Estados Unidos, SA, da la bienvenida a su nuevo presidente ejecutivo
Hoy d¨ªa, si un candidato no es aceptable para las empresas, no es elegible. El dinero empresarial determina la pol¨ªtica nacional y hasta la pol¨ªtica exterior.
La toma de posesi¨®n de George W. Bush como 43 presidente de Estados Unidos confirma un cambio fundamental en la naturaleza del Gobierno de ese pa¨ªs. Se ha convertido en el instrumento de un segmento de la sociedad estadounidense: la sociedad an¨®nima. Se ha convertido, como otros adem¨¢s de m¨ª han reconocido, en Estados Unidos, SA.
Este cambio se ha producido a la vista de todos y con el visto bueno general del electorado estadounidense. Una minor¨ªa ha expresado su preocupaci¨®n; una peque?a minor¨ªa ha protestado ansiosamente que no es as¨ª como deber¨ªa ser; pero la abrumadora mayor¨ªa se ha alegrado de que haya sucedido.
A la luz de la historia -el movimiento populista del siglo XIX, los progresistas del siglo XX y el New Deal- se podr¨ªa argumentar que el hecho de que los intereses empresariales tomen el Gobierno es algo normal y c¨ªclico, y que previsiblemente en 2004 o 2008 se contrarrestar¨¢ con una reforma progresista o liberal. Despu¨¦s de todo, el vicepresidente Al Gore gan¨® la votaci¨®n popular, y en opini¨®n de muchos tambi¨¦n deber¨ªa haber ganado el voto electoral.
Sin embargo, Gore tambi¨¦n era un candidato empresarial. Eso es lo nuevo. No hay alternativa. Un Gobierno de Gore se habr¨ªa diferenciado del que ahora comienza principalmente en el tratamiento de las denominadas cuestiones culturales: raza, homosexuales, feminismo, aborto. Se habr¨ªa mostrado m¨¢s amistoso con los trabajadores, pero no tanto como para distanciar a las empresas.
Probablemente se habr¨ªa interesado m¨¢s por la globalizaci¨®n y el libre comercio de lo que probablemente se interese Bush. Sus pol¨ªticas exterior y econ¨®mica habr¨ªan sido las de los intereses empresariales que apoyaron al Gobierno de Clinton y se beneficiaron haci¨¦ndolo, y que en buena medida financiaron la campa?a de Gore.
Pat Buchanan y Ralph Nader afirmaron que los dos candidatos principales eran gemelos (que 'acordaron librar una batalla', por continuar la cita). Sabemos lo que sucedi¨® con los candidatos Buchanan y Nader. Hoy d¨ªa, si un candidato no es aceptable para las empresas en general, no es elegible. El dinero empresarial determina la pol¨ªtica nacional y hasta la pol¨ªtica exterior. Con Clinton, la industria promovi¨® con ¨¦xito la intervenci¨®n con helic¨®pteros y armas en el conflicto colombiano.
Un sistema nacional de defensa contra misiles, con el que el Gobierno de Bush se ha comprometido, es un programa de la industria aeroespacial, no un programa de seguridad nacional. La mayor¨ªa de los especialistas en pol¨ªtica exterior y de los analistas de sistemas independientes lo consideran una respuesta equivocada a una amenaza enormemente exagerada.
Los partidarios de Bush est¨¢n ya promoviendo una nueva amenaza, que promete ser tan costosa de contrarrestar como la construcci¨®n de un escudo contra los misiles de pa¨ªses d¨ªscolos. Una comisi¨®n nombrada por el Congreso y dirigida por el nuevo secretario de Defensa de Bush, Dunald H. Rumsfeld, pide medidas contra la amenaza de las naciones hostiles a los sat¨¦lites estadounidenses.
Pide 'doctrina, conceptos de operaciones y capacidad espacial, incluidos sistemas de armamento que operen en el espacio y puedan defender aparatos en ¨®rbita y aumentar las fuerzas de tierra, mar y aire'.
Esto podr¨ªa poner a la industria norteamericana en rentable competencia consigo misma, dado que las contramedidas que hay que desarrollar abordan una amenaza que a ning¨²n otro pa¨ªs con alta tecnolog¨ªa le interesa plantear.
En el pasado, el desarrollo armament¨ªstico tend¨ªa a estar dirigido por las definiciones que los militares hac¨ªan de la amenaza. Hoy d¨ªa, la tendencia es que la industria promueva avanzados sistemas de armamento comercializando amenazas nuevas. Los grupos de presi¨®n empresariales dirigieron la pol¨ªtica comercial durante el Gobierno de Clinton, y esto sin duda seguir¨¢. La guerra de los pl¨¢tanos con Europa est¨¢ relacionada con pl¨¢tanos que ni se producen en Estados Unidos ni se env¨ªan desde all¨ª.
