Bienvenido Dr. Jeckyll
Ten¨ªa intenci¨®n de comentar otras cosas, pero no puedo evitar darle vueltas a una sola noticia: Al Gore, vicepresidente norteamericano y hasta hace poco candidato a la presidencia de Estados Unidos, se acaba de convertir en aspirante a la direcci¨®n de la Universidad de Harvard. Mejor dicho, en uno de los 500 aspirantes a ese puesto. Pues nada, ?que haya suerte!Las universidades americanas surgieron, en buena parte, como respuesta a los problemas sociales producidos por la acelerada industrializaci¨®n de su sociedad. Estuvieron arropadas y estimuladas por los reformadores sociales y los predicadores b¨ªblicos. La Universidad de Harvard, la Johns Hopkins y hasta la de Chicago, estuvieron todas en el ¨¢mbito del Movimiento Chautauqua. El conocimiento estaba puesto al servicio de la reforma y de la soluci¨®n a los problemas de urgencia social.
Que un pol¨ªtico destacado, al terminar su mandato, aspire a la presidencia de una de estas instituciones educativas es algo normal y coherente, a causa de la experiencia que ha acumulado. Desde su punto de vista, un acad¨¦mico es un pol¨ªtico que desea y puede ense?ar, dentro de la m¨¢s pura tradici¨®n del pragmatismo americano.
En la vieja Europa las cosas no son tan f¨¢ciles y menos en Espa?a. Aqu¨ª es al rev¨¦s. Es muy frecuente, siempre con excepciones, que los acad¨¦micos aspiren a puestos pol¨ªticos. A Pedro Ruiz, nuestro rector, quieren transformarlo en presidente del Gobierno valenciano. Nada que objetar, pero no se lo deseo. De hecho, ahora y siempre, congresos y parlamentos est¨¢n bien nutridos de catedr¨¢ticos y profesores universitarios. Suponemos que la raz¨®n cultivada facilita la soluci¨®n correcta de las cuestiones p¨²blicas, un supuesto que costar¨ªa bastante demostrar. Que se lo pregunten a Villapalos, antiguo rector de la Complutense y ahora Consejero de Educaci¨®n en Madrid.
?Y qu¨¦ nos ocurre? Pues que cuando un profesor se convierte en pol¨ªtico sufre un cambio radical. En el fondo piensa, recordando situaciones antiguas y viejos compa?eros, aquello de "ahora se van a enterar". Y casi siempre hace una reforma educativa, ya sea universitaria, media o profesional. Sucede como si el acad¨¦mico doctor Jeckyll se transformase en el pol¨ªtico mister Hyde. Con los ojos enrojecidos y los dedos como garfios, sufre una catarsis educativa y lo transforma todo.
As¨ª no se puede defender la autonom¨ªa universitaria. Hay que actuar al rev¨¦s. Por ejemplo, proponer a Zaplana como presidente de la Universidad de Alicante. Tenemos que prometerle a los pol¨ªticos que, cuando terminen su vida p¨²blica, podr¨¢n dirigir y presidir instituciones, departamentos, universidades, como est¨¢ ocurriendo ahora con Al Gore. Ya se cuidar¨¢n entonces, no s¨®lo de defender la autonom¨ªa sino de promocionar y dotar de recursos a los organismos que m¨¢s adelante ser¨¢n su lugar de trabajo. Si hubi¨¦ramos actuado as¨ª en otros tiempos, no tendr¨ªamos ahora las leyes de educaci¨®n que tenemos. Se trata, en definitiva, de advertir al pol¨ªtico mister Hyde que alg¨²n d¨ªa se convertir¨¢ en el acad¨¦mico doctor Jeckyll, y nunca en sentido contrario. ?Cu¨¢ndo aprenderemos?
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