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LA GEOGRAF?A FANT?STICA DEL ESPA?OL

Los acad¨¦micos reescriben la letra de su sill¨®n

La Real Academia Espa?ola presenta el libro 'Al pie de la letra', un homenaje al alfabeto

Hubo llenazo en el sal¨®n de actos de la RAE. Incluso vino gente de fuera (un autob¨²s lleg¨® de Salamanca para la ocasi¨®n), y los acad¨¦micos hicieron pleno. Asistieron tambi¨¦n los duques de Soria, familiares y amigos de los miembros de la casa, p¨²blico en general y mucha prensa.

Era un d¨ªa especial, el d¨ªa en que los acad¨¦micos presentaban su primera obra colectiva de creaci¨®n personal.

No un diccionario, ni una ortograf¨ªa; tampoco una gram¨¢tica. Al pie de la letra. Geograf¨ªa fant¨¢stica del alfabeto espa?ol es una obra colectiva como las dem¨¢s, pero m¨¢s dispersa y creativa: los acad¨¦micos de n¨²mero cuando se inici¨® el encargo (aparecen los textos de los desaparecidos Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester, Claudio Rodr¨ªguez y Torcuato Luca de Tena) re¨²nen las distintas reflexiones, los recuerdos, deseos y sugerencias que les traen las letras de las sillas que ocupan en la docta casa.

Se trata de una edici¨®n no venal y de lujo, tiene unas 400 p¨¢ginas de gran formato, con papel y letra de enorme prestancia. La obra ha sido patrocinada y concebida por Caja Duero como un homenaje al espa?ol en los principios del tercer milenio. Y como prueba innegable de altruismo y contribuci¨®n a la cultura general, 100.000 ejemplares ser¨¢n distribuidos gratuitamente en los colegios de Castilla y Le¨®n por la entidad con motivo del D¨ªa del Libro.

La presentaci¨®n se inici¨® a lo grande, con una lecci¨®n magistral del sabio de la palabra Fernando L¨¢zaro Carreter, que glos¨® ante el auditorio, mayoritariamente salmantino, con un derroche de erudici¨®n nebrijista la identificaci¨®n hist¨®rica entre el habla del espa?ol (del buen espa?ol) y la ciudad de Salamanca, la 'Universidad espa?ola por antonomasia'.

El maestro no olvid¨® hablar de La Celestina, ni de El Lazarillo, ni de Fray Luis de Le¨®n, ni de Unamuno. Luego tom¨® la palabra el presidente de Caja Duero, Sebasti¨¢n Battaner, que entreg¨® al director de la RAE, V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, la joya dise?ada por Ferran Cart¨¦s y Montse Plass. El primus inter pares, salmantino a su vez, record¨® a las v¨ªctimas del terremoto de El Salvador, enumer¨® brevemente la n¨®mina de acad¨¦micos nacidos o educados junto al Tormes, agradeci¨® a Battaner la idea del proyecto y entreg¨® simb¨®licamente la 'cartilla literaria' al pueblo.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que est¨¢ edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existir¨ªa nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de ¨¦l. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elecci¨®n. Por algo es para m¨ª la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asign¨® como ¨¢ngel custodio o como santa patrona y la que me gu¨ªa y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podr¨ªa parecer que el sill¨®n as¨ª designado tiene primac¨ªa (...). En realidad, (...) la distinci¨®n may¨²scula / min¨²scula naci¨® a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el n¨²mero de plazas acad¨¦micas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Yndur¨¢in

a

Domingo Yndur¨¢in

a min¨²scula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, ¨¢rabe, hebreo, indio, etc¨¦tera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en may¨²scula. En min¨²scula, y situada en cualquier posici¨®n, la manera de pronunciar de la a es la m¨¢s abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias crom¨¢ticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fern¨¢n-G¨®mez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compa?¨ªa teatral. Ser¨ªa una compa?¨ªa teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. May¨²sculas y min¨²sculas. Las may¨²sculas desempe?ar¨ªan los personajes m¨¢s o menos importantes y las min¨²sculas ser¨ªan el coro. En apariencia habr¨ªa la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misi¨®n, para escribir, en cualquier p¨¢rrafo abundan mucho m¨¢s las min¨²sculas que las may¨²sculas. (...) Tambi¨¦n parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be may¨²scula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las min¨²sculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que hab¨ªa compa?¨ªas fijas, compa?¨ªas de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compa?¨ªas para una sola obra-, era un puesto desagradable. Deb¨ªa ser una actriz de edad y de atractivo f¨ªsico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le supon¨ªa el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje sol¨ªa ser siempre el de la mala, el que peor ca¨ªa al p¨²blico. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera may¨²scula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C may¨²scula

(...) Cuerpo. Y coraz¨®n. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia tambi¨¦n merecer¨ªan ser escritas con may¨²sculas: Cuerpo, Coraz¨®n, Cerebro. S¨ª, con C.

c V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las m¨¢s variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simb¨®licos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abr¨ªa, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada despu¨¦s en sentido trascendente por la simbolog¨ªa cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfecci¨®n y riqueza de la lengua castellana aduc¨ªan los acad¨¦micos del siglo XVIII, en el Pr¨®logo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en s¨ª contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variaci¨®n de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se ver¨¢ que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es f¨¢cil de hacer con el objeto mismo.