El ciudadano desenga?ado puede preguntar qu¨¦ hay de nuevo en todo esto. En las d¨¦cadas de 1920 y 1930, el cuerpo de marines de Estados Unidos apoy¨® los intereses de la United Fruit Company en Centroam¨¦rica. La sobria observaci¨®n de Calvin Coolidge de que 'el principal negocio de los estadounidenses son los negocios' es indiscutible.
Lo nuevo de la situaci¨®n actual es que se ha producido una mutaci¨®n aparentemente irreversible en el sistema estadounidense. En alg¨²n momento, el cambio cuantitativo se convierte en cambio cualitativo. El momento en que se produjo ese cambio fue probablemente 1976, cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos sentenci¨® que el dinero gastado en apoyar a un candidato pol¨ªtico es una forma de libertad de expresi¨®n protegida por la Constituci¨®n. Hoy d¨ªa, los intereses econ¨®micos financian no s¨®lo a los ganadores de las elecciones nacionales, sino a todos los posibles perdedores.
Esto forma parte de la hegemon¨ªa cada vez mayor que ejercen en la vida estadounidense las sociedades an¨®nimas y sus valores, que son los del engrandecimiento material, un fen¨®meno acompa?ado y promovido por los circos y las luchas de gladiadores que ofrece la industria m¨¢s importante de Estados Unidos, la del ocio, que ahora presenta las elecciones e incluso las guerras como diversi¨®n, con guiones tranquilizadores.
?ste es un curioso resultado para Estados Unidos, cuya fuente cultural m¨¢s poderosa fue la religi¨®n calvinista disidente, cuyos miembros odiaban la exhibici¨®n y el lujo, practicaban una disciplina severa e infatigable y consideraban que el hombre era ¨ªntegramente pecador y s¨®lo pod¨ªa salvarse por la gracia arbitraria. Su inmigraci¨®n cat¨®lica m¨¢s influyente fue la irlandesa, permanentemente marcada por la teor¨ªa jansenista, que, como el puritanismo, era una forma extrema de la teor¨ªa de la predestinaci¨®n del siglo XVII.
?Cu¨¢nto se ha apartado Estados Unidos de sus or¨ªgenes! Qu¨¦ distantes est¨¢n sus creencias formativas de los valores que los pol¨ªticos celebran en ocasiones como las tomas de posesi¨®n de los presidentes. El pa¨ªs ya no sabe lo que es.La toma de posesi¨®n de George W. Bush como 43 presidente de Estados Unidos confirma un cambio fundamental en la naturaleza del Gobierno de ese pa¨ªs. Se ha convertido en el instrumento de un segmento de la sociedad estadounidense: la sociedad an¨®nima. Se ha convertido, como otros adem¨¢s de m¨ª han reconocido, en Estados Unidos, SA.
Este cambio se ha producido a la vista de todos y con el visto bueno general del electorado estadounidense. Una minor¨ªa ha expresado su preocupaci¨®n; una peque?a minor¨ªa ha protestado ansiosamente que no es as¨ª como deber¨ªa ser; pero la abrumadora mayor¨ªa se ha alegrado de que haya sucedido.
A la luz de la historia -el movimiento populista del siglo XIX, los progresistas del siglo XX y el New Deal- se podr¨ªa argumentar que el hecho de que los intereses empresariales tomen el Gobierno es algo normal y c¨ªclico, y que previsiblemente en 2004 o 2008 se contrarrestar¨¢ con una reforma progresista o liberal. Despu¨¦s de todo, el vicepresidente Al Gore gan¨® la votaci¨®n popular, y en opini¨®n de muchos tambi¨¦n deber¨ªa haber ganado el voto electoral.
Sin embargo, Gore tambi¨¦n era un candidato empresarial. Eso es lo nuevo. No hay alternativa. Un Gobierno de Gore se habr¨ªa diferenciado del que ahora comienza principalmente en el tratamiento de las denominadas cuestiones culturales: raza, homosexuales, feminismo, aborto. Se habr¨ªa mostrado m¨¢s amistoso con los trabajadores, pero no tanto como para distanciar a las empresas.
Probablemente se habr¨ªa interesado m¨¢s por la globalizaci¨®n y el libre comercio de lo que probablemente se interese Bush. Sus pol¨ªticas exterior y econ¨®mica habr¨ªan sido las de los intereses empresariales que apoyaron al Gobierno de Clinton y se beneficiaron haci¨¦ndolo, y que en buena medida financiaron la campa?a de Gore.
