Libertad
Si algo caracteriza los comportamientos sociales del capitalismo tard¨ªo es la absoluta confusi¨®n entre libertad e irresponsabilidad. Quebrados los horizontes autoritarios, no se ha construido una idea inteligente de la libertad, es decir, responsable, porque la responsabilidad es la forma ¨¦tica de la inteligencia. Ser libre resulta ahora un ¨¢mbito compulsivo de derechos, una impertinencia maleducada y consumista, que no atiende a ninguna forma pactada de obligaciones. El des¨¢nimo de una parte important¨ªsima del profesorado espa?ol no se debe s¨®lo a la preparaci¨®n cada vez m¨¢s deficiente de los alumnos, sino a la actitud de desvinculaci¨®n moral, a la falta de respeto con la que se mueven los nuevos ciudadanos por los desiertos arenosos y solitarios de su libertad. ?se es nuestro futuro. Hay algunos intelectuales desorientados que denuncian los signos del poder en la figura del profesor autoritario que intenta imponerse con gritos y castigos a su alumnado. Se dan todav¨ªa lamentables personajes de este tipo, pero ya no tienen significaci¨®n p¨²blica. Los s¨ªntomas del poder se dan ahora en la orgullosa figura de los alumnos que pierden el respeto al profesor, que desprecian p¨²blicamente las asignaturas y los v¨ªnculos, que pasan con cierta facilidad del desinter¨¦s al insulto y a la violencia.Como denunci¨® N. Chomsky en sus an¨¢lisis de la sociedad norteamericana, estas confusiones son la consecuencia de una interesada degradaci¨®n paternalista de la democracia. A los ciudadanos les conviene no saber, no preocuparse, confiar los destinos de su felicidad al secreto de unas ¨¦lites que piensan, organizan y matan en su nombre. Los paradigmas del alumno maleducado est¨¢n ¨ªntimamente unidos a la abstenci¨®n electoral y a las corrupciones de la democracia representativa. La cultura norteamericana, faro implacable del mundo, indica los nuevos intereses del poder: una ¨¦lite pensante y una inmensa mayor¨ªa de ciudadanos tard¨ªos o de retrasados mentales. Cualquier ciudadano europeo medio que sube a un avi¨®n norteamericano se siente avergonzado por las preguntas de chiste que suelen formular los servicios de seguridad: ?ha hecho usted su maleta? ?Le ha dado alguien, quiz¨¢ con pinta de malo, requetemalo terrorista, un paquete, para que lo lleve usted en el equipaje? Son preguntas de un poder que ha decidido pensar por el ciudadano, ampararlo hasta convertirlo en tonto, hasta negarlo como unidad moral. Los ciudadanos norteamericanos, en el fondo, ya no son responsables ni de su propio dinero, ra¨ªz moral del liberalismo. Joaqu¨ªn Estefan¨ªa se?al¨® en El poder en el mundo que tres grandes fondos de pensiones americanos movilizan diez veces m¨¢s d¨®lares que las reservas de divisas del G-7. El jubilado de Columbus, Ohio, no sabe que su dinero sirve para desestabilizar econom¨ªas en el mercado financiero internacional.
El sentimiento antiamericano no es s¨®lo una huella de la antigua izquierda, parece m¨¢s una preocupaci¨®n sensata por el futuro. El esc¨¢ndalo electoral de Florida demuestra que a la democracia norteamericana se le ha ido la mano y que la tonter¨ªa alcanza ya a una parte de sus ¨¦lites. Siento que Salvador Allende no pueda asistir al espect¨¢culo bananero del Imperio.
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