Es muy f¨¢cil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco a?os desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sill¨®n que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al t¨ªtulo de hombres de palabras m¨¢s que al m¨¢s frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la m¨¢s modesta construcci¨®n literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y tambi¨¦n que a¨²n hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisi¨®n, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detr¨¢s de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F Jos¨¦ Luis Sampedro El jard¨ªn de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jard¨ªn l¨¦xico, acotado por la letra F, ning¨²n otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que ¨¦l solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo ara?ante, despu¨¦s m¨¢s suave, y luego la etimolog¨ªa me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes ¨¢rbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de p¨¢jaros, sombra para el viandante. (...)

G Jos¨¦ Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desaf¨ªo el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atav¨ªo de may¨²scula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda compar¨¢rseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, ve¨ªan en m¨ª un don del Se?or, y exig¨ªan plumas de arc¨¢ngel para representarme cuando era yo quien iniciaba un cap¨ªtulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo propon¨ªa tantos desaf¨ªos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Pod¨ªan hacerme drag¨®n alado, sierpe, p¨¢mpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es ¨¦ste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a trav¨¦s de los siglos he sido interpretada por los cal¨ªgrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Mart¨ªn de Riquer

Marrt¨ªn de Riquer

H may¨²scula

La hache es la letra que m¨¢s antipat¨ªas ha suscitado y que ha sido la m¨¢s atacada. La odian los ni?os en la escuela porque les plantea problemas m¨¢s graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, seg¨²n el diccionario acad¨¦mico, la novena letra del abecedario espa?ol 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta raz¨®n hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gram¨¢ticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodr¨ªguez

Claudio Rodr¨ªguez

I may¨²scula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significaci¨®n. Las letras son meramente s¨ªmbolos; que la vocal i velar se articule con duraci¨®n m¨¢s breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiraci¨®n de la pronunciaci¨®n humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la sem¨ªtica Yod, aunque ¨¦sta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades ac¨²sticas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late despu¨¦s de un comp¨¢s musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a trav¨¦s de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'l¨®gica fon¨¦tica' en el aprendizaje de la locuci¨®n. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aqu¨ª, siempre all¨ª

?Do?a Beatr¨ª¨ª¨ª! (...)

j Pedro La¨ªn Entralgo

Pedro La¨ªn Entralgo

j min¨²scula

(...) Jota min¨²scula. Para un aragon¨¦s, yo lo soy, algo as¨ª como una secreta advertencia, m¨¢s o menos expresable en estos t¨¦rminos: 'Reconociendo tu condici¨®n de aragon¨¦s, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota min¨²scula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no s¨®lo en la distribuci¨®n de sillones de la Academia, tambi¨¦n en la realidad hist¨®rica y social de Arag¨®n, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota may¨²scula y una jota min¨²scula. (...)

K Ana Mar¨ªa Matute F¨¢bula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor ser¨¢, no te pongas delante, ya sabes c¨®mo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, s¨ª, me hizo caso, parec¨ªa. Ni se notaba que ¨ªbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el d¨ªa que empez¨® a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k min¨²scula

En 1611, Sebasti¨¢n de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o espa?ola dedic¨® s¨®lo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y ¨¦stas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ¨¦sse tiene tambi¨¦n la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituy¨® que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sill¨®n acad¨¦mico bautizado con la letra L: no hay una m¨¢s apuesta, alegre y de m¨¢s estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que deber¨ªa se escrita siempre en may¨²scula, para subrayar su liderazgo sobre las dem¨¢s. Es una letra de graf¨ªa bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa s¨®lida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que m¨¢s amo en la lengua espa?ola -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblem¨¢ticas de la civilizaci¨®n, y porque, como la letra L, hunden sus ra¨ªces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde all¨ª hacia las cumbres m¨¢s elevadas del ensue?o y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ¨¦sta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me toc¨® (...).

l Emilio Lled¨®

No llegan a los treinta signos gr¨¢ficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, adem¨¢s, sirven para agrupar alfab¨¦ticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosi¨®n de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicaci¨®n, de la expresi¨®n, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexi¨®n. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bouso?o La letra M de mi sill¨®n acad¨¦mico

