Las tres edades de la ¨¦tica empresarial
En los a?os setenta del siglo XX surge con fuerza en Estados Unidos la Business Ethics, la "¨¦tica de los negocios", que buena parte del mundo europeo prefiri¨® rotular como "¨¦tica de la empresa". Tal vez porque el capitalismo neoamericano, del que hablaba Michel Albert, lleva a concebir la empresa como un negocio de usar y, si conviene, tirar, mientras que el capitalismo renano invita a entender la empresa como un grupo humano, que lleva adelante una tarea valiosa para la sociedad, la de producir bienes y servicios, a trav¨¦s de la obtenci¨®n del beneficio. La empresa, desde este punto de vista europeo, no se usa y se tira, se "emprende" con esp¨ªritu creador.Las nueva ¨¦tica empresarial se extendi¨® por Europa, Am¨¦rica Latina y Oriente, y resulta curioso comprobar c¨®mo habitualmente las gentes se asombraban de que alguien osara ligar dos t¨¦rminos como "¨¦tica" y "empresa". El comentario, en una lengua u otra, era siempre el mismo: es como querer juntar aceite y agua.
Parecen olvidar qu¨ªenes as¨ª opinan que el fundador del liberalismo econ¨®mico, Adam Smith, era profesor de Filosof¨ªa Moral y cre¨ªa en la econom¨ªa como una actividad capaz de generar mayor libertad y, por ende, mayor felicidad. Y parecen olvidar igualmente que, junto a La riqueza de las naciones, escribi¨® Smith una impresionante Teor¨ªa de los sentimientos morales. Con todas las insuficiencias que pueda contener el pensamiento de Smith y sin apostar por el liberalismo econ¨®mico, conviene recordar, sin embargo, que la empresa industrial no naci¨® de espaldas a valores ¨¦ticos.
As¨ª lo suscribi¨® Max Weber en La ¨¦tica protestante y el esp¨ªritu del capitalismo, al defender que el esp¨ªritu del capitalismo precedi¨® a su encarnadura econ¨®mica, porque la ¨¦tica protestante conformaba ese esp¨ªritu que alent¨® el cuerpo del capitalismo, un cuerpo que parece ser inmortal, porque cuenta en su haber al menos con dos reencarnaciones.
Sin entrar en la pol¨¦mica sobre si la Escuela de Salamanca precedi¨® al esp¨ªritu protestante como inspirador del capitalismo, no est¨¢ de m¨¢s recordar aquel ¨¢nimo del empresario vocacionado del que hablaba Weber. El empresario, convencido de que Dios le ha encomendado la misi¨®n de crear riqueza material para la comunidad, se entrega a esa tarea con un empe?o que va m¨¢s all¨¢ de su inter¨¦s ego¨ªsta. Por eso renuncia a los bienes suntuarios y utiliza el beneficio en reinversi¨®n, haciendo posible el capitalismo industrial.
En el ¨²ltimo tercio del siglo XX la ¨¦tica de la empresa no nace con el mismo esp¨ªritu, aunque en el mundo empresarial se utilice a menudo un lenguaje religioso. Es ¨¦sta una ¨¦poca, no ya "industrial", sino "postindustrial", con ese vergonzante "post" de los tiempos que todav¨ªa no saben asignarse un r¨®tulo acorde con una identidad algo clara y tienen que caracterizarse por contrapo-sici¨®n al periodo anterior.
Tras los esc¨¢ndalos del Watergate, la sociedad norteamericana recuerda que la confianza es un recurso demasiado escaso, cuando es la argamasa que une a los miembros de una sociedad, y las empresas emblem¨¢ticas refuerzan la vigilancia sobre su propia conducta. Nace entonces lo que, a mi juicio, puede considerarse como "¨¦tica de la empresa de la ¨¦poca postindustrial", con los c¨¦lebres apotegmas "la ¨¦tica es rentable", la "¨¦tica vende", justamente porque la cohesi¨®n en torno a valores ¨¦ticos permite a una empresa ser competitiva. Teniendo en cuenta que "competitiva" significa no que adquiere la capacidad de arrojar a sus competi-doras del mercado (cosa con la que demasiados sue?an), sino que mantiene su "viabilidad", su capacidad para mantenerse en el mercado, con una buena relaci¨®n calidad-precio, conquistando nuevos clientes.
Asegurar la viabilidad es imposible, porque los seres humanos nos movemos siempre en la incertidumbre; ninguna empresa puede garantizarla, aunque cuantos trabajen en ella tengan una formaci¨®n puntera. Pero una cosa es "garantizar", otra, "aumentar el grado de probabilidad" y, desde esta ¨²ltima perspectiva, las empresas "excelentes", las empresas m¨¢s ¨¦ticas, aumentan esa probabilidad de mantener su competitividad en un mercado darwinista.
