Cuento de un nuevo milenio
La entrada en el nuevo milenio no es celebrada al mismo tiempo y con la misma alegr¨ªa por todos. Y no, precisamente, porque para el 70% de la humanidad las fechas de celebraci¨®n difieran de nuestro calendario gregoriano, sino, fundamentalmente, porque la gran mayor¨ªa de habitantes del planeta carecen de pan, agua, asistencia sanitaria, vivienda.... todos ellos bienes b¨¢sicos de una vida decente.
Lamentablemente, de la misma manera que no cambia el paisaje al cruzar el meridiano, el tr¨¢nsito al tercer milenio no va a cambiar la realidad. En este sentido, el poeta T. S. Elliot, ingl¨¦s de origen estadoudinense, afirmaba: 'El g¨¦nero humano no puede soportar un exceso de realidad'.
As¨ª, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNEUD) en un informe reciente, es contundente. En el tercer mundo, para muchos est¨¢ siempre en otra parte, no menos de 1.300 millones de personas s¨®lo disponen de un d¨®lar para subsistir. Otros 2.800 millones -casi la mitad de la humanidad- viven con menos de 300 ptas. por d¨ªa! Trescientas pesetas por d¨ªa no permiten a nadie alimentarse, vivir en una vivienda digna, y educarse al mismo tiempo, incluso en sociedades donde la actividad mercantil no es tan desarrollada como la nuestra.
En las sociedades ricas, persisten grandes bolsas de pobreza. En Estados Unidos primera potencia econ¨®mica mundial, a pesar de que las 400 personas m¨¢s ricas poseen activos por valor de 170 billones de pesetas (el doble del PIB de Espa?a), hay 34,5 millones de pobres. Ejemplo: la riqueza de Bill Gates es igual a la que poseen 110 millones de ciudadanos estadounidenses. Europa no puede lanzar las campanas al vuelo: el 8%de la poblaci¨®n (30 millones de ciudadanos) se encuentra en situaci¨®n de pobreza cr¨®nica.
Un planeta con infraeducaci¨®n. La Unesco estima en 850 millones el n¨²mero de analfabetos y en 110 millones el de ni?os no escolarizados, es decir, uno sobre siete. En conjunto, una centena de millones de ni?os trabajan en lugar de estudiar. El objetivo de una 'escuela para todos en el pr¨®ximo milenio', fijado por la conferencia internacional de Jomtien en Tailandia en 1990, est¨¢ a¨²n lejos de ser alcanzado. Las mujeres est¨¢n en posici¨®n de inferioridad: constituyen dos tercios de los analfabetos. La escolarizaci¨®n de las ni?as, pr¨¢cticamente, ineficaz: en Bangladesh, en Nepal y en Pakist¨¢n, de orden del 80% de las mujeres son analfabetas.
La crisis de la escuela es acentuada por la escasez de empleos remunerados adecuadamente. La OIT recuerda el fracaso de los firmantes de la Carta de Filadelfia (USA) de 1944, y cuyo primer objetivo era 'pleno empleo y aumento del nivel de vida'. Oficialmente hay 150 millones de demandantes de empleo. La falta de puestos de trabajo es dif¨ªcil de medir en econom¨ªas en desarrollo donde la agricultura y el sector informal son muy importantes, y el salario alcanza niveles de subsistencia. En total, la OIT estima del orden de mil millones (un activo sobre tres) el n¨²mero de subempleados que trabajan menos horas de las que realmente quisieran trabajar y que obtienen unos salarios inferiores al m¨ªnimo vital.
Todo ello, ilustra la creciente y extrema desigualdad econ¨®mica que existe en casi todos los pa¨ªses industrializados o a medio industrializar. Los pa¨ªses pobres son cada vez m¨¢s pobres. Han pasado de tener un PIB por habitante de 287$, en 1975, a 245$, en 1998, mientras los pa¨ªses industrializados, para el mismo periodo considerado, pasan de 12600$ a 19300$. La desigualdad va creciendo de manea r¨¢pida y constante. Las diferencias entre pobres y ricos son cada vez mayores en todas las partes del mundo. Los ricos son cada vez menos y m¨¢s ricos.
Nuestra incapacidad colectiva para eliminar la pobreza es parad¨®jica. Por un lado, nosotros, que tenemos nuestra Seguridad Social, nuestras jubilaciones, nuestras vacaciones pagadas, nuestro ocio asegurado, nuestra salud protegida, nuestro veraneo planificado. Y ellos, el 75% de la humanidad. A ellos les define una ¨²nica palabra: nada. Por tanto, no son nada. Pero nos ven, se alimentan de nuestras im¨¢genes de opulencia. Y, leg¨ªtimamente, quieren ser como nosotros.
Esperemos que los compases de la marcha de Radetzky que cada primero de enero, en Viena, nos anuncia la llegada de un nuevo a?o, en esta ocasi¨®n nos anuncie un nuevo milenio en el que prevalezca la raz¨®n de la solidaridad humana. La pr¨®xima generaci¨®n no merece recibir en herencia tal estado del mundo. La pobreza humana nunca ha cohabitado con una riqueza tan enorme. Pues, como dec¨ªa Albert Camus, es dif¨ªcil ser feliz mientras no sean felices todos los dem¨¢s.
Vicente Castell¨® es profesor de la Universidad Jaume I de Castell¨®n.
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