La letra M que designa el sill¨®n que yo ocupo en la Real Academia Espa?ola perteneci¨®, inmediatamente antes de llegar a m¨ª, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras hist¨®ricas sobre la Am¨¦rica que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo espa?ol de la conquista, la incorporaci¨®n cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto ¨²ltimo lleva consigo. Observo, al hablar as¨ª, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza tambi¨¦n por M, y recuerdo que M¨¦xico (otra M inicial) fue el tema de un magn¨ªfico libro suyo (el titulado Hern¨¢n Cort¨¦s) y que tambi¨¦n result¨® ser en Mexico donde trab¨¦ amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un ingl¨¦s, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de m¨²sica (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan caracter¨ªstica del castellano o espa?ol como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas rom¨¢nicas, s¨®lo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza m¨¢s definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones voc¨¢licas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formaci¨®n de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bast¨®n para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los a?os. Una de las veces que me lo encontr¨¦ con tal apoyatura, diestramente empu?ada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me plant¨¦ frente a ¨¦l mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declam¨¦ con ¨¦nfasis y sorna: 'Mir¨¦ los muros de la patria m¨ªa, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprender¨¢s -apostill¨¦ enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bast¨®n en concreto, sino por Sus Se?or¨ªas en general. (...)

R Fernando L¨¢zaro Carreter La letra canina

Es la del sill¨®n que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la hab¨ªa llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando rega?a', y, en efecto, nada menos que Persio la design¨® as¨ª. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- di¨¢logo dedic¨® Plat¨®n a demostrar c¨®mo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habr¨ªa testimonio en el griego de su tiempo; y no s¨®lo de los ruidos imitativos preceder¨ªan los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, f¨ªsico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T may¨²scula

De las letras dec¨ªa san Isidoro que 'son ¨ªndices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simb¨®lico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el a?o 1200 a. C. En aquel remot¨ªsimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colecci¨®n de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ?Hay alguna relaci¨®n entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) est¨¢ al frente de un bell¨ªsimo poema de sumisi¨®n y renuncia. (...)

u Antonio Mu?oz Molina

Tratado instant¨¢neo sobre la u

Llam¨¢ndome Mu?oz y siendo de ?beda trab¨¦ desde muy peque?o un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma min¨²scula, sin saber que muchos a?os despu¨¦s acabar¨ªa sent¨¢ndome en ella cuando ingresara en la Academia Espa?ola. La letra es peque?a, pero eso no hace que el sill¨®n sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y adem¨¢s, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache may¨²scula o la ene may¨²scula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan peque?a va bien con mi car¨¢cter. La u aparec¨ªa en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy ni?o: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular est¨¢ tan lleno de viento porque est¨¢ lleno de ¨²es: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por s¨ª inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los ni?os m¨¢s peque?os era casi como una exhalaci¨®n fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos com¨ªamos la sopa, si no nos dorm¨ªamos pronto, el Bu pod¨ªa amenazar con su llegada sin ning¨²n motivo y sin culpa nuestra, s¨®lo porque a un adulto le hac¨ªa gracia ver la cara de susto que pon¨ªamos al o¨ªrlo nombrar: -?Qu¨¦ viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebri¨¢n La uve voraz

Llegu¨¦ a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no ten¨ªa nada de especial para m¨ª, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio Garc¨ªa G¨®mez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos hab¨ªa ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tend¨ªa a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces hab¨ªa visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuesti¨®n estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisi¨®n al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida est¨¢ llena de iron¨ªas, y una iron¨ªa de mi vida ha sido que la Real Academia Espa?ola me llevara a su seno para ocupar precisamente su sill¨®n Z. Iron¨ªa amable y zumbona en esta ocasi¨®n. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ?qu¨¦ pod¨ªa significar para m¨ª? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o loter¨ªa, inesperadamente, me hubiese ca¨ªdo como premio la letra zeta. ?Por qu¨¦ precisamente la letra zeta a m¨ª? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qu¨¦ significar¨ªa tan azaroso premio; qu¨¦ podr¨ªa haber oculto detr¨¢s de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simb¨®lico sill¨®n: la Zeda o Zeta, que as¨ª se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encari?ado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adue?ado de ella, y no consentir¨ªa ya que nadie me la disputase: ?Es la letra de mi sill¨®n acad¨¦mico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cari?o. Quiz¨¢ no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me depar¨® el d¨ªa de mi elecci¨®n o -perm¨ªtaseme- entronizaci¨®n acad¨¦mica.Hubo llenazo en el sal¨®n de actos de la RAE. Incluso vino gente de fuera (un autob¨²s lleg¨® de Salamanca para la ocasi¨®n), y los acad¨¦micos hicieron pleno. Asistieron tambi¨¦n los duques de Soria, familiares y amigos de los miembros de la casa, p¨²blico en general y mucha prensa.

Era un d¨ªa especial, el d¨ªa en que los acad¨¦micos presentaban su primera obra colectiva de creaci¨®n personal.

