Ernest Lluch
Dec¨ªa Winston Churchill que los Balcanes producen mucha m¨¢s historia de la que son capaces de digerir. Cualquier conversaci¨®n con un anciano de la antigua Yugoslavia, de cualquier nacionalidad o religi¨®n, remite no a la II Guerra Mundial, sino a las gestas medievales, a los mitos de la tribu, a los odios ancestrales. Basta con leer la espl¨¦ndida novela Un puente sobre el Drina, de Ivo Andric, el ¨²nico Premio Nobel de Literatura yugoslavo, para darse cuenta de la pervivencia de los terribles fantasmas del pasado en los esp¨ªritus balc¨¢nicos. Y ?qu¨¦ decir de la historia de los vascos? ?Cu¨¢nto tiempo tardar¨¢n en digerir tanta muerte gratuita, tanta barbarie en nombre de la patria, tanto lastre de un pret¨¦rito perfecto salpicado de praderas verdes, de agricultores y ganaderos felices que impidieron con su fiereza y su aislamiento que se acercaran culturas de di¨¢logo y mestizaje como la romana o la ¨¢rabe?Todo crimen genera id¨¦ntica repugnancia, pero los asesinos de ETA suelen elegir cuidadosamente a sus v¨ªctimas. Por ello la muerte de Ernest Lluch env¨ªa un terror¨ªfico mensaje a la sociedad. Intelectual antes que pol¨ªtico, persona afable y dialogante, federalista convencido, Ernest Lluch fue uno de los puentes -a un tiempo m¨¢s s¨®lidos y flexibles- entre la izquierda espa?ola y los nacionalismos catal¨¢n, vasco o gallego. Pero cuando las huellas de su sangre se hayan borrado, Ernest Lluch pasar¨¢ a los libros de historia por haber sido el ministro que universaliz¨® la asistencia sanitaria en Espa?a. Con esa sonrisa de p¨ªcaro y un flequillo de eterno rebelde, el que fuera profesor de la Universidad de Valencia defendi¨® siempre el di¨¢logo como la ¨²nica v¨ªa para lograr el fin de la violencia hasta el punto de sentirse incomprendido, a veces, por unos y por otros. Los etarras han asesinado, pues, a un s¨ªmbolo del di¨¢logo. Ahora bien, Gemma Nierga interpret¨® ayer el legado de Lluch al reclamar di¨¢logo, una vez m¨¢s, tras la impresionante manifestaci¨®n de Barcelona. Que la raz¨®n del futuro se imponga a las pistolas del pasado es el mejor homenaje que podemos rendir a Ernest Lluch.
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