Anarco-santidad
En ese largo tiempo de silencio que fue el franquismo, se decret¨® el olvido oficial de cualquier rastro del pasado que no concordara con los delirios imperiales del dictador (hasta en esto son poco originales las autonom¨ªas que tratan de imponer ahora en las aulas sus propios delirios). Pero exist¨ªa alguna excepci¨®n en ese olvido oficial. En mi ni?ez, siempre escuch¨¦ entre susurros -y no muchas veces- los nombres de Pablo Iglesias o Dolores Ibarruri, pero en cambio el nombre del patriarca anarquista y presidente del Cant¨®n de C¨¢diz, Ferm¨ªn Salvochea, aparec¨ªa de vez en cuando hasta en el peri¨®dico.
Ciertamente, a Salvochea no se le alud¨ªa como figura hist¨®rica, sino que su recuerdo se disfrazaba haci¨¦ndolo pasar por un viejo algo exc¨¦ntrico que hab¨ªa sido alcalde de C¨¢diz y que ten¨ªa la simp¨¢tica man¨ªa de ba?arse en la playa todos los d¨ªas, hiciera el tiempo que hiciera. Tambi¨¦n se recordaban otros detalles banales, como el de que cuando se celebr¨® su entierro diluviaba, tanto que a¨²n hoy sigue sirviendo de comparaci¨®n: 'Llueve como cuando se enterr¨® a Salvochea', dice todav¨ªa alg¨²n gaditano castizo.
Que la memoria de Salvochea traspas¨® con mucho las murallas de Puerta Tierra es algo que se puede comprobar con la ayuda de cualquier buscador de Internet. Su nombre aparece en un mont¨®n de publicaciones dedicadas al anarquismo junto a las figuras indiscutibles de Bakunin o Kropotkin.
Como otros revolucionarios de su momento -eran otros tiempos, no hay duda-, la memoria de Salvochea tiene un halo de generosidad, entrega y ascetismo casi religioso. Curiosamente, esta memoria -aunque algo mixtificada- ha llegado hasta nuestros d¨ªas, 93 a?os despu¨¦s de su muerte: hace tiempo que su tumba en el cementerio de C¨¢diz es visitada por gentes que conf¨ªan en que tiene virtudes milagrosas. No hay que escandalizarse: a la que rascas un poco, todas las religiones resultan sincr¨¦ticas.
Es evidente el anticlericalismo y el ate¨ªsmo activo, militante y consecuente de Salvochea. Para ¨¦l, la religi¨®n no era m¨¢s que una superstici¨®n y un atraso contra los que hab¨ªa que luchar. Curioseando por ah¨ª he encontrado un relato sobre sus ¨²ltimas horas que, a pesar de su tono hagiogr¨¢fico, parece riguroso, ya que va incluido en una publicaci¨®n editada el mismo a?o de su muerte.
En ella se describe c¨®mo, en la v¨ªspera de su fallecimiento, Salvochea agoniza rodeado de su familia y amigos. En un momento, un familiar alude a la resurrecci¨®n de L¨¢zaro y Salvochea aprovecha para reiterar su ate¨ªsmo: 'De ser cierto ese milagro', dice, 'probar¨ªa que Jes¨²s no era bueno porque deber¨ªa de haber resucitado a todos los muertos del pueblo'.
Genio y figura.
Pues bien, ahora, seg¨²n contaba Antonio Hern¨¢ndez-Rodicio, el Ayuntamiento de C¨¢diz, regido por la derecha, va a honrar su memoria, evitando que sus restos desaparezcan con el viejo cementerio gaditano, y le dedicar¨¢ una nueva sepultura, que esta vez se pretende sea de verdad eterna, frente a su casa natal.
Lo que son las cosas: el autor de la iniciativa es el presidente del Colegio de Farmac¨¦uticos de C¨¢diz, un hombre muy vinculado al mundo de las cofrad¨ªas.
?Y la izquierda?
Quiz¨¢ para la izquierda esto de las utop¨ªas son ya s¨®lo chaladuras decimon¨®nicas.
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