No un diccionario, ni una ortograf¨ªa; tampoco una gram¨¢tica. Al pie de la letra. Geograf¨ªa fant¨¢stica del alfabeto espa?ol es una obra colectiva como las dem¨¢s, pero m¨¢s dispersa y creativa: los acad¨¦micos de n¨²mero cuando se inici¨® el encargo (aparecen los textos de los desaparecidos Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester, Claudio Rodr¨ªguez y Torcuato Luca de Tena) re¨²nen las distintas reflexiones, los recuerdos, deseos y sugerencias que les traen las letras de las sillas que ocupan en la docta casa.

Se trata de una edici¨®n no venal y de lujo, tiene unas 400 p¨¢ginas de gran formato, con papel y letra de enorme prestancia. La obra ha sido patrocinada y concebida por Caja Duero como un homenaje al espa?ol en los principios del tercer milenio. Y como prueba innegable de altruismo y contribuci¨®n a la cultura general, 100.000 ejemplares ser¨¢n distribuidos gratuitamente en los colegios de Castilla y Le¨®n por la entidad con motivo del D¨ªa del Libro.

La presentaci¨®n se inici¨® a lo grande, con una lecci¨®n magistral del sabio de la palabra Fernando L¨¢zaro Carreter, que glos¨® ante el auditorio, mayoritariamente salmantino, con un derroche de erudici¨®n nebrijista la identificaci¨®n hist¨®rica entre el habla del espa?ol (del buen espa?ol) y la ciudad de Salamanca, la 'Universidad espa?ola por antonomasia'.

El maestro no olvid¨® hablar de La Celestina, ni de El Lazarillo, ni de Fray Luis de Le¨®n, ni de Unamuno. Luego tom¨® la palabra el presidente de Caja Duero, Sebasti¨¢n Battaner, que entreg¨® al director de la RAE, V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, la joya dise?ada por Ferran Cart¨¦s y Montse Plass. El primus inter pares, salmantino a su vez, record¨® a las v¨ªctimas del terremoto de El Salvador, enumer¨® brevemente la n¨®mina de acad¨¦micos nacidos o educados junto al Tormes, agradeci¨® a Battaner la idea del proyecto y entreg¨® simb¨®licamente la 'cartilla literaria' al pueblo.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que est¨¢ edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existir¨ªa nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de ¨¦l. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elecci¨®n. Por algo es para m¨ª la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asign¨® como ¨¢ngel custodio o como santa patrona y la que me gu¨ªa y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podr¨ªa parecer que el sill¨®n as¨ª designado tiene primac¨ªa (...). En realidad, (...) la distinci¨®n may¨²scula / min¨²scula naci¨® a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el n¨²mero de plazas acad¨¦micas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Yndur¨¢in

a

Domingo Yndur¨¢in

a min¨²scula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, ¨¢rabe, hebreo, indio, etc¨¦tera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en may¨²scula. En min¨²scula, y situada en cualquier posici¨®n, la manera de pronunciar de la a es la m¨¢s abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias crom¨¢ticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fern¨¢n-G¨®mez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compa?¨ªa teatral. Ser¨ªa una compa?¨ªa teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. May¨²sculas y min¨²sculas. Las may¨²sculas desempe?ar¨ªan los personajes m¨¢s o menos importantes y las min¨²sculas ser¨ªan el coro. En apariencia habr¨ªa la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misi¨®n, para escribir, en cualquier p¨¢rrafo abundan mucho m¨¢s las min¨²sculas que las may¨²sculas. (...) Tambi¨¦n parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be may¨²scula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las min¨²sculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que hab¨ªa compa?¨ªas fijas, compa?¨ªas de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compa?¨ªas para una sola obra-, era un puesto desagradable. Deb¨ªa ser una actriz de edad y de atractivo f¨ªsico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le supon¨ªa el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje sol¨ªa ser siempre el de la mala, el que peor ca¨ªa al p¨²blico. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera may¨²scula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C may¨²scula

(...) Cuerpo. Y coraz¨®n. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia tambi¨¦n merecer¨ªan ser escritas con may¨²sculas: Cuerpo, Coraz¨®n, Cerebro. S¨ª, con C.

c V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las m¨¢s variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simb¨®licos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abr¨ªa, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada despu¨¦s en sentido trascendente por la simbolog¨ªa cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfecci¨®n y riqueza de la lengua castellana aduc¨ªan los acad¨¦micos del siglo XVIII, en el Pr¨®logo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en s¨ª contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variaci¨®n de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se ver¨¢ que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es f¨¢cil de hacer con el objeto mismo.

