Cuantos m¨¢s seamos, mejor
Hoy, m¨¢s que nunca, la riqueza de las naciones proviene del trabajo que realizan las personas, del capital humano. El hecho de que un prestigioso think-tank de empresarios haya sugerido la creaci¨®n de un fondo privado que sufrague las cotizaciones de las mujeres que toman baja por maternidad, me parece la conclusi¨®n l¨®gica de una pauta cultural y de pensamiento profundamente instalada en la sociedad espa?ola, que desprecia, precisamente, ese valor.Si Espa?a tuviera la tasa de actividad femenina que tiene hoy como media la Uni¨®n Europea tendr¨ªamos a 3,3 millones de mujeres espa?olas m¨¢s en puestos de trabajo remunerados. No invoco estas cifras tan abultadas para utilizarlas como arma pol¨ªtica contra los que piensan que alcanzar el pleno empleo va a ser un caminito de rosas. Ni siquiera para denunciar la evidente injusticia social que suponen. Mi argumento es plenamente econ¨®mico. El hecho de que en la Espa?a del siglo XXI un sector important¨ªsimo de su capital humano no se dedique a tareas remuneradas significa un enorme desperdicio de nuestro potencial de crecimiento econ¨®mico, de renta, de riqueza y de prosperidad colectiva.
Sin embargo, los planes de empleo que formulan nuestros gobernantes pasan de puntillas sobre ese potencial perdido, en el af¨¢n de demostrar que muy pronto podremos alcanzar una situaci¨®n de pleno empleo. Y efectivamente, aunque a¨²n nos falta un tramo importante que avanzar (probablemente, un mill¨®n y medio de trabajadores, y sobre todo trabajadoras, no tienen hoy la empleabilidad necesaria para dejar atr¨¢s su situaci¨®n de parados), y a pesar de que ese desempleo estructural va a ser muy dif¨ªcil de erradicar con las pol¨ªticas de empleo puestas en marcha por nuestros gobernantes, hay sectores econ¨®micos y segmentos de poblaci¨®n en los que ya se comienza a vislumbrar una situaci¨®n cercana al pleno empleo: entre los varones de 35 a 50 a?os, por ejemplo, las tasas de paro en Espa?a se van situando por debajo del 6% y siguen bajando.
Miremos lo que ocurre en otros pa¨ªses en los que las vacantes superan ya con creces al n¨²mero de trabajadores en paro disponibles. En Estados Unidos, por ejemplo, se abren cupos para la inmigraci¨®n masiva de t¨¦cnicos. Para ese pa¨ªs, la continuaci¨®n del crecimiento econ¨®mico comienza a depender de la ampliaci¨®n de su capital humano. En Holanda, por citar un pa¨ªs que est¨¢ utilizando una v¨ªa socialdem¨®crata exitosa a la "nueva econom¨ªa", la preocupaci¨®n es la misma: sus responsables p¨²blicos no est¨¢n centrados ya en el problema del paro (la tasa actual de paro se sit¨²a en torno al 3,3), sino en qu¨¦ pol¨ªticas son las m¨¢s adecuadas para aumentar la poblaci¨®n activa. En estos dos pa¨ªses, uno anglosaj¨®n y otro europeo, uno m¨¢s liberal, el otro m¨¢s socialdem¨®crata, pero ambos progresando en la "nueva econom¨ªa", lo que aqu¨ª se defiende se ha convertido ya en una evidencia: aumentar el n¨²mero de trabajadores y trabajadoras se ha convertido en el factor clave de su crecimiento econ¨®mico.
Sin embargo, Espa?a se est¨¢ aproximando muy mal equipada social y culturalmente a este planteamiento, que ser¨¢ inevitable en el futuro. La evidencia es que la sociedad espa?ola ha tenido que pagar en t¨¦rminos de baj¨®n de su tasa de natalidad, el m¨¢s espectacular a escala mundial, la incipiente incorporaci¨®n de la mujer a trabajos remunerados fuera del hogar. Las mujeres de entre 25 y 40 a?os que se han incorporado ya al mundo laboral, lo han tenido que hacer al precio de renunciar a ser madres. Y las que han tenido hijos se enfrentan ahora, con una carga inmerecida de estr¨¦s y culpabilidad, a una creciente "generaci¨®n de la llave" (chavales que pasan las tardes solos en casa). En esa "generaci¨®n de la llave", en la ausencia de un apoyo activo de los padres a la educaci¨®n que se recibe en la escuela, radica, en mi opini¨®n, uno de los factores clave que hacen que uno de cada cuatro j¨®venes espa?oles fracase escolarmente.
