El submarino, los llanitos y el Campo de Gibraltar
Cuando se negocia con los brit¨¢nicos la retrocesi¨®n de Gibraltar o cuando el tema apunta cada oto?o en Naciones Unidas, los representantes de Su Graciosa Majestad aluden a los intereses de la poblaci¨®n cuando no se aventuran a alegar sus deseos, incluida su voluntad. Y citan el pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n de 1969, en que los califica de prioritarios, paramount, y que, dicen, orienta y vincula al Gobierno de Londres. Como se sabe, uno de los considerables ¨¦xitos de la diplomacia espa?ola, ya desde los a?os sesenta, fue subrayar el principio establecido en el p¨¢rrafo 6? de la resoluci¨®n madre de la descolonizaci¨®n (Resoluci¨®n 1514, 1960), que condena el atentado a la integridad territorial. La primera ministra Margaret Thatcher, en una intensa discusi¨®n conmigo en el 10 de Downing Street en marzo de 1983, pugna que luego ella calificar¨ªa de muy positiva por resultar clarificadora, lleg¨® a decirme que no pod¨ªamos situarnos en la ¨¦poca de la diplomacia cl¨¢sica en base a t¨ªtulos hist¨®ricos y conflictos territoriales. Est¨¢bamos en la ¨¦poca de la democracia y en ella los intereses de la poblaci¨®n primaban.El comportamiento del Gobierno brit¨¢nico desoyendo la petici¨®n de la poblaci¨®n gibraltare?a de que el submarino nuclear Tireless sea reparado en puerto de las islas y que se evite as¨ª todo efecto nocivo en la Roca, neg¨¢ndose a una investigaci¨®n t¨¦cnica internacional, pone de manifiesto que prevalecen las dimensiones de la antigua -y nunca totalmente superada- pol¨ªtica de poder. Siempre ha sido as¨ª en alguna medida, en las decisiones de Londres, ahora de manera descarada.
El Gobierno espa?ol no ha estado tampoco a la altura de lo que el problema exig¨ªa: contradicciones entre los ministros y el presidente del Gobiemo, supeditaci¨®n al objetivo leg¨ªtimo de mantener relaciones correctas con Londres y falta de sensibilidad respecto a la poblaci¨®n del Campo, por no subrayar el error medi¨¢tico de tomar a broma lo que es asunto muy serio.
La bah¨ªa en cuyo muelle est¨¢ atracado el Tireless es, en todo caso, compartida. Espa?a nunca reconoci¨® aguas al Pe?¨®n y ciudad, pero ha ido aceptando como l¨ªmite la mediana. Hay derechos aceptados nacidos del imperativo de seguridad de los colindantes. As¨ª, los definidos en la Zona A¨¦rea Prohibida, convertida en Zona A¨¦rea Restringida en marzo de 1985, tras las negociaciones de Ginebra.
El control de la desnuclearizaci¨®n en nav¨ªos que tocan nuestros puertos es uno de los temas m¨¢s dif¨ªciles de llevar a cabo. Y la desnuclearizaci¨®n fue una de las condiciones de la consulta en refer¨¦ndum sobre la OTAN en febrero de 1986.
Pero a esta obligaci¨®n de defender nuestra seguridad en el Campo se une la simpat¨ªa y apoyo a la seguridad de la poblaci¨®n de la Roca. Un natural inter¨¦s por los llanitos.
Una vez m¨¢s aparece que los intereses de la poblaci¨®n de Gibraltar y los del Campo coinciden. Esta coincidencia puede convertirse en factor de cooperaci¨®n entre ambas poblaciones.
No hac¨ªa falta que Mrs. Thatcher me recordara la poblaci¨®n, porque la misma ha sido motivo de mi inter¨¦s y de mi dedicaci¨®n antes, durante y despu¨¦s de mi ejercicio en el Palacio de Santa Cruz.
