El otro poder
El poder judicial est¨¢ representando el ¨²nico contraste real a los otros dos, fundidos en uno: el legislativo y el ejecutivo, reunidos por la mayor¨ªa absoluta y no s¨®lo por ella: por la desaparici¨®n de los partidos menores y por la debilidad y a veces concordancia con la oposici¨®n mayor, aunque en los ¨²ltimos meses los dislates de esa coyuntura est¨¦n castigando al partido que tiene en sus manos el Gobierno y las Cortes. Algunas leyes tratan de dominar el poder judicial, como las que eligen a los miembros del Constitucional en relaci¨®n con el reparto del Congreso, y los del nombramiento de fiscales gubernamentales. Nunca las tres divisiones cl¨¢sicas (Montesquieu) del poder han estado realmente definidas, incluso porque las tres proceden de una misma clase social. En la ¨¦poca de Franco no era necesario pensar en tal divisi¨®n, y en las oposiciones se distingu¨ªa a los afectos al Movimiento, aunque en los ¨²ltimos tiempos las asociaciones como la de Jueces por la Democracia empezaban a marcar una diferencia notable. Sin embargo, proclamada la democracia, parec¨ªa dif¨ªcil hacer distinciones. Las sigue habiendo, y en las grandes sentencias los votos particulares las muestran. Las ¨²ltimas sentencias frente a decisiones del Gobierno, la de la denegaci¨®n o restricci¨®n del indulto a G¨®mez de Lia?o y la de los derechos de los funcionarios a tener aumentos de sueldos son muy notables. La primera no tiene m¨¢s importancia que la de la prevalencia de la justicia y la de advertir al Gobierno que no puede quebrantar leyes para hacer jueces a su imagen y semejanza; la segunda es m¨¢s grave porque supone m¨¢s de medio bill¨®n de pesetas a desembolsar. Hecha como una medida para que la inflaci¨®n la pagase una clase determinada de trabajadores en lugar de las medidas sobre precios era una injusticia. Es posible que otras leyes, como la de inmigraci¨®n, fueran rebatidas si alguien las denunciase: no es posible ir contra los derechos humanos definidos por legislaciones supranacionales. No s¨¦ hasta cu¨¢ndo durar¨¢ esta situaci¨®n irregular de la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica. Puede que hasta unas elecciones donde la tendencia al absolutismo de Aznar se quiebre, o pierda la mayor¨ªa. Pero puede ocurrir que Aznar penetre en la justicia y logre un poder ¨²nico. Muy de temer, dada su naturaleza represora.
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