Libertad
Seg¨²n el Euskobar¨®metro, menos de la tercera parte de los ciudadanos euskobarometrados se siente libre para hablar de pol¨ªtica, es decir, para hablar. Los bares est¨¢n llenos de o¨ªdos, y uno puede dejar de ser un cliente parlanch¨ªn con ganas de tomar una cerveza para convertirse en un canalla colaboracionista con el extranjero. Cuando los espejos de un bar atienden m¨¢s a las nucas que a las pizarras de los pinchos, es hora de recordar ese crisantemo escondido en los discursos radiof¨®nicos de Hitler o en el patriotismo clerical y pistolero de Franco (que, por cierto, tuvieron en sus mejores ¨¦pocas un apoyo superior al 50% de la poblaci¨®n, su poblaci¨®n).Como la gente no lee, se pone muy nerviosa cuando Arzallus habla del pacto de Estella, pero duerme tranquila al verlo homenajear y poner flores en un monumento dedicado a Sabino Arana. Antonio Elorza public¨® una antolog¨ªa del pensamiento de este se?or melodram¨¢tico, y, la verdad, mejor es no leer para seguir durmiendo tranquilo, porque algunos dictadores son una pera en dulce al lado de aquel patriota imaginativo, campechano y so?ador en los asuntos de la Historia.
Escandalizados por las ambig¨¹edades del PNV, el Gobierno del Partido Popular apuesta por la firmeza democr¨¢tica. Es la misma firmeza que ha utilizado para imponer una Ley de Extranjer¨ªa que niega a los inmigrantes ilegales los derechos de reuni¨®n, sindicaci¨®n, asociaci¨®n y huelga. Libertad, libertad, pobre botella vac¨ªa a la espera de alguna planta de reciclado. Hay que pensar tambi¨¦n en crisantemos, flores en el mar y en los s¨®tanos de nuestras ciudades, porque el Estrecho de Gibraltar, como ha denunciado la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos de Andaluc¨ªa, es una fosa com¨²n y la vida de los hombres y las mujeres ilegales se parece bastante a un amasijo de chatarra.
La geograf¨ªa es hoy una maquinaria de explotaci¨®n. Da risa la firmeza democr¨¢tica de unos se?ores que niegan, en nombre de un lugar de nacimiento, derechos b¨¢sicos a las personas que m¨¢s lo necesitan. Un simple rumor, la posible apertura de un nuevo proceso de regulaci¨®n, ha formado colas espectaculares a las puertas de la Oficina de Extranjeros de Almer¨ªa. Llegan los inmigrantes, los hombres ilegales, procedentes de toda Espa?a, de B¨¦lgica, de Francia, de Alemania, de su propia miseria, en busca de un papel, y los mandamos sin amparo al vertedero de la inexistencia, en el que los papeles sucios se amontonan junto a las botellas vac¨ªas de la libertad. La gente que verdaderamente necesita reunirse, sindicarse y encontrar ¨¢mbitos de informaci¨®n queda malherida en una ley hecha m¨¢s para ilegalizar que para regular.
Esto de la extranjer¨ªa es mal asunto, ya sea en los escalones floridos del monumento a Sabino Arana o en el Estrecho de Gibraltar. La gente tiene la mala costumbre de nacer en un lugar, y eso se paga de diversas formas. O bien a trav¨¦s del impuesto revolucionario, o bien asumiendo la factura del traficante que organiza las pateras. ?Vienen con miedo? Pues ya pueden prepararse los ilegales que caigan en manos del juez G¨®mez de Lia?o. Veremos qu¨¦ se inventa.
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