Otra vez las 'vacas locas'
La primera ley de Murphy -ya saben ustedes: si algo puede ir mal, ir¨¢ mal- la aprendimos todos cuando ¨¦ramos peque?os. 'No se enterar¨¢n de nuestra ¨²ltima trastada'-pero se enteraban-. 'Ya tendr¨¦ tiempo de estudiar ma?ana'-pero ma?ana no quedaba tiempo-. 'Hoy no habr¨¢ bacalao para comer' (cuando era peque?o no me gustaba el bacalao) -y lo hab¨ªa.
Parece que la clase pol¨ªtica no aprende de sus errores infantiles. O quiz¨¢ no cometieron errores entonces y no pueden aprender de ellos -lo cual ya es un grave error-. Sirva como ejemplo el caso de las vacas locas -y que me perdonen las vacas, pero nunca me acuerdo del complicado nombre de la enfermedad que les est¨¢ costando la vida a miles de ellas: unas, las menos, por coger la enfermedad; otras, las m¨¢s, para que no nos la transmitan a los humanos.
El caso de las 'vacas locas' demuestra la escasa capacidad de la clase pol¨ªtica para aprender de sus propios errores. Ante la falta de informaci¨®n, conviene antes que nada ser prudentes
Para cualquiera que crea que la ley de Murphy existe, el hecho de que hace a?os empezasen a morir vacas en el Reino Unido hubiese tenido que servirle de aviso. En su lugar, el Gobierno espa?ol reaccion¨® con el tradicional 'sin novedad en el frente': aqu¨ª no se ha muerto ninguna vaca... luego aqu¨ª no pasa nada. Y luego, un gran salto en el vac¨ªo: y nunca pasar¨¢ nada.
Digo un salto en el vac¨ªo porque desde los a?os ochenta la tesis dominante en el Reino Unido era que la enfermedad se transmit¨ªa a las vacas a trav¨¦s de los piensos fabricados con despojos de animales. De hecho, el Gobierno ingl¨¦s prohibi¨® ese pienso en 1988. Claro que sigui¨® vendiendo piensos y animales a otros pa¨ªses, en un magn¨ªfico ejemplo de inmoralidad p¨²blica.
S¨ª, ya s¨¦ lo que me dir¨¢ el lector. Que no se sab¨ªa con seguridad si la enfermedad de los humanos proced¨ªa o no de las vacas. Que no se trataba de crear un estado de inquietud entre la poblaci¨®n. Que otros gobiernos tampoco hac¨ªan nada. Que el Gobierno ingl¨¦s segu¨ªa haciendo competencia desleal a todo el mundo, vendiendo unos piensos que hab¨ªa prohibido en su propio pa¨ªs. Que los ganaderos son un lobby importante, del que dependen muchas familias, y que no se trataba de aumentar innecesariamente la tasa de desempleo, entonces muy alta. Y que entonces -y ahora- no estaban para demasiados arabescos: si ten¨ªan a su disposici¨®n piensos baratos, los dar¨ªan a sus reses, aunque fuesen un peligro para la salud, siempre que tuviesen las espaldas cubiertas... Y las espaldas estaban cubiertas: los piensos no estaban prohibidos en Espa?a. Ni en la Uni¨®n Europea. O sea que cargue otro con el muerto.
Bien, pero... la ley de Murphy existe. Todos los que han ido ocupando cargos de responsabilidad en cuestiones sanitarias y alimentarias en este pa¨ªs se han ido pasando unos a otros una bomba de relojer¨ªa, que no sab¨ªan si estaba activada o no, pero que esperaban que, en todo caso, explotase al que ven¨ªa detr¨¢s. Y eso no me parece una buena manera de hacer pol¨ªtica al servicio de los ciudadanos.
Entiendo que, a menudo, la mejor pol¨ªtica es no hacer nada. Y probablemente esto ocurr¨ªa tambi¨¦n en el caso de las vacas locas. Pero cuando uno teme que puede tener en sus manos un problema grave, lo menos que puede hacer es intentar enterarse de la naturaleza y el alcance de ese problema. Por ejemplo: ?cu¨¢ntas vacas se alimentan cada a?o con piensos animales en nuestro pa¨ªs o en nuestra comunidad aut¨®noma? ?Cu¨¢l ser¨ªa el impacto sobre los precios de la carne el cambiar la dieta de las vacas? ?Qu¨¦ periodo de adaptaci¨®n har¨ªa falta?
Bueno, no estoy pidiendo imposibles. Cuando tomamos un avi¨®n, las azafatas nos recuerdan qu¨¦ debemos hacer en el caso de que el aparato acabe en el fondo de un barranco con nosotros dentro. Sospecho que eso lo hacen no tanto para salvar nuestras vidas como para cubrirse de sus responsabilidades: 'Yo ya le dije que se pusiese el chaleco salvavidas; si usted no se lo puso, es su problema'. Pero, en todo caso, se supone que nos lo dicen para nuestro bien.
Ya conocen ustedes el t¨ªpico problema ¨¦tico del cazador: ?disparar¨ªas contra un arbusto detr¨¢s del cual algo se mueve? Puede ser un ciervo. Pero puede ser tu compa?ero de cacer¨ªa (la historieta no suele mencionar a la suegra). No estamos diciendo que no salgas a cazar, sino que no asumas riesgos que pueden ser demasiado grandes.
Pues aqu¨ª estamos hablando tambi¨¦n de la salud y de la vida de los ciudadanos. De acuerdo: si no hay informaci¨®n, espera. Pero que sea una espera prudente. Hay que enterarse mejor, reunir m¨¢s datos, negociar con el sector antes de que aparezcan los problemas, dar informaci¨®n oportuna a la opini¨®n p¨²blica... Y el d¨ªa en que la ley de Murphy se cumpla, podr¨¢s aparecer ante los medios de comunicaci¨®n explicando qu¨¦ has hecho, de modo convincente y cre¨ªble, sin necesidad de dar las recetas del cocido que haces en tu casa.
Antonio Argando?a es profesor de Econom¨ªa en el IESE.
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