Un domingo cualquiera

Podr¨ªa haber sido perfectamente como un domigo cualquiera y haber estado en mi casita durmiendo o leyendo el peri¨®dico, o simplemente en misa de doce. Pero casualmente coincidi¨® que estaba en Madrid el d¨ªa de la manifestaci¨®n a favor de la abolici¨®n de la Deuda Externa. As¨ª, que despu¨¦s de visitar una exposici¨®n de fotos, me apeteci¨® sumarme a este acto. Al fin y al cabo, en marzo yo tambi¨¦n cumpl¨ª con el deber c¨ªvico de depositar mi voto en una urna y dej¨¦ constancia de mi oposici¨®n -al igual que un mill¨®n de ciudadanos ejemplares- a que se perpet¨²e la cruel e injusta deuda impuesta a pa¨ªses empobrecidos.Fue un acto simp¨¢tico y todo un ejercicio de democracia (ambos, manifestaci¨®n y consulta popular). Pero la ilusi¨®n fue rota bruscamente, con el rudo desalojo de unos muchachos y muchachas que quisieron realizar el simb¨®lico acto de llevar esta reivindicaci¨®n de una parte sustancial del pueblo ante las puertas de su C¨¢mara de representantes, cuyos miembros fueron elegidos el mismo d¨ªa y por la misma gente que vot¨® a favor de la abolici¨®n de la deuda externa. Lamentablemente se sucedieron golpes y detenciones, y corri¨® la sangre por los pelda?os del Congreso. Me sorprende que acabara tan mal un acto tan inocente e inofensivo, protagonizado por gente de buena voluntad. Como tambi¨¦n me llama la atenci¨®n la constataci¨®n de que de no haberse producido esa injustificable violencia esta noble movilizaci¨®n no hubiera acaparado la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, y aun as¨ª, en la mayor parte de los casos, s¨®lo lo hizo de modo testimonial. Una pena; quien quiera entender, que entienda.- ?lvaro Ortega. Bilbao.