Una desigual herencia pol¨ªtica y social
A pesar de las dos guerras mundiales y de las dictaduras nazi y fascista (1914-1945), el balance es bastante positivo para la Europa occidental, Escandinavia, los pa¨ªses de habla inglesa y Jap¨®n. En todas estas ¨¢reas la gente est¨¢ mejor alimentada y tiene casas mejores, disfruta de mayor libertad pol¨ªtica, mejor educaci¨®n, mayor movilidad social, atenci¨®n m¨¦dica, seguridad en la vejez y oportunidades de ocio (incluyendo los medios de comunicaci¨®n, los acontecimientos art¨ªsticos y musicales, el deporte y el turismo) mejores de las que tuvo la gente de cualquier sitio en el pasado. De forma bastante desigual, y con la importante salvedad de la libertad pol¨ªtica estable, la mayor¨ªa de estas ventajas tambi¨¦n se han extendido a partes de India, China, sureste de Asia, Latinoam¨¦rica, Turqu¨ªa, Europa del Este y los Balcanes. Si esto fuera todo el mundo, podr¨ªamos dar un ?aprobado! con confianza.Pero en buena parte del mundo las econom¨ªas y los sistemas sociales tradicionales est¨¢n siendo destruidos por un capitalismo global irresponsable. Se ha hecho un inmenso da?o ecol¨®gico con la tala excesiva de los bosques; con la construcci¨®n fara¨®nica de presas y la recanalizaci¨®n de los r¨ªos; con la contaminaci¨®n industrial del aire y el agua, de los que todos dependemos; con los vertidos clandestinos (y veces econ¨®micamente rentables) de residuos qu¨ªmicos en los oc¨¦anos de todo el mundo; con las pr¨¢cticas de caza y de pesca que amenazan con destruir fuentes esenciales de alimentos. Adem¨¢s, aunque todos los gobiernos de hoy d¨ªa afirman ser "democr¨¢ticos", una buena parte de ?frica, Asia central, Oriente Pr¨®ximo y Latinoam¨¦rica han estado y/o est¨¢n gobernados por reg¨ªmenes encabezados por jefes militares. Estos reg¨ªmenes se han enzarzado en matanzas religiosas y pol¨ªticas; han practicado nuevas formas de esclavitud, utilizando a ni?os como soldados, y violado todas las normas de la Declaraci¨®n de Derechos Humanos de la ONU que han firmado todos ellos; han financiado sus guerras vendiendo sus recursos naturales a las corporaciones multinacionales, y solucionado su prosperidad individual y las de sus familias exportando el resto de la riqueza nacional a sus cuentas bancarias en Suiza y en los para¨ªsos fiscales.
En todo el mundo, desde las ¨¢reas m¨¢s pr¨®speras hasta las m¨¢s explotadas y mal gobernadas, hay problemas reconocidos de contaminaci¨®n, desertizaci¨®n y despilfarro de los recursos naturales. Tambi¨¦n hay una demanda creciente de democracia, educaci¨®n, derechos humanos, igualdad racial y sexual, y de derechos humanos y legales para los inmigrantes. La televisi¨®n lleva la imagen de la prosperidad potencial a toda la poblaci¨®n mundial, y por tanto hace que sean literalmente inaceptables los tipos de explotaci¨®n y pobreza que la mayor¨ªa de los seres humanos soportaban con paciencia, y con solidaridad local, mientras no parec¨ªa haber otra alternativa. Pero ahora hay otras alternativas disponibles. Si podemos evitar una gran guerra es perfectamente razonable predecir que las ciencias aplicadas puedan resolver, o por lo menos aminorar en gran medida, todos los problemas materiales que he mencionado antes.
Los ingredientes que faltan por el momento son pol¨ªticos, culturales y psicol¨®gicos. El sistema econ¨®mico dominante es absolutamente competitivo e insensible ante aquellos que carecen de la habilidad o del deseo de triunfar en la competici¨®n. La mayor parte de culturas religiosas y ling¨¹¨ªsticas incorporan fuertes elementos de exclusividad, de rechazo del extra?o, por mucho que repitan los esl¨®ganes de tolerancia e integraci¨®n. Aparte de las grandes tradiciones de la Ilustraci¨®n del siglo XVIII y del movimiento por los derechos humanos del siglo XX, no hay grandes doctrinas o creencias ¨¦ticas capaces de reducir los elementos exclusivistas y hostiles de las religiones y de los nacionalismos en nombre de los cuales los seres humanos se matan unos a otros. El tratamiento humano del ser humano es el gran reto del presente y del futuro pr¨®ximo.
Gabriel Jackson es historiador estadounidense.
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