Fuera Linda
Con la misma frialdad y distancia que le han caracterizado durante la campa?a electoral y la posterior lucha por el recuento de votos en Florida, George W. Bush ha superado su primer traspi¨¦s pol¨ªtico, ocurrido incluso antes de entrar en la Casa Blanca, con la renuncia de su candidata a ministra de Trabajo, Linda Chavez. Simplemente ha mirado hacia otro lado. Chavez no es una gran p¨¦rdida para su equipo. Era una de las figuras m¨¢s discutidas de su Gabinete, una hispana que no habla espa?ol y que mantiene posiciones extremadamente conservadoras. Su renuncia a optar al cargo se ha precipitado al desvelarse que a principios de los a?os noventa alberg¨®, y m¨¢s que probablemente emple¨®, en su casa, como asistenta durante dos a?os, a una inmigrante ilegal guatemalteca, lo que la incapacita para un cargo al que corresponde defender las leyes del trabajo en EE UU. Algo similar le ocurri¨® ya en 1993 a Clinton cuando propuso a Zoe Baird para el cargo de fiscal general.
La vida pol¨ªtica de Chavez, cuyo nombre caer¨¢ muy pronto en la sima del olvido, ha acabado en las redes del peculiar sistema de confirmaciones de nombramientos en el Senado, con el FBI colaborando en la investigaci¨®n minuciosa de los seleccionados y la prensa aireando informaciones sobre el pasado de quienes el presidente quiere llevar a su Gabinete. Las espadas est¨¢n en alto para la confirmaci¨®n como fiscal general del archiconservador John Ashcroft, ex senador que encabez¨® en 1997 el veto republicano al nombramiento de Ronnie White, negro, como juez federal. Sin embargo, para vetar a Ashcroft o a Gale Norton para la cartera de Interior ser¨¢ necesario algo m¨¢s que una oposici¨®n puramente ideol¨®gica o pol¨ªtica. Un Senado dividido en dos mitades examina con lupa todas sus declaraciones pasadas para intentar buscar alguna incompatibilidad con los cargos para los que Bush les ha designado.
El caso de Chavez, que se ha quejado de la 'pol¨ªtica de destrucci¨®n personal', argumento que emple¨® Clinton en el caso Lewinsky, ha puesto de relieve que no va a resultar nada f¨¢cil la convivencia entre el pr¨®ximo presidente republicano y los dem¨®cratas, minoritarios en la C¨¢mara de Representantes, pero en igualdad de condiciones en el Senado hasta que entre el nuevo vicepresidente, que encabezar¨¢ la C¨¢mara alta con un voto de calidad. Bush insiste en una pol¨ªtica de Estado que a¨²ne a ambos partidos. Pero, bajo esta bandera, lo que puede intentar es dividir a la oposici¨®n y atraer hacia su causa a los pol¨ªticos m¨¢s conservadores del Partido Dem¨®crata.
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