Antonio Machado, poeta del amor
MANUEL ALVARA la misma ¨¦poca en que Machado escribe Canciones de tierras altas (1922) pertenece el bell¨ªsimo Parergon. T¨¦cnicamente son poemas que coinciden. En cuanto al contenido, es como un corolario invertido: ahora la plenitud del amor alcanzado. No la zozobra del morir latente, sino la alegr¨ªa de la liberaci¨®n total. No son sonetos al canto del placer, sino del sacrificio para conseguir el desasimiento material que estaba en la entrega.
Aquellos dos cuerpos que un d¨ªa se encontraron se han fundido en las almas dentro y fuera de s¨ª mismos, como si de una conversaci¨®n infinita se tratara, que s¨®lo se silenciara en la muerte. Pero ninguna tristeza amarga lo que fue un d¨ªa de exultante gozo. S¨ª, la reiteraci¨®n de unos rec¨®nditos hallazgos que consiguen la plenitud del hombre. Machado escribe unos limpios y transparentes poemas. Las vidas enlazadas son ya el testimonio de las infinitas esperanzas que culminan en un himno de reconocimiento acompasado a las gracias recibidas.
El primer fragmento inicia una confesi¨®n religiosa en la que el hombre se transustancia en criatura celeste; despu¨¦s se libera de la carne e inicia una ascensi¨®n conducida por las manos piadosas que lo asisten. Como en una teor¨ªa m¨ªstica, descender de la uni¨®n es un doloroso caminar en el que el alma enamorada pierde su tiento al sentirse ajena a los sentimientos que le dan vida. El estado de gracia s¨®lo se recupera al liberarse, total, para entregar los logros del amor al Creador que ha permitido el descubrimiento de todo aquel mundo de misterios ya desvelados. Como si esta salvaci¨®n de la carne liberada se hubiera conseguido con la gracia vertida sobre las criaturas. Entonces el poeta canta su propio Magnificat de gratitud porque ha sentido la inspiraci¨®n como una daci¨®n generosa del Hacedor. El matrimonio ha sublimado la poes¨ªa y la ha liberado del dolor que produc¨ªa su contingencia humana y su amago de la muerte.
El amor se culmina y se logra gracias a la plenitud del matrimonio; las pasiones se amortecen y las ilusiones se hacen perdurables. En la mujer el poeta ha encontrado su propia purificaci¨®n y el camino que lo lleva a su plenitud. Y esa plenitud se llama "mar". Tal vez sea lo menos espectacular, pero m¨¢s hondamente humano en los versos de Walt Whitman. Porque nuestro poeta no siente inventadas mitolog¨ªas, sino cotidianas presencias que hacen la serena hip¨®stasis del viejo capit¨¢n en su barco. Entonces Machado escribe El mar triste: "Palpita un mar de acero de olas grises / dentro de los toscos murallones ro¨ªdos / del puerto viejo. Sopla el viento norte / y riza el mar. El triste mar arrulla / una ilusi¨®n amarga con sus olas grises (...) El rojo bergant¨ªn es un fantasma / sangriento, sobre el mar, que el mar sacude... (...) El rojo bergant¨ªn es un fantasma / que el viento agita y mece el mar rizado, / el fosco mar rizado de olas grises".
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