Irritante
Alcaldes y 'macarras'
Los rifirrafes familiares habituales no se suscitan por cuestiones trascendentales. Es el tel¨¦fono copado por los hijos, los zapatos que se arrojan en el primer rinc¨®n, la tapa del retrete salpicada por la desidia de cualquiera de los varones de la casa... y as¨ª hasta el infinito.Suceden cosas muy parecidas en la relaci¨®n de los lectores habituales con el peri¨®dico. Son legi¨®n los que establecen lazos de familiaridad muy intensos.
Precisamente por eso les resulta irritante que el peri¨®dico insista en cometer errores, casi siempre los mismos, casi siempre menores, pero que se interponen de modo exasperante en esa singular relaci¨®n.
El car¨¢cter menor que podr¨ªa atribuirse a esos errores, si se juzgan individualmente, lleva al Defensor a no tratarlos por lo menudo en esta columna.
De otra forma se convertir¨ªa en un batiburrillo, a modo de cat¨¢logo de Fe de errores y no parece que sea ese el esp¨ªritu que anim¨® al peri¨®dico al crear la figura del Defensor.
Como paradigma de lo que aqu¨ª se trata de advertir habr¨ªa que elegir la conversi¨®n a pesetas de monedas extranjeras y, fundamentalmente, del d¨®lar. El ejercicio primario de multiplicar una cantidad de d¨®lares por su valor de cambio se convierte, con una frecuencia inexplicable, en un disparate informativo, por defecto o por exceso.
Este cap¨ªtulo de agravios incluye, necesarimante -y no como mal menor, ni mucho menos- las faltas de ortograf¨ªa. Un "hallan sucedido", escrito en Babelia, irrita doblemente a los lectores que lo descubren, precisamente, en el suplemento cultural.
Y, como s¨ªntesis de este universo, los errores, de cualquier tipo, los nombres extranjeros mal escritos -aut¨¦ntica plaga- y las erratas.
Cuando el Defensor comenta con alg¨²n redactor alg¨²n gazapo concreto, la reacci¨®n inmediata suele ser de disculpa, aduciendo la nimiedad de lo que se comenta.
El Libro de Estilo se adelant¨® a este conformismo exculpatorio, al advertir sobre errores y erratas que "los duendes de imprenta no existen" y que "tampoco los hay en la redacci¨®n".
El pasado d¨ªa 13, en el cuadernillo de Madrid se public¨® una columna de opini¨®n, firmada por Ruth Toledano, en la que se glosaba un concierto de la cantante M¨®nica Naranjo.El p¨²blico pidi¨® que interpretase la canci¨®n Sobrevivir¨¦ y la artista explic¨® que no pod¨ªa porque el Ayuntamiento de Madrid se lo hab¨ªa prohibido, "pues el alcalde ?lvarez del Manzano dice que incita al macarreo".
La autora de la columna de opini¨®n daba por seguro que el Ayuntamiento "no puede prohibir que M¨®nica Naranjo cante un tema" pero, a rengl¨®n seguido, daba por buena la menci¨®n al alcalde.
"Si la cantante aprovech¨® para hacer semejante alusi¨®n, necesariamente ha tenido que recibir tal juicio por parte de dicho individuo", escribi¨®, y a partir de esa supuesta y fatal necesidad, se aplicaba a repartir estopa al alcalde con gran dureza.
Pilar Llad¨®, directora de comunicaci¨®n del Ayuntamiento de Madrid se ha dirigido al Defensor para hacer constar que el alcalde, por supuesto, no ha prohibido nada, pero tampoco ha formulado ning¨²n juicio sobre la canci¨®n de marras que la cantante acab¨® interpretando.
La empresa representante de M¨®nica Naranjo ha escrito al alcalde para explicarle que se trataba de una alusi¨®n "en clave de humor" y que "era evidente que se trataba de una broma".
Y Ruth Toledano ha dicho al Defensor que ella dio por bueno el comentario de la cantante, que se siente "ofendida y agraviada como el resto del p¨²blico" por la broma y que lamenta lo ocurrido.
Se trata de una mezcla sutil de informaci¨®n y opini¨®n. Se da por bueno un dato -la afirmaci¨®n de la cantante- sin comprobarlo y, apoy¨¢ndose en la falsedad, se vapulea a un personaje.
Jes¨²s Duva, jefe de la secci¨®n de Madrid, admite que falta un ¨²ltimo control de la secci¨®n sobre los textos de opini¨®n para evitar que se deslicen errores de este tipo. M¨¢s necesario cuando, como en este caso, amplifican una "broma", de muy dudoso gusto, sobre las costillas del estigmatizado.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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