Es muy f¨¢cil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco a?os desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sill¨®n que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al t¨ªtulo de hombres de palabras m¨¢s que al m¨¢s frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la m¨¢s modesta construcci¨®n literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y tambi¨¦n que a¨²n hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisi¨®n, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detr¨¢s de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F Jos¨¦ Luis Sampedro El jard¨ªn de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jard¨ªn l¨¦xico, acotado por la letra F, ning¨²n otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que ¨¦l solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo ara?ante, despu¨¦s m¨¢s suave, y luego la etimolog¨ªa me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes ¨¢rbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de p¨¢jaros, sombra para el viandante. (...)

G Jos¨¦ Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desaf¨ªo el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atav¨ªo de may¨²scula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda compar¨¢rseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, ve¨ªan en m¨ª un don del Se?or, y exig¨ªan plumas de arc¨¢ngel para representarme cuando era yo quien iniciaba un cap¨ªtulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo propon¨ªa tantos desaf¨ªos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Pod¨ªan hacerme drag¨®n alado, sierpe, p¨¢mpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es ¨¦ste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a trav¨¦s de los siglos he sido interpretada por los cal¨ªgrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Mart¨ªn de Riquer

Marrt¨ªn de Riquer

H may¨²scula

La hache es la letra que m¨¢s antipat¨ªas ha suscitado y que ha sido la m¨¢s atacada. La odian los ni?os en la escuela porque les plantea problemas m¨¢s graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, seg¨²n el diccionario acad¨¦mico, la novena letra del abecedario espa?ol 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta raz¨®n hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gram¨¢ticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodr¨ªguez

Claudio Rodr¨ªguez

I may¨²scula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significaci¨®n. Las letras son meramente s¨ªmbolos; que la vocal i velar se articule con duraci¨®n m¨¢s breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiraci¨®n de la pronunciaci¨®n humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la sem¨ªtica Yod, aunque ¨¦sta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades ac¨²sticas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late despu¨¦s de un comp¨¢s musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a trav¨¦s de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'l¨®gica fon¨¦tica' en el aprendizaje de la locuci¨®n. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aqu¨ª, siempre all¨ª

?Do?a Beatr¨ª¨ª¨ª! (...)

j Pedro La¨ªn Entralgo

Pedro La¨ªn Entralgo

j min¨²scula

(...) Jota min¨²scula. Para un aragon¨¦s, yo lo soy, algo as¨ª como una secreta advertencia, m¨¢s o menos expresable en estos t¨¦rminos: 'Reconociendo tu condici¨®n de aragon¨¦s, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota min¨²scula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no s¨®lo en la distribuci¨®n de sillones de la Academia, tambi¨¦n en la realidad hist¨®rica y social de Arag¨®n, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota may¨²scula y una jota min¨²scula. (...)

K Ana Mar¨ªa Matute F¨¢bula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor ser¨¢, no te pongas delante, ya sabes c¨®mo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, s¨ª, me hizo caso, parec¨ªa. Ni se notaba que ¨ªbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el d¨ªa que empez¨® a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k min¨²scula

En 1611, Sebasti¨¢n de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o espa?ola dedic¨® s¨®lo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y ¨¦stas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ¨¦sse tiene tambi¨¦n la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituy¨® que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sill¨®n acad¨¦mico bautizado con la letra L: no hay una m¨¢s apuesta, alegre y de m¨¢s estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que deber¨ªa se escrita siempre en may¨²scula, para subrayar su liderazgo sobre las dem¨¢s. Es una letra de graf¨ªa bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa s¨®lida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que m¨¢s amo en la lengua espa?ola -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblem¨¢ticas de la civilizaci¨®n, y porque, como la letra L, hunden sus ra¨ªces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde all¨ª hacia las cumbres m¨¢s elevadas del ensue?o y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ¨¦sta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me toc¨® (...).

l Emilio Lled¨®

No llegan a los treinta signos gr¨¢ficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, adem¨¢s, sirven para agrupar alfab¨¦ticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosi¨®n de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicaci¨®n, de la expresi¨®n, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexi¨®n. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bouso?o La letra M de mi sill¨®n acad¨¦mico

La letra M que designa el sill¨®n que yo ocupo en la Real Academia Espa?ola perteneci¨®, inmediatamente antes de llegar a m¨ª, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras hist¨®ricas sobre la Am¨¦rica que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo espa?ol de la conquista, la incorporaci¨®n cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto ¨²ltimo lleva consigo. Observo, al hablar as¨ª, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza tambi¨¦n por M, y recuerdo que M¨¦xico (otra M inicial) fue el tema de un magn¨ªfico libro suyo (el titulado Hern¨¢n Cort¨¦s) y que tambi¨¦n result¨® ser en Mexico donde trab¨¦ amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un ingl¨¦s, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de m¨²sica (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan caracter¨ªstica del castellano o espa?ol como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas rom¨¢nicas, s¨®lo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza m¨¢s definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones voc¨¢licas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formaci¨®n de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bast¨®n para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los a?os. Una de las veces que me lo encontr¨¦ con tal apoyatura, diestramente empu?ada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me plant¨¦ frente a ¨¦l mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declam¨¦ con ¨¦nfasis y sorna: 'Mir¨¦ los muros de la patria m¨ªa, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprender¨¢s -apostill¨¦ enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bast¨®n en concreto, sino por Sus Se?or¨ªas en general. (...)

