Mentiras y cabezas de turco
Un estudio analiza las causas de la represi¨®n de la legendaria Mano Negra
Para los andaluces m¨¢s j¨®venes, el enigm¨¢tico nombre de la Mano Negra remitir¨ªa tal vez a la literatura de misterio o el cine de suspense. Los veteranos, los depositarios de la memoria popular, no podr¨¢n evitar alg¨²n escalofr¨ªo al o¨ªr la marca con la que se conoce a una de las p¨¢ginas m¨¢s terribles y lamentables en la dilatada historia del sur espa?ol. Un episodio velado, objeto de las m¨¢s rocambolescas perversiones, que ahora pretende ser aclarado gracias al libro La Mano Negra, memoria de una represi¨®n, que acaba de ver la luz en la editorial gaditana Qu¨®rum Libros.
Sus autores Jos¨¦ Luis Pantoja Ant¨²nez y Manuel Ram¨ªrez L¨®pez no son ajenos a los hechos que se reflejan en este volumen, como demuestra su apasionado relato. Pantoja hered¨® de su abuelo una serie de documentos fiables que apoyaron de manera esencial la investigaci¨®n. Ram¨ªrez visit¨® los m¨¢s rec¨®nditos archivos de la geograf¨ªa espa?ola para completar las pistas. El resultado es un estudio presentado como documento de denuncia que no ha tardado en convertirse en superventas local.
El origen de la Mano Negra se sit¨²a entre 1881 y 1885 en el germen del movimiento obrero en Andaluc¨ªa. La provincia de C¨¢diz, y m¨¢s concretamente el ¨¢rea de Jerez y su entorno serrano, fue una de las m¨¢s activas en el enfrentamiento del pueblo con la burgues¨ªa conservadora y sus protectores del Gobierno, que hab¨ªan hecho de la injusticia social un medio m¨¢s de explotaci¨®n. Cuando se convoc¨® la primera huelga masiva en esta regi¨®n, alentada por los primeros movimientos sindicalistas ib¨¦ricos, son¨® por primera vez el nombre de la Mano Negra.
'El Estado, en una campa?a, hace ver a la opini¨®n p¨²blica que estos asociados son una banda de criminales dispuestos a sembrar el terror y la propaganda por el hecho', explica Ram¨ªrez. Todos los medios de comunicaci¨®n, dirigidos por el poder, se suman a la denuncia. 'S¨®lo la prensa extranjera ser¨¢ imparcial, calificando la actitud del Gobierno de dictatorial y se?alando a las v¨ªctimas de la represi¨®n como m¨¢rtires del socialismo', a?ade Ram¨ªrez.
Quienes defendieron la existencia de dicha organizaci¨®n distingu¨ªan tres grupos de acci¨®n directa: los idealistas (afines al marxismo y al esp¨ªritu de reforma liberal); los contrabandistas y bandoleros como una siniestra versi¨®n moderna de Diego Corrientes o El Tempranillo; y, por ¨²ltimo, los intelectuales, a cuya cabeza habr¨ªa de situarse a Ferm¨ªn Salvochea. La leyenda les atribuy¨® una simbolog¨ªa propia, incluso retrat¨® ciertas asambleas de oscuros encapuchados.
Para los autores del estudio, sin embargo, no hubo sino una Mano Blanca llamada a liquidar la influencia de la Primera Internacional en la Baja Andaluc¨ªa, dejando un saldo de sangre que rebautiz¨® a Jerez como la Tierra de los Ajorcaos. 'Pr¨¢cticamente hasta 1950, gracias a los ensayos de Demetrio Castro sobre la huelga, y salvando la novela La bodega (1905), de Vicente Blasco Ib¨¢?ez, entre otros documentos, la historia de la Mano Negra va a ser suciamente manipulada', asegura Ram¨ªrez. 'Los ejecutados, como hemos pretendido demostrar, eran pobres desgraciados sin ninguna relaci¨®n con el terrorismo ¨¢crata. M¨¢s que el hecho de darles muerte, lo que se ejercitaba con aquellas ejecuciones era un verdadero escarnio p¨²blico'.
La culminaci¨®n del espanto en el episodio de la Mano Negra lleg¨® en 1884 con la ejecuci¨®n de siete detenidos en el cortijo La Parrilla, en Jerez. Los campesinos Gregorio S¨¢nchez Novoa, Francisco y Pedro Corbacho, Bartolom¨¦ y Manuel Gago, Crist¨®bal Fern¨¢ndez Torrej¨®n y Juan Ruiz y Ruiz fueron sometidos a la pena de garrote vil. Sus presuntos c¨®mplices fueron exculpados o condenados a cadena perpetua.
Para los autores del libro, el caso de Los Siete de la Parrilla ha sido durante a?os el ¨²nico asidero para que los historiadores pudieran hablar de la existencia real de una secta terrorista. Las cartas encontradas a los que sobrevivieron en los penales de Ceuta, Alhucemas y T¨¢nger ponen de manifiesto este error. Seg¨²n Pantoja y Ram¨ªrez, las v¨ªctimas de la ejecuci¨®n fueron verdaderos cabezas de turco cuyos nombres figuran ya en los anales de la ignominia.
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