En ¨¦l no vencen los "f¨ªsicamente fuertes", los que poseen un gran capital f¨ªsico, sino los excelentes: los que atienden a cuantos son afectados por la actividad empresarial (los c¨¦lebres "stakeholders"), y no s¨®lo a los accionistas ("shareholders"); los que saben emplear sus recursos cognoscitivos (la no menos c¨¦lebre "gesti¨®n del conocimiento"); los que plantean su actividad desde unos valores ¨¦ticos que constituyen la identidad de la empresa y que son tanto m¨¢s necesarios cuanto m¨¢s ocupe escenarios transnacionales. Justamente la dispersi¨®n geogr¨¢fica exige una mayor identidad nuclear, que se modula en cada pa¨ªs seg¨²n su cultura, aprendiendo de ella, pero con unos valores b¨¢sicos que sirven de respuesta a la pregunta: "?qui¨¦nes somos realmente?".
Empresas excelentes ser¨ªan, entonces, las que bregan por la calidad, armonizan las capacidades del grupo desde el ejercicio del liderazgo, se forjan d¨ªa a d¨ªa un buen car¨¢cter y tratan de crear un "clima ¨¦tico", en el que el grupo percibe que en los distintos niveles las decisiones se toman contando con valores ¨¦ticos. Para colaborar en esa tarea existen instrumentos bastante perfilados, como puedan ser los c¨®digos ¨¦ticos, los comit¨¦s de seguimiento y las auditor¨ªas, siempre que se entienda que el modo de obligar "¨¦tico" no es el modo de obligar "jur¨ªdico", porque lo ¨¦tico pasa siempre por ese dif¨ªcil -pero insoslayable- tamiz de la convicci¨®n, que no se resuelve con sanciones externas.
La ¨¦tica de la empresa lleva ya una apasionante andadura tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs, pero en el cambio de milenio se est¨¢ viendo confrontada a nuevos retos, porque, al parecer, la sociedad en su conjunto va reconociendo su perfil y se atreve a ponerse un nombre: estamos -se dice- en la "sociedad informacional", se est¨¢ produciendo el tr¨¢nsito del "capitalismo renano" y el "capitalismo californiano" al "capitalismo de Internet". ?Sigue siendo posible y necesaria una ¨¦tica de las empresas en esta nueva ¨¦poca?
Seg¨²n la conocida trilog¨ªa de Castells, las metas por las que surgi¨® el capitalismo informacional resultan un tanto descorazonadoras para la ¨¦tica, ya que naci¨® con el af¨¢n de profundizar en la l¨®gica de la b¨²squeda de beneficios, intensificar la productividad del trabajo y el capital, globalizar la producci¨®n y conseguir el apoyo estatal para aumentar la productividad y la compe
titividad de las econom¨ªas nacionales; todo lo cual ir¨ªa en detrimento de la protecci¨®n social y el inter¨¦s p¨²blico.
Con todo ello parece que nuestra joven ¨¦tica empresarial se enfrenta a problemas casi insalvables, si los pensamos en profundidad. Parece dif¨ªcil conseguir que la cultura de la red sea la propia de una ¨¦tica c¨ªvica, tan penosamente conquistada, y no una Babel de posiciones m¨²ltiples; la vulnerabilidad del trabajo pone en entredicho las justas exigencias de un salario digno, no digamos la participaci¨®n del trabajador poco o medianamente cualificado, siempre en la cuerda floja; complicado resulta en estas circunstancias concebir las empresas como grupos humanos, dilucidar qui¨¦nes son los afectados, mantener el liderazgo contando con directivos que cambian de empresa en cuanto la oportunidad econ¨®mica o profesional se lo permite. Por no hablar del gran reto ¨¦tico, que consiste -tambi¨¦n para las empresas- en forjarse un car¨¢cter, un ethos responsable, a trav¨¦s de decisiones que tienen por horizonte el medio y el largo plazo, cuando el cortoplacismo es, por decirlo con Gabino Izquierdo, el tiempo de esta sociedad informacional.
Se ampliar¨ªa el elenco de problemas con los de la movilidad de capitales, que parece introducir un abismo entre la econom¨ªa real y la especulativa, y con esa dolorosa marginaci¨®n de pa¨ªses y de trabajadores que ya no interesan ni para ser explotados.
Ante este panorama, los timoratos de toda la vida arrojan la toalla, porque el mundo les viene grande y pierden todas las bazas. Los excelentes de entendimiento y, sobre todo, de coraz¨®n convierten los problemas en oportunidades y se emplean a fondo en la tarea de pensar y, sobre todo, hacer la ¨¦tica de la empresa en la sociedad de la informaci¨®n, convencidos de que lo que tiene que hacerse es posible, lo que redunde en bien de cada uno de los seres humanos es irrenunciable. Como comenta Sen en su ¨²ltimo libro, "en el an¨¢lisis del desarrollo, el papel de la ¨¦tica empresarial debe dejar de tener una oscura presencia y ser reconocido claramente".
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