Carlos Bradac Pedro, periodista
Cuando nos conocimos, 1962, en la Facultad de Econ¨®micas de Buenos Aires, ard¨ªa en ¨¦l la obsesi¨®n de una muerte prematura. Durante los 15 a?os siguientes militamos juntos en la izquierda y el movimiento sindical argentinos, algo que marcar¨ªa para siempre nuestro pensamiento y actitud, nuestra ¨ªntima amistad; me llev¨® a trabajar al diario Clar¨ªn y, tras el golpe militar de 1976, ambos partimos hacia Espa?a, donde acab¨® incorpor¨¢ndose al equipo inicial de Diario 16. Con un breve intervalo como subdirector de Cinco D¨ªas y un postrero paso por Cambio 16, ¨¦se fue su casi exclusivo destino profesional. Cuando en la Uni¨®n Sovi¨¦tica despuntaba la perestroika, su peri¨®dico le envi¨® como corresponsal a Mosc¨², donde pasar¨ªa nueve a?os cruciales. All¨ª vivi¨® muy de cerca las profundas secuelas del estalinismo que desde siempre hab¨ªa aborrecido. Comparti¨® hambre y fr¨ªo con los mineros siberianos, y jerg¨®n con los sitiados de Grozni, enton¨® canciones de Vissotsky con los mendigos moscovitas, llor¨® con ellos su desgracia. Se indignaba de que en la prensa espa?ola se empe?aran en llamar "reformistas" a los nuevos saqueadores del pueblo ruso.
Rusia le inocul¨® dos de sus males: el alcohol y una desesperada melancol¨ªa. Regres¨® a Espa?a tarde y mal, con la salud da?ada, arrastrado por la crisis del peri¨®dico para el que trabajaba, dejando atr¨¢s libros y recuerdos personales que no consigui¨® repatriar. Sigui¨® ganando su pan, como siempre, pero la verdad es que ya no pod¨ªa soportar la rutina conformista de las redacciones, lo que ¨¦l llamaba la institucionalizaci¨®n de la prensa. Trat¨® un tiempo de apasionarse por los asuntos asi¨¢ticos, pero su atormentada cabeza hu¨ªa, una y otra vez, a Mosc¨². Aun as¨ª, nunca escribi¨® el libro que sus amigos le exig¨ªamos.
En los ¨²ltimos a?os, el paciente amor de Cristina de la Vega dio sosiego a su extrav¨ªo. Junto a ella recuper¨®, literalmente, la sonrisa. Dos d¨ªas antes de morir me cont¨® de la vida de sus hijos Vera y Nico; a?adi¨® algo nuevo para m¨ª: su ilusi¨®n de llegar a ser, as¨ª lo dijo, "un abuelo como los otros". Supongo ahora que pensaba en su propio abuelo catal¨¢n, anarquista, desterrado.
Carlos Bradac muri¨® repentinamente en Madrid el 23 de diciembre, v¨ªctima de un infarto, a los 56 a?os de edad.-
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