Y es que, en realidad, para alcanzar los niveles europeos de actividad laboral femenina necesitaremos ir configurando una sociedad espa?ola con rasgos muy diferentes a la actual. A¨²n tenemos una manifiesta rigidez en los horarios de trabajo, muchas veces partidos en dos por dos horas de comida (el horario predominante en los servicios espa?oles), mientras que el resto de pa¨ªses europeos sin excepci¨®n terminan sus jornadas de trabajo entre las cinco y las seis de la tarde. No existen apenas guarder¨ªas para infantes, y no existen actividades extracurriculares de tarde provechosas para los ni?os y ni?as, o para los j¨®venes de los institutos. Adem¨¢s, siguen siendo las mujeres las que, a diferencia de nuestros vecinos europeos, han de tomar la carga del cuidado de los dependientes (tetrapl¨¦jicos, discapacitados mentales, familiares mayores) en un mill¨®n largo de familias espa?olas.
Necesitamos una nueva cultura familiar y del papel del hombre y la mujer en nuestra sociedad para conseguir que esos millones de mujeres se incorporen a la vida laboral, y para que, al mismo tiempo, remonte la tasa de natalidad y aumenten las horas de convivencia y educaci¨®n familiar por parte de madres y, sobre todo, padres. Pero, como siempre, una nueva cultura no ser¨¢ el resultado de la voluntad de la gente, sino de nuevas normas y estructuras sociales que la generen. Se necesita progresar enormemente en la flexibilizaci¨®n de las horas y los horarios de trabajo para hacerlos compatibles con la vida familiar. Se necesitan m¨¢s incentivos laborales y fiscales a la maternidad (y paternidad), y no menos, como proponen algunos pensadores empresariales. Y al mismo tiempo se necesita descargar la vida familiar para hacerla compatible con el trabajo profesional: se necesita una red de escuelas infantiles, se necesita un sistema de asistencia domiciliaria accesible para todos, se necesita un gigantesco esfuerzo municipal para organizar las actividades educativas de tarde de los ni?os y j¨®venes espa?oles. Pero todo esto no ser¨¢ posible si no se cambia primeramente la mentalidad general sobre de d¨®nde proviene la riqueza de las naciones en el siglo XXI: y ¨¦sta, m¨¢s que nunca, va a provenir del trabajo.
Esta visi¨®n positiva respecto al trabajo como el nuevo capital que hace posible la prosperidad permite adem¨¢s contemplar, desde una perspectiva muy diferente, otras facetas de la realidad. Los inmigrantes deber¨ªan ser considerados m¨¢s como una bendici¨®n que como un problema. Su integraci¨®n social y su promoci¨®n profesional es algo que les interesa a ellos, pero tambi¨¦n a nosotros. Es un aut¨¦ntico despilfarro de recursos, y una oportunidad de riqueza que perdemos todos, el hecho de que decenas de miles de inmigrantes procedentes del Este europeo (y tambi¨¦n de Am¨¦rica Latina) con titulaciones superiores malvivan subempleados en el sector sumergido y clandestino de la construcci¨®n o la agricultura. ?Y qu¨¦ decir de la Espa?a interior, donde en cada pueblito de 200 o 400 habitantes la media de edad sobrepasa los 60 a?os? Un pa¨ªs de poblaci¨®n que envejece y cuyas zonas rurales se van despoblando har¨ªa bien en adoptar un planteamiento "poblacionista" respecto a la inmigraci¨®n, pensar en ella como futuros espa?oles, y promover que una parte de la misma se dirija a una repoblaci¨®n necesaria de la Espa?a interior, que otra parte tenga acceso a cualificaciones y que los inmigrantes que las tienen puedan promocionarse profesionalmente en igualdad al resto de los espa?oles. Pero nada de ello ser¨¢ posible a partir de la visi¨®n anticuada y defensiva de nuestros gobernantes en materia de extranjer¨ªa.
En la sociedad del conocimiento, la ventaja competitiva de Espa?a no va a depender tanto del dinero como de las personas. Cuantas m¨¢s personas prepare nuestra sociedad para trabajar, m¨¢s oportunidades de prosperidad tendremos todos. Pero, como se ha visto a lo largo de esta reflexi¨®n, ello presupone cambiar en profundidad conceptos, normas y estructuras premodernas en la sociedad espa?ola contempor¨¢nea
Manuel Escudero es profesor de Macroeconom¨ªa en el Instituto Empresa y autor de Pleno empleo, Ed. Espasa.
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