Siempre me produce sonrojo contar las propias batallas, porque esta dedicaci¨®n narrativa es propia de la edad, pero por si mi experiencia puede aportar algo a la comprensi¨®n de la comunidad gibraltare?a, unos pocos datos.
Mi dedicaci¨®n al tema ha motivado reiteradas visitas y el di¨¢logo en el Pe?¨®n. La ¨²ltima vez, el 26 de septiembre pasado, cuando ya estaba atracado el Tireless.
Desde fines de los setenta tuve contactos con l¨ªderes sindicales, pol¨ªticos y profesionales en San Roque, aprovechando los cursos de verano en 1981 y en 1982, no s¨®lo con los palomos, sino con l¨ªderes que luego llegaron al Gobierno, como Joe Bossano. Por tres veces particip¨¦ en mesas redondas con gibraltare?os, tratando de explicar la posici¨®n espa?ola. Y en las tres ocasiones expuse nuestra posici¨®n a favor de la retrocesi¨®n y la garant¨ªa a los derechos y aspiraciones de la poblaci¨®n, en la televisi¨®n gibraltare?a: en agosto de 1982, acompa?ado del miembro brit¨¢nico del Parlamento Europeo Charles Wellesley, lord Douro, debatimos con un panel de treinta y cinco llanitos; en 1988, en el momento de la firma del acuerdo sobre el aeropuerto, sir Joshua Hassan no lleg¨®, al estar retenido en el aeropuerto de Faro, Portugal, de vuelta de Londres, pero s¨ª discut¨ª con Joe Bossano; hace un mes, el 26 de septiembre, cuando acud¨ª al Pe?¨®n invitado a una cena-coloquio -con m¨¢s de trescientos comensales- en el Casino Calpe, entidad fundada en 1854.
Y luego, en Bruselas, en Estrasburgo, en Gibraltar he hablado y escuchado a Peter Isola, Joe Bossano, sir Joshua Hassan, y en la capital belga, en una breve entrevista que a m¨ª me supo a poco con el actual ministro principal, Caruana.
Siempre que voy a Gibraltar me repiten una frase que, seg¨²n los llanitos, yo dije siendo ministro. Seg¨²n su versi¨®n, yo habr¨ªa declarado que "si me diesen Gibraltar en una bandeja contra la voluntad de sus habitantes no lo aceptar¨ªa". La versi¨®n exacta, repetida por m¨ª en la televisi¨®n hace un mes, es que "si me dieran Gibraltar en una bandeja en contra de la voluntad de sus habitantes, quiz¨¢s lo aceptase, pero la retrocesi¨®n deb¨ªa asentarse en una comprensi¨®n rec¨ªproca".
La poblaci¨®n de Gibraltar no es parte en el proceso de retrocesi¨®n, pero esto no quiere decir que sus intereses y situaci¨®n no sean esenciales para que tenga buen t¨¦rmino. ?C¨®mo proceder? Un antecedente orientador. En la primera reuni¨®n negociadora en cumplimiento de la Declaraci¨®n de Bruselas que comprometi¨® a las dos partes a negociar todas las cuestiones, incluida -expresada literalmente- la soberan¨ªa, se plante¨® la participaci¨®n de la poblaci¨®n del Pe?¨®n y de la del Campo.
Sir Geofrey Howe y yo decidimos en Ginebra -la reuni¨®n tuvo lugar el 6 de febrero de 1985- que en la reuni¨®n en que se discut¨ªa la soberan¨ªa estar¨ªan solamente las dos partes, el Reino Unido y el Reino de Espa?a, pero que en sesiones complementarias participar¨ªa una delegaci¨®n de la Ciudad de Gibraltar y otra de El Campo, integrada por alcaldes de varias de sus ciudades.
Hace unos a?os en Londres, encontr¨¦ en una librer¨ªa las memorias de sir Geofrey Howe, Divided loyalties; en el ¨ªndice onom¨¢stico vi mi nombre. Busqu¨¦
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