R Fernando L¨¢zaro Carreter La letra canina

Es la del sill¨®n que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la hab¨ªa llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando rega?a', y, en efecto, nada menos que Persio la design¨® as¨ª. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- di¨¢logo dedic¨® Plat¨®n a demostrar c¨®mo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habr¨ªa testimonio en el griego de su tiempo; y no s¨®lo de los ruidos imitativos preceder¨ªan los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, f¨ªsico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T may¨²scula

De las letras dec¨ªa san Isidoro que 'son ¨ªndices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simb¨®lico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el a?o 1200 a. C. En aquel remot¨ªsimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colecci¨®n de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ?Hay alguna relaci¨®n entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) est¨¢ al frente de un bell¨ªsimo poema de sumisi¨®n y renuncia. (...)

u Antonio Mu?oz Molina

Tratado instant¨¢neo sobre la u

Llam¨¢ndome Mu?oz y siendo de ?beda trab¨¦ desde muy peque?o un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma min¨²scula, sin saber que muchos a?os despu¨¦s acabar¨ªa sent¨¢ndome en ella cuando ingresara en la Academia Espa?ola. La letra es peque?a, pero eso no hace que el sill¨®n sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y adem¨¢s, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache may¨²scula o la ene may¨²scula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan peque?a va bien con mi car¨¢cter. La u aparec¨ªa en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy ni?o: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular est¨¢ tan lleno de viento porque est¨¢ lleno de ¨²es: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por s¨ª inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los ni?os m¨¢s peque?os era casi como una exhalaci¨®n fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos com¨ªamos la sopa, si no nos dorm¨ªamos pronto, el Bu pod¨ªa amenazar con su llegada sin ning¨²n motivo y sin culpa nuestra, s¨®lo porque a un adulto le hac¨ªa gracia ver la cara de susto que pon¨ªamos al o¨ªrlo nombrar: -?Qu¨¦ viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebri¨¢n La uve voraz

Llegu¨¦ a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no ten¨ªa nada de especial para m¨ª, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio Garc¨ªa G¨®mez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos hab¨ªa ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tend¨ªa a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces hab¨ªa visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuesti¨®n estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisi¨®n al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida est¨¢ llena de iron¨ªas, y una iron¨ªa de mi vida ha sido que la Real Academia Espa?ola me llevara a su seno para ocupar precisamente su sill¨®n Z. Iron¨ªa amable y zumbona en esta ocasi¨®n. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ?qu¨¦ pod¨ªa significar para m¨ª? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o loter¨ªa, inesperadamente, me hubiese ca¨ªdo como premio la letra zeta. ?Por qu¨¦ precisamente la letra zeta a m¨ª? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qu¨¦ significar¨ªa tan azaroso premio; qu¨¦ podr¨ªa haber oculto detr¨¢s de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simb¨®lico sill¨®n: la Zeda o Zeta, que as¨ª se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encari?ado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adue?ado de ella, y no consentir¨ªa ya que nadie me la disputase: ?Es la letra de mi sill¨®n acad¨¦mico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cari?o. Quiz¨¢ no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me depar¨® el d¨ªa de mi elecci¨®n o -perm¨ªtaseme- entronizaci¨®n acad¨¦mica.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que est¨¢ edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existir¨ªa nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de ¨¦l. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elecci¨®n. Por algo es para m¨ª la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asign¨® como ¨¢ngel custodio o como santa patrona y la que me gu¨ªa y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podr¨ªa parecer que el sill¨®n as¨ª designado tiene primac¨ªa (...). En realidad, (...) la distinci¨®n may¨²scula / min¨²scula naci¨® a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el n¨²mero de plazas acad¨¦micas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Yndur¨¢in

a

Domingo Yndur¨¢in

a min¨²scula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, ¨¢rabe, hebreo, indio, etc¨¦tera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en may¨²scula. En min¨²scula, y situada en cualquier posici¨®n, la manera de pronunciar de la a es la m¨¢s abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias crom¨¢ticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fern¨¢n-G¨®mez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compa?¨ªa teatral. Ser¨ªa una compa?¨ªa teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. May¨²sculas y min¨²sculas. Las may¨²sculas desempe?ar¨ªan los personajes m¨¢s o menos importantes y las min¨²sculas ser¨ªan el coro. En apariencia habr¨ªa la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misi¨®n, para escribir, en cualquier p¨¢rrafo abundan mucho m¨¢s las min¨²sculas que las may¨²sculas. (...) Tambi¨¦n parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be may¨²scula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las min¨²sculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que hab¨ªa compa?¨ªas fijas, compa?¨ªas de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compa?¨ªas para una sola obra-, era un puesto desagradable. Deb¨ªa ser una actriz de edad y de atractivo f¨ªsico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le supon¨ªa el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje sol¨ªa ser siempre el de la mala, el que peor ca¨ªa al p¨²blico. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera may¨²scula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C may¨²scula

