M¨¦xico: aurora con nube
La presidencia de Vicente Fox representa, desde su arranque, un cambio radical de paradigma en la biograf¨ªa del poder en M¨¦xico. A diferencia de todos los presidentes de M¨¦xico, Fox no es un caudillo militar, ni un jefe revolucionario, abogado, contador o economista: es un empresario. Su prop¨®sito expreso es el de encabezar una cruzada m¨²ltiple de desarrollo humano en un pa¨ªs de m¨¢s de 100 millones de habitantes con severos problemas de pobreza, ignorancia, insalubridad e injusticia. Para enfrentarlos, cuenta con un ideario socialcristiano, aunado a un perfil sin precedentes en el gobierno de nuestros pa¨ªses iberoamericanos: el enfoque, la formaci¨®n, la teor¨ªa y m¨¦todo empresariales.S¨®lo la caricatura ideol¨®gica puede reducir este cambio a sus supuestos componentes de clase o imaginar que Fox instrumentar¨¢ una pol¨ªtica neoliberal. Fox es un empresario en el poder, no un empresario del poder. Muchos presidentes -y legiones de servidores p¨²blicos- no sirvieron desde el poder, se sirvieron del poder para enriquecerse, lo hicieron con la cuchara grande y hasta con buena conciencia. Fox representa algo muy distinto; de hecho, opuesto. Llega por la v¨ªa democr¨¢tica con la bandera de desterrar la corrupci¨®n y predicar con el ejemplo. Como empresario, es ante todo un vendedor y un l¨ªder. Tiene una visi¨®n de futuro con la cual ha logrado convocar el entusiasmo y la fe de una mayor¨ªa ciudadana. Se concibe como un promotor del bienestar nacional. Para lograr resultados sociales mensurables y tangibles -no simb¨®licos, demag¨®gicos o declarativos-, sabe que debe actuar en equipo y conoce las reglas de la correcta y exigente delegaci¨®n. Es consciente de que debe ordenar y racionalizar pausadamente un sector p¨²blico piramidado, costoso e ineficaz. Es un hombre din¨¢mico, pr¨¢ctico y directo, a quien mueve una evidente buena fe.
En un pa¨ªs como M¨¦xico, con sus inmensos rezagos y problemas, la acci¨®n p¨²blica puede y acaso debe manejarse, en diversas esferas, con criterios empresariales. (Por 60 a?os prevaleci¨® un manejo corporativo y clientelar, una l¨®gica pol¨ªtica en la gesti¨®n econ¨®mica y social). La l¨®gica empresarial en la acci¨®n p¨²blica, impulsada por un sentido aut¨¦ntico de misi¨®n, es una manera moderna y novedosa de intentar que el servicio que presta el Gobierno (salud, educaci¨®n, seguridad, comunicaci¨®n, vivienda, cr¨¦dito) llegue a tiempo y beneficie en verdad al consumidor, al cliente, al p¨²blico, al ciudadano.
No s¨¦ si todas las propuestas econ¨®micas y sociales que mencion¨® Fox en sus discursos tendr¨¢n ¨¦xito; estoy seguro de que, en un encuadre macroecon¨®mico responsable, muchas tienen sentido: la atenci¨®n directa e inmediata a los mexicanos m¨¢s pobres; el fomento a la microempresa y el microcr¨¦dito al turismo y la educaci¨®n media; el impulso a la descentralizaci¨®n para devolverle autonom¨ªa a ese n¨²cleo exang¨¹e que es el municipio; la alerta m¨¢xima en el problema del agua y los bosques; la desburocratizaci¨®n del servicio m¨¦dico; la rigurosa administraci¨®n que espera a la Comisi¨®n Federal de Electricidad y a Pemex.
Pero en esta aurora de la esperanza econ¨®mica y social hay una nube: la pol¨ªtica. No ignoro la importancia de las propuestas que hizo Fox en esta materia: la paz con dignidad en Chiapas, la introducci¨®n del plebiscito y el refer¨¦ndum, la reiterada oferta de respeto al equilibrio de los poderes, la sola frase "el presidente propone, el Congreso dispone", la voluntad de rendir cuentas, la promesa de respeto irrestricto a la libertad de expresi¨®n. Mucho menos dudo de la capacidad, entrega y calidad moral del equipo que conform¨®. Me preocupa, justamente, la convivencia del esp¨ªritu empresarial con la dura pero ineludible realidad de la pol¨ªtica. Un pa¨ªs no es una empresa. No hay unidad, integraci¨®n, acuerdo total posible en la vida de un pa¨ªs, salvo en excepcionales situaciones de guerra. Puede y debe haber zonas de convergencia y un clima general de concordia, pero no la desaparici¨®n de las sanas y a menudo profundas diferencias de opini¨®n entre las personas. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando la natural pluralidad pol¨ªtica enfrente al Congreso o la prensa con el proyecto de un presidente carism¨¢tico?
Es la hora de la verdad, no para la democracia, sino para la rep¨²blica. Si el Congreso acent¨²a su esp¨ªritu de partido o sus intereses personales o sectoriales, el presidente Fox apelar¨¢ sin duda, leg¨ªtimamente, a la comunicaci¨®n directa con el elector. Pero, si esa apelaci¨®n se vuelve cotidiana (o si recurre a simbolog¨ªas religiosas), estaremos bordeando, peligrosamente, un paradigma ya no moderno, sino arcaico, de hecho anterior al que predomin¨® en M¨¦xico en el siglo XX: la concentraci¨®n de poder en la persona -no en la investidura institucional- del presidente. Fox se ha declarado abiertamente contra esta posibilidad, pero las circunstancias pol¨ªticas, el impulso de su bien ganada popularidad y la tozudez del Congreso pueden enfilarlo hacia all¨¢.
Esto no quiere decir, por supuesto, que el Congreso deba jugar un papel pasivo u obsecuente. Todo lo contrario: debe jugar un papel de notoria y firme responsabilidad. All¨ª, en ese equilibrio inteligente y juicioso, no en el alarido barato, est¨¢ la oportunidad hist¨®rica para el PRI y el PRD. Pero para verla ambos partidos, sus representantes en el Congreso y sus simpatizantes tienen que actuar de acuerdo con el inter¨¦s de sus electores, fundamentar con razones cada actuaci¨®n y recobrar esa tierra de nadie que todos ellos debieron reivindicar desde hace d¨¦cadas: la herencia hist¨®rica que Fox no toc¨® en su discurso, la del liberalismo cl¨¢sico del siglo XIX.
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