Pat Buchanan y Ralph Nader afirmaron que los dos candidatos principales eran gemelos (que 'acordaron librar una batalla', por continuar la cita). Sabemos lo que sucedi¨® con los candidatos Buchanan y Nader. Hoy d¨ªa, si un candidato no es aceptable para las empresas en general, no es elegible. El dinero empresarial determina la pol¨ªtica nacional y hasta la pol¨ªtica exterior. Con Clinton, la industria promovi¨® con ¨¦xito la intervenci¨®n con helic¨®pteros y armas en el conflicto colombiano.
Un sistema nacional de defensa contra misiles, con el que el Gobierno de Bush se ha comprometido, es un programa de la industria aeroespacial, no un programa de seguridad nacional. La mayor¨ªa de los especialistas en pol¨ªtica exterior y de los analistas de sistemas independientes lo consideran una respuesta equivocada a una amenaza enormemente exagerada.
Los partidarios de Bush est¨¢n ya promoviendo una nueva amenaza, que promete ser tan costosa de contrarrestar como la construcci¨®n de un escudo contra los misiles de pa¨ªses d¨ªscolos. Una comisi¨®n nombrada por el Congreso y dirigida por el nuevo secretario de Defensa de Bush, Dunald H. Rumsfeld, pide medidas contra la amenaza de las naciones hostiles a los sat¨¦lites estadounidenses.
Pide 'doctrina, conceptos de operaciones y capacidad espacial, incluidos sistemas de armamento que operen en el espacio y puedan defender aparatos en ¨®rbita y aumentar las fuerzas de tierra, mar y aire'.
Esto podr¨ªa poner a la industria norteamericana en rentable competencia consigo misma, dado que las contramedidas que hay que desarrollar abordan una amenaza que a ning¨²n otro pa¨ªs con alta tecnolog¨ªa le interesa plantear.
En el pasado, el desarrollo armament¨ªstico tend¨ªa a estar dirigido por las definiciones que los militares hac¨ªan de la amenaza. Hoy d¨ªa, la tendencia es que la industria promueva avanzados sistemas de armamento comercializando amenazas nuevas. Los grupos de presi¨®n empresariales dirigieron la pol¨ªtica comercial durante el Gobierno de Clinton, y esto sin duda seguir¨¢. La guerra de los pl¨¢tanos con Europa est¨¢ relacionada con pl¨¢tanos que ni se producen en Estados Unidos ni se env¨ªan desde all¨ª.
El ciudadano desenga?ado puede preguntar qu¨¦ hay de nuevo en todo esto. En las d¨¦cadas de 1920 y 1930, el cuerpo de marines de Estados Unidos apoy¨® los intereses de la United Fruit Company en Centroam¨¦rica. La sobria observaci¨®n de Calvin Coolidge de que 'el principal negocio de los estadounidenses son los negocios' es indiscutible.
Lo nuevo de la situaci¨®n actual es que se ha producido una mutaci¨®n aparentemente irreversible en el sistema estadounidense. En alg¨²n momento, el cambio cuantitativo se convierte en cambio cualitativo. El momento en que se produjo ese cambio fue probablemente 1976, cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos sentenci¨® que el dinero gastado en apoyar a un candidato pol¨ªtico es una forma de libertad de expresi¨®n protegida por la Constituci¨®n. Hoy d¨ªa, los intereses econ¨®micos financian no s¨®lo a los ganadores de las elecciones nacionales, sino a todos los posibles perdedores.
Esto forma parte de la hegemon¨ªa cada vez mayor que ejercen en la vida estadounidense las sociedades an¨®nimas y sus valores, que son los del engrandecimiento material, un fen¨®meno acompa?ado y promovido por los circos y las luchas de gladiadores que ofrece la industria m¨¢s importante de Estados Unidos, la del ocio, que ahora presenta las elecciones e incluso las guerras como diversi¨®n, con guiones tranquilizadores.
?ste es un curioso resultado para Estados Unidos, cuya fuente cultural m¨¢s poderosa fue la religi¨®n calvinista disidente, cuyos miembros odiaban la exhibici¨®n y el lujo, practicaban una disciplina severa e infatigable y consideraban que el hombre era ¨ªntegramente pecador y s¨®lo pod¨ªa salvarse por la gracia arbitraria. Su inmigraci¨®n cat¨®lica m¨¢s influyente fue la irlandesa, permanentemente marcada por la teor¨ªa jansenista, que, como el puritanismo, era una forma extrema de la teor¨ªa de la predestinaci¨®n del siglo XVII.
?Cu¨¢nto se ha apartado Estados Unidos de sus or¨ªgenes! Qu¨¦ distantes est¨¢n sus creencias formativas de los valores que los pol¨ªticos celebran en ocasiones como las tomas de posesi¨®n de los presidentes. El pa¨ªs ya no sabe lo que es.
William Pfaff es experto estadounidense en pol¨ªtica internacional.
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