Ad¨¦u Ernest
Esas fueron las palabras con las que me desped¨ª el fat¨ªdico martes pasado de mi maestro y amigo de ya tantos a?os, Ernest Lluch. Al colgar el tel¨¦fono me quedaron, como tantas veces, algunas tareas pendientes. Hablamos un buen rato. Hablamos sobre el curso que acababa de impartir en la Fundaci¨®n Ca?ada Blanch. Luis Aznar, el gerente de la Fundaci¨®n, me hab¨ªa comunicado poco antes la gran satisfacci¨®n manifestada por los estudiantes con las tres semanas de clases. Se hab¨ªan sorprendido y alegrado de poder disfrutar de tan famoso profesor y que a la vez resultara humanamente tan pr¨®ximo e intelectualmente tan comprensible. La mayor¨ªa no eran estudiantes de Econ¨®micas; pero, en el fondo, Lluch estaba satisfecho y me insisti¨® en la idea de que los estudiantes universitarios espa?oles son mucho mejores de lo que a menudo suelen decir sus profesores. S¨®lo les faltaba atreverse a intervenir m¨¢s en las clases. Hablamos sobre Fabi¨¤ Estap¨¦, que la semana pr¨®xima ven¨ªa invitado a Valencia por el Colegio de Economistas. Sobre la necesidad de aprender, cuidar y hasta desvivirse por los maestros, al mismo tiempo que del deber de seguir su ejemplo buscando nuevos desarrollos de las ideas y nuevos caminos. Y que en ello radicaba en realidad el progreso del conocimiento y el de la misma vida. Me insisti¨® un largo rato a prop¨®sito del ¨²ltimo art¨ªculo que entonces hab¨ªa publicado en estas p¨¢ginas, y con apasionamiento por las posibles tergiversaciones, sobre el d¨¦ficit de tolerancia intelectual y pol¨ªtica que padec¨ªa nuestra sociedad; y de c¨®mo, ¨¦l mismo, a pesar de sus profundas diferencias con el Gobierno actual, no hab¨ªa tenido remilgos al asesorar en determinadas materias espec¨ªficas cuando se lo hab¨ªan requerido. As¨ª ocurri¨® en materia sanitaria hasta el ¨²ltimo cambio ministerial.Me pregunt¨® si hab¨ªa recibido ya la versi¨®n definitiva de la tesina -en realidad el trabajo de investigaci¨®n- de un jovenc¨ªsimo profesor de su departamento sobre Zuaznavar y el debate acerca del comercio de granos en Navarra a principios del siglo XIX, anunci¨¢ndome la pr¨®xima visita del autor para revisar el trabajo. Aprovech¨® para reiterarme su preocupaci¨®n por la falta de atenci¨®n o de calor humano que en ocasiones sufren los j¨®venes investigadores en los departamentos universitarios, lo que entra?aba el peligro de limitar sus potencialidades e incluso de conducir a dolorosos fracasos. Por ¨²ltimo, y antes de despedirse con la cordialidad de siempre, se interes¨® por la evoluci¨®n reciente de la tesis doctoral sobre el pensamiento econ¨®mico de la Ilustraci¨®n valenciana. En el que ser¨ªa su ¨²ltimo d¨ªa de estancia en Valencia, el 2 de noviembre, celebramos a su propia iniciativa una densa y a la vez distendida sesi¨®n de trabajo sobre esa tesis. Anim¨® a su pronta terminaci¨®n, subray¨® los nuevos aspectos que hab¨ªa aprendido y cuando nos fuimos del aula del departamento qued¨® en la pizarra lo ¨²ltimo que hab¨ªa escrito: Viva... el nombre del doctorando.
Ad¨¦u Ernest, la fuerza de la sinraz¨®n que tanto combatiste nos ha dejado esta vez m¨¢s tareas pendientes que las de costumbre. Trataremos de seguir tu ¨¢nimo y ejemplo.
Vicent Llombart es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Econ¨®mico de la Universidad de Valencia.
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