De derechos y libertades...

El terrible accidente de Lorca ha puesto de relieve la pervivencia entre nosotros de situaciones m¨¢s propias del siglo XIX que del XXI reci¨¦n inaugurado: no es normal que a la hora del AVE y de Internet sigan existiendo miles de cruces entre carreteras y v¨ªas f¨¦rreas que ni siquiera cuentan con la protecci¨®n de una barrera; y es indignante que en la Espa?a de la prosperidad econ¨®mica y los derechos humanos coexistan las trabas para la regularizaci¨®n de los trabajadores inmigrantes con la tolerancia hacia las empresas que se benefician de la indefensi¨®n de los indocumentados.

Los debates sobre la recientemente aprobada reforma de la Ley de Extranjer¨ªa ('de los Derechos y Libertades de los Extranjeros', seg¨²n su nombre oficial) acabaron centr¨¢ndose en el insuficiente reconocimiento, seg¨²n la oposici¨®n, de los derechos personales de los inmigrantes: de asociaci¨®n, manifestaci¨®n, sindicaci¨®n y huelga. Ahora se ve que no se trataba (o no s¨®lo) de adaptar el n¨²mero de inmigrantes a las posibilidades de absorci¨®n del mercado laboral; sino tambi¨¦n de mantener una masa constante de trabajadores en situaci¨®n irregular que permitiera su contrataci¨®n en condiciones precarias.

Si no era ¨¦se un efecto deliberadamente buscado, es un hecho que no lo ha impedido y tal vez lo ha facilitado. Los sindicatos hab¨ªan presentado decenas de denuncias, con el efecto que ahora se ve, contra los empresarios que, seg¨²n UGT, empleaban a las v¨ªctimas de Lorca, todas ellas sin papeles. Mafias especializadas en mediar entre empleadores sin escr¨²pulos y trabajadores sin derechos han proliferado en los ¨²ltimos a?os: desde que la mano de obra barata se convirti¨® en condici¨®n del auge de la agricultura intensiva, especialmente en el sureste.

A los marroqu¨ªes han seguido los ecuatorianos, que es la colonia que m¨¢s ha crecido, especialmente tras la crisis econ¨®mica que afecta a ese pa¨ªs desde hace un par de a?os. Aqu¨ª reciben un salario que es hasta cinco veces inferior al que recibir¨ªa un trabajador espa?ol, pero que es hasta cinco veces mayor que el que les pagar¨ªan en su pa¨ªs. Sobre todo, la falta de derechos sindicales permite su contrataci¨®n sin Seguridad Social y en jornadas de hasta doce horas. Pagadas a veces por kilo recolectado y no por tiempo trabajado: algo que ning¨²n trabajador espa?ol aceptar¨ªa.

Hay una oferta que encuentra demanda, pero en condiciones inhumanas. Los 12 ecuatorianos que perdieron la vida cuando se dirig¨ªan, hacinados en una veh¨ªculo con capacidad para la mitad, a recolectar br¨®coli en el campo murciano, se han convertido en un s¨ªmbolo de la persistencia del pasado en nuestro presente; y ninguna discusi¨®n sobre la Ley de Extranjer¨ªa podr¨¢ prescindir en adelante de la realidad que el drama ha revelado.