Cenicientas
Resulta que este a?o se cumple el primer centenario del nacimiento de la Seguridad Social. El dato me lo ha recordado una asociaci¨®n de empleadas del hogar de Bilbao, la ATH-ELE, que, con tan fausto motivo, ha lanzando una campa?a reclamando la igualdad en las prestaciones sociales. Las mujeres de la limpieza se han hartado de seguir siendo, un siglo m¨¢s tarde, las cenicientas de los trabajadores, y nunca mejor dicho, porque ya saben que Cenicienta era una chica explotada por sus hermanastras, que la ten¨ªan todo el d¨ªa dale que te pego fregando la casa como una esclava.El ¨¢mbito dom¨¦stico es un espacio laboral ambiguo. Las empleadas del hogar est¨¢n solas en una casa ajena, poseen un nivel de estudios usualmente bajo y se dedican a un trabajo que todo el mundo desde?a: los hombres, porque nunca lo han considerado un verdadero trabajo, y las mujeres, porque generalmente lo detestan. Por si esto fuera poco, ahora la mayor¨ªa de las empleadas son extranjeras. Quiero decir que las trabajadoras del hogar re¨²nen muchas papeletas para la explotaci¨®n y para el abuso. Me consta que muchas tienen que aguantar tontas humillaciones y a un buen mont¨®n de imb¨¦ciles.
Pero no es eso lo peor. Lo verdaderamente inadmisible es que el marco legal corrobora esa indefensi¨®n. De hecho, est¨¢n sujetas a un r¨¦gimen especial de la Seguridad Social que resulta totalmente discriminatorio. Por ejemplo, no se les reconocen los accidentes de trabajo; no tienen desempleo; no cobran nada durante los veintiocho primeros d¨ªas de la baja; sus pensiones son las m¨¢s exiguas de toda la Seguridad Social, porque les aplican un c¨¢lculo especial. Adem¨¢s, no pueden darse de alta si trabajan menos de 18 horas semanales, y, si est¨¢n contratadas en m¨¢s de una casa, el empleador no paga nada y son ellas las que tienen que costearse la Seguridad Social. Si las propias leyes son as¨ª de injustas y de indignas con las trabajadoras del hogar, ?c¨®mo van a tratarlas despu¨¦s con una m¨ªnima ecuanimidad sus empleadores? Por si esto fuera poco, m¨¢s de la mitad de las dom¨¦sticas est¨¢n sin asegurar y nadie toma medidas contra este abuso. Lo m¨¢s triste de las cenicientas es que en el mundo real no existen pr¨ªncipes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.