci¨®n es siempre unidireccional (de norte a sur) y que su pol¨ªtica se circunscribe a alimentar virreyes que, cual vestales, mantienen la llama de la catalanidad esencial. Estos virreyes, claro, velan para que la informaci¨®n que llega a la metr¨®polis sea adecuadamente filtrada por un ej¨¦rcito de guardabarreras ideol¨®gicos e informativos, al tiempo que pasean entre nosotros los intelectuales aut¨¦nticos para que nos impartan la santa idea de la Great Catalonia de Prat de la Riba. Tambi¨¦n se preocupan de que los valencianos escuchados en Catalu?a cumplan los requisitos de pintoresco buf¨®n, eternamente risue?o, malparlat y calent. Todo ello legitima una idea de la catalanidad, que no es, ciertamente, la m¨ªa. Ni fue, no se enga?e, la de Joan Fuster, por ejemplo. Somos muchos los valencianos que nunca nos hemos sentido valencianets. Y los que detestamos nuestro estereotipo en TV3 como Visanteta travestida o personaje de telenovela que habla un catal¨¢n macarr¨®nico y antinormativo.
No es ese el pa¨ªs en que yo me reconozco. Coincido con usted en que "los valencianos son tan due?os de escoger sus caminos como los catalanes". Muchas gracias por su generosa cortes¨ªa. Pero no confunda la S¨¦nia con el Oc¨¦ano Atl¨¢ntico. Nuestra condici¨®n subalterna en la Espa?a de las autonom¨ªas y nuestra perplejidad nacional no son ¨®bice para que el Pa¨ªs Valenciano sea un pa¨ªs postindustrial, que ha pasado en tres d¨¦cadas de ser una sociedad tradicional (agraria) a otra moderna (urbana y terciaria), donde solamente el 5% de su poblaci¨®n activa vive del sector primario y casi el 60% lo hace de los servicios. Y donde, a pesar de que las cosas no hayan ido por aqu¨ª como usted mismo pretend¨ªa hace algunos a?os, el mensaje civil y modernizador del valencianismo (un subconjunto del movimiento intelectual aut¨®ctono) ha impregnado, como m¨ªnimo, las capas m¨¢s din¨¢micas de la sociedad. Mensaje que, por cierto, incluye la creencia de que Joan Fuster tiene ahora m¨¢s raz¨®n que cuando escrib¨ªa ya que las estructuras materiales del "tramo catal¨¢n del eje mediterr¨¢neo", en expresi¨®n de Ninyoles, son ahora m¨¢s semejantes.
No se quede usted en conjeturas epid¨¦rmicas. Un pa¨ªs es algo m¨¢s que sus t¨®picos o, incluso, que su estructura pol¨ªtica. Nosotros, los valencianos somos una sociedad moderna, m¨¢s o menos cohesionada civilmente y que usa la lengua catalana en los mismos ¨ªndices que ustedes, no se enga?e. Que a alguien le interese propagar otras concepciones idealizadas que alimentan su superioridad, es un tema que tiene poco que ver con un an¨¢lisis medianamente serio de nuestra estructura social. No deja de ser curioso que en su art¨ªculo denuncie precisamente que "los catalanes (...) se consideran con derecho a una especie de distante tutela moral sobre lo que podr¨ªamos comparar a una especie de hermanos menores descarrilados". A mi juicio, su art¨ªculo es una muestra exacta de este paternalismo que retroalimenta la superioridad de la metr¨®polis (civilmente cohesionada y oficialmente institucionalizada) frente a la colonia festiva, fr¨ªvola, hedonista, desvertebrada y genuflexa que representa el Pa¨ªs Valenciano. En fin, se?or Bru, con simpatizantes como ustedes no nos hacen falta muchos blaveros. A pesar de todo, cuando venga por aqu¨ª -a las fiestas coloniales, por ejemplo-, le invitar¨¦ a un arr¨°s amb fesols i naps mientras alg¨²n poeta local nos recita El Virgo de Visanteta.
Toni Moll¨¤ es ling¨¹ista y escritor.
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