(...) Cuerpo. Y coraz¨®n. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia tambi¨¦n merecer¨ªan ser escritas con may¨²sculas: Cuerpo, Coraz¨®n, Cerebro. S¨ª, con C.

c V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las m¨¢s variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simb¨®licos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abr¨ªa, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada despu¨¦s en sentido trascendente por la simbolog¨ªa cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfecci¨®n y riqueza de la lengua castellana aduc¨ªan los acad¨¦micos del siglo XVIII, en el Pr¨®logo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en s¨ª contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variaci¨®n de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se ver¨¢ que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es f¨¢cil de hacer con el objeto mismo.

Es muy f¨¢cil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco a?os desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sill¨®n que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al t¨ªtulo de hombres de palabras m¨¢s que al m¨¢s frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la m¨¢s modesta construcci¨®n literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y tambi¨¦n que a¨²n hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisi¨®n, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detr¨¢s de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F Jos¨¦ Luis Sampedro El jard¨ªn de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jard¨ªn l¨¦xico, acotado por la letra F, ning¨²n otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que ¨¦l solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo ara?ante, despu¨¦s m¨¢s suave, y luego la etimolog¨ªa me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes ¨¢rbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de p¨¢jaros, sombra para el viandante. (...)

G Jos¨¦ Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desaf¨ªo el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atav¨ªo de may¨²scula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda compar¨¢rseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, ve¨ªan en m¨ª un don del Se?or, y exig¨ªan plumas de arc¨¢ngel para representarme cuando era yo quien iniciaba un cap¨ªtulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo propon¨ªa tantos desaf¨ªos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Pod¨ªan hacerme drag¨®n alado, sierpe, p¨¢mpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es ¨¦ste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a trav¨¦s de los siglos he sido interpretada por los cal¨ªgrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Mart¨ªn de Riquer

Marrt¨ªn de Riquer

H may¨²scula

La hache es la letra que m¨¢s antipat¨ªas ha suscitado y que ha sido la m¨¢s atacada. La odian los ni?os en la escuela porque les plantea problemas m¨¢s graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, seg¨²n el diccionario acad¨¦mico, la novena letra del abecedario espa?ol 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta raz¨®n hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gram¨¢ticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodr¨ªguez

Claudio Rodr¨ªguez

I may¨²scula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significaci¨®n. Las letras son meramente s¨ªmbolos; que la vocal i velar se articule con duraci¨®n m¨¢s breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiraci¨®n de la pronunciaci¨®n humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la sem¨ªtica Yod, aunque ¨¦sta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades ac¨²sticas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late despu¨¦s de un comp¨¢s musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a trav¨¦s de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'l¨®gica fon¨¦tica' en el aprendizaje de la locuci¨®n. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aqu¨ª, siempre all¨ª

?Do?a Beatr¨ª¨ª¨ª! (...)

j Pedro La¨ªn Entralgo

Pedro La¨ªn Entralgo

j min¨²scula

(...) Jota min¨²scula. Para un aragon¨¦s, yo lo soy, algo as¨ª como una secreta advertencia, m¨¢s o menos expresable en estos t¨¦rminos: 'Reconociendo tu condici¨®n de aragon¨¦s, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota min¨²scula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no s¨®lo en la distribuci¨®n de sillones de la Academia, tambi¨¦n en la realidad hist¨®rica y social de Arag¨®n, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota may¨²scula y una jota min¨²scula. (...)

K Ana Mar¨ªa Matute F¨¢bula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor ser¨¢, no te pongas delante, ya sabes c¨®mo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, s¨ª, me hizo caso, parec¨ªa. Ni se notaba que ¨ªbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el d¨ªa que empez¨® a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k min¨²scula

En 1611, Sebasti¨¢n de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o espa?ola dedic¨® s¨®lo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y ¨¦stas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ¨¦sse tiene tambi¨¦n la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituy¨® que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sill¨®n acad¨¦mico bautizado con la letra L: no hay una m¨¢s apuesta, alegre y de m¨¢s estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que deber¨ªa se escrita siempre en may¨²scula, para subrayar su liderazgo sobre las dem¨¢s. Es una letra de graf¨ªa bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa s¨®lida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que m¨¢s amo en la lengua espa?ola -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblem¨¢ticas de la civilizaci¨®n, y porque, como la letra L, hunden sus ra¨ªces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde all¨ª hacia las cumbres m¨¢s elevadas del ensue?o y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ¨¦sta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me toc¨® (...).

