Volver a empezar
Los ciudadanos quieren que acabemos con el terrorismo cuanto antes. Reclaman, en primer lugar, eficacia. Pol¨ªtica y policial. Reclaman que haya una estrategia com¨²n de los dem¨®cratas frente al terrorismo, porque la divisi¨®n de los dem¨®cratas s¨®lo beneficia a los violentos. Y muchos ciudadanos creen tambi¨¦n que la paz llegar¨¢ como ¨²ltimo eslab¨®n de un largo proceso, a trav¨¦s de un di¨¢logo con quienes causan el dolor que nos aflige. Un di¨¢logo que s¨®lo puede producirse a partir de que los terroristas y quienes les amparan renuncien definitivamente a la violencia.Estas premisas fueron las que hicieron posibles los pactos de Madrid, Ajuria Enea y Pamplona. Y hoy se a?oran esos tiempos de unidad democr¨¢tica frente al terrorismo etarra que, a¨²n causando mucho dolor, era incapaz de sumirnos en el des¨¢nimo. Hoy el terrorismo no es m¨¢s fuerte que entonces, aunque siga matando, pero el des¨¢nimo social es mayor. Y el motivo no es otro que la divisi¨®n y la ausencia de di¨¢logo entre los dem¨®cratas.
Muchos factores debilitaron esos a?orados pactos hasta llegar a finiquitarlos. Citar¨¦ s¨®lo algunos: los relativos a los cr¨ªmenes del GAL, tanto por haberse producido como por ser utilizados a?os despu¨¦s como factor de erosi¨®n del gobierno; o, en otro orden de cosas, el abandono por parte del PP del principio de reinserci¨®n de los terroristas que abandonasen la violencia al reclamar el "cumplimiento ¨ªntegro de las penas". O aquellas declaraciones de Aznar tras el asesinato de Francisco Tom¨¢s y Valiente, diciendo que las manifestaciones de repulsa iban contra ETA, pero tambi¨¦n contra el gobierno.
Pero la puntilla a Ajuria Enea la pusieron EA y PNV en Lizarra. Buscando un atajo para incorporar a HB-EH a las instituciones vascas y configurar en ellas un frente nacionalista se suscribi¨® un pacto que ten¨ªa como premisa la voluntad de sus firmantes de marginar a las fuerzas no nacionalistas de la construcci¨®n del futuro de Euskadi. ?se era el precio de la tregua. Y, como la propia ETA afirm¨® al volver a matar, para los terroristas el acuerdo de Lizarra sirvi¨® al objetivo de justificar sus acciones violentas, pasadas y futuras.
Espoleado por un discurso fuertemente unitarista y la acusaci¨®n a todos los dem¨¢s partidos de carecer de "proyecto nacional para Espa?a", el PP orientaba la lucha antiterrorista desde la premisa de que s¨®lo una derrota pol¨ªtica de los nacionalistas vascos allanar¨ªa el camino hacia la derrota de los violentos.
El asesinato de Ernest Lluch y el clamor popular a favor del di¨¢logo entre los dem¨®cratas propiciaron un nuevo clima. Hab¨ªa que volver a empezar, a sabiendas de que muchas cosas hab¨ªan cambiado. Y el primer paso, fundamental aunque insuficiente, era un pacto PP-PSOE que hasta hace pocas semanas era considerado innecesario por el propio Aznar y, m¨¢s tarde, era supeditado por Arenas a un acuerdo pos-electoral en el Pa¨ªs Vasco para desalojar a los nacionalistas del gobierno. El acuerdo finalmente se ha producido sin supeditaci¨®n a pacto poselectoral alguno. Y es un acuerdo abierto a todos los que condenan sin paliativos la violencia.
Lamentablemente, no se dan a¨²n las condiciones para un acuerdo pol¨ªtico de fondo con los nacionalistas vascos dem¨®cratas. El obst¨¢culo no es otro que Lizarra. Muchos de los que critican el acuerdo PP-PSOE se centran precisamente en su pre¨¢mbulo. Sin necesidad de defender su literalidad, comparto plenamente la idea de que ni PP ni PSOE pueden llegar a acuerdo pol¨ªtico alguno en Euskadi con un Partido Nacionalista Vasco y una Eusko Alkartasuna anclados en Lizarra. Abandonar Lizarra es abandonar la idea de que el futuro del Pa¨ªs Vasco se puede construir sin los no nacionalistas. Abandonar Lizarra es abandonar la idea de que se puede dialogar con los violentos sin que ¨¦stos abandonen previa y definitivamente la violencia.
?se es el compromiso adquirido entre PP y PSOE, y a ambos partidos obliga. La pol¨ªtica de defensa de las libertades y de lucha contra el terrorismo viene definida por los 10 puntos del acuerdoque concitan un consenso m¨¢s amplio.
Los 10 puntos del acuerdo precisan una pol¨ªtica que todos los dem¨®cratas debieran compartir. El acuerdo implica un compromiso de trabajar para que desaparezca cualquier intento de legitimaci¨®n pol¨ªtica de la violencia, afirmando tambi¨¦n que de la violencia terrorista no se extraer¨¢, en ning¨²n caso, ventaja o r¨¦dito pol¨ªtico alguno. Recupera el compromiso de reinserci¨®n de aquellos que abandonen la organizaci¨®n terrorista y muestren actitudes inequ¨ªvocas de arrepentimiento y voluntad de resocializaci¨®n tal y como establece la Constituci¨®n. Cierra el paso a reformas penales injustificadas, y apuesta por el di¨¢logo entre los representantes leg¨ªtimos de los ciudadanos, en el marco y con las reglas previstas en la Constituci¨®n y Estatuto y, desde luego, sin la presi¨®n de la violencia.
Contra lo que se ha dicho, el acuerdo no exige a los nacionalistas que dejen de serlo, ni excluye a quienes cuestionan la Constituci¨®n y los Estatutos de Autonom¨ªa, ya que en su punto tercero se admite la legitimidad de cualquier proyecto pol¨ªtico, incluso aquellos que pretenden revisar el propio marco institucional, siempre que respeten las reglas y los procedimientos en ¨¦l establecidos.
As¨ª, este acuerdo es un primer paso imprescindible. A partir de aqu¨ª, debemos ser capaces de desarrollarlo, y de abrir el di¨¢logo y extender el acuerdo a todos los dem¨®cratas. Por ello pedimos a los nacionalistas que sigan el consejo de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero: que lean con detenimiento los 10 puntos del acuerdo, que reflexionen sobre su responsabilidad en la construcci¨®n colectiva de la paz, que hagan aportaciones positivas, que seamos capaces entre todos de dar continuidad al clamor ciudadano a favor del di¨¢logo, la libertad y la paz.
Miquel Iceta i Llorens es portavoz del PSC y diputado auton¨®mico
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