l Emilio Lled¨®

No llegan a los treinta signos gr¨¢ficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, adem¨¢s, sirven para agrupar alfab¨¦ticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosi¨®n de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicaci¨®n, de la expresi¨®n, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexi¨®n. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bouso?o La letra M de mi sill¨®n acad¨¦mico

La letra M que designa el sill¨®n que yo ocupo en la Real Academia Espa?ola perteneci¨®, inmediatamente antes de llegar a m¨ª, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras hist¨®ricas sobre la Am¨¦rica que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo espa?ol de la conquista, la incorporaci¨®n cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto ¨²ltimo lleva consigo. Observo, al hablar as¨ª, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza tambi¨¦n por M, y recuerdo que M¨¦xico (otra M inicial) fue el tema de un magn¨ªfico libro suyo (el titulado Hern¨¢n Cort¨¦s) y que tambi¨¦n result¨® ser en Mexico donde trab¨¦ amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un ingl¨¦s, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de m¨²sica (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan caracter¨ªstica del castellano o espa?ol como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas rom¨¢nicas, s¨®lo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza m¨¢s definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones voc¨¢licas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formaci¨®n de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bast¨®n para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los a?os. Una de las veces que me lo encontr¨¦ con tal apoyatura, diestramente empu?ada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me plant¨¦ frente a ¨¦l mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declam¨¦ con ¨¦nfasis y sorna: 'Mir¨¦ los muros de la patria m¨ªa, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprender¨¢s -apostill¨¦ enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bast¨®n en concreto, sino por Sus Se?or¨ªas en general. (...)

R Fernando L¨¢zaro Carreter La letra canina

Es la del sill¨®n que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la hab¨ªa llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando rega?a', y, en efecto, nada menos que Persio la design¨® as¨ª. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- di¨¢logo dedic¨® Plat¨®n a demostrar c¨®mo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habr¨ªa testimonio en el griego de su tiempo; y no s¨®lo de los ruidos imitativos preceder¨ªan los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, f¨ªsico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E may¨²scula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T may¨²scula

De las letras dec¨ªa san Isidoro que 'son ¨ªndices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simb¨®lico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el a?o 1200 a. C. En aquel remot¨ªsimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colecci¨®n de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ?Hay alguna relaci¨®n entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) est¨¢ al frente de un bell¨ªsimo poema de sumisi¨®n y renuncia. (...)

u Antonio Mu?oz Molina

Tratado instant¨¢neo sobre la u

Llam¨¢ndome Mu?oz y siendo de ?beda trab¨¦ desde muy peque?o un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma min¨²scula, sin saber que muchos a?os despu¨¦s acabar¨ªa sent¨¢ndome en ella cuando ingresara en la Academia Espa?ola. La letra es peque?a, pero eso no hace que el sill¨®n sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y adem¨¢s, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache may¨²scula o la ene may¨²scula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan peque?a va bien con mi car¨¢cter. La u aparec¨ªa en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy ni?o: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular est¨¢ tan lleno de viento porque est¨¢ lleno de ¨²es: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por s¨ª inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los ni?os m¨¢s peque?os era casi como una exhalaci¨®n fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos com¨ªamos la sopa, si no nos dorm¨ªamos pronto, el Bu pod¨ªa amenazar con su llegada sin ning¨²n motivo y sin culpa nuestra, s¨®lo porque a un adulto le hac¨ªa gracia ver la cara de susto que pon¨ªamos al o¨ªrlo nombrar: -?Qu¨¦ viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebri¨¢n La uve voraz

Llegu¨¦ a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no ten¨ªa nada de especial para m¨ª, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio Garc¨ªa G¨®mez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos hab¨ªa ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tend¨ªa a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces hab¨ªa visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuesti¨®n estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisi¨®n al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida est¨¢ llena de iron¨ªas, y una iron¨ªa de mi vida ha sido que la Real Academia Espa?ola me llevara a su seno para ocupar precisamente su sill¨®n Z. Iron¨ªa amable y zumbona en esta ocasi¨®n. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ?qu¨¦ pod¨ªa significar para m¨ª? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o loter¨ªa, inesperadamente, me hubiese ca¨ªdo como premio la letra zeta. ?Por qu¨¦ precisamente la letra zeta a m¨ª? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qu¨¦ significar¨ªa tan azaroso premio; qu¨¦ podr¨ªa haber oculto detr¨¢s de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simb¨®lico sill¨®n: la Zeda o Zeta, que as¨ª se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encari?ado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adue?ado de ella, y no consentir¨ªa ya que nadie me la disputase: ?Es la letra de mi sill¨®n acad¨¦mico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cari?o. Quiz¨¢ no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me depar¨® el d¨ªa de mi elecci¨®n o -perm¨ªtaseme- entronizaci¨®n